Ilustración por Abia Dina Diaz
El
blog cumple hoy su segundo aniversario y lo celebro de la mejor
manera: compartiendo mi texto más reciente escrito para la Revista Yaconic, publicado en su web hace algunos días.
Con
esta breve biografía del apasionado escritor Andrés Caicedo, De
letras y maullidos cuenta ya con tres entradas dedicadas a él:
debutó con su novela corta Angelitos empantanados
y su siguiente aparición fue con el cuento En las garras del crimen.
En
lo personal, conocer e investigar sobre la vida de mis autores
preferidos es tan importante como leer su obra, pues así se encuentran nuevos matices en sus temáticas o se logra cierta comprensión
más profundas sobrecuestiones específicas en su literatura, pero claro, cuidando y evitando
siempre criticar al autor con argumentos ad hominem (esas falacias que a menudo son empleadas por detractores poco
astutos).
Sin más dilación, El abismo más profundo, texto que muestra una parte mucho más personal de la vida de Caicedo y que revela ciertos acontecimientos íntimos y desgarradores de su existencia, pero tan fascinantes como su literatura.
El
abismo más profundo
Andrés
Caicedo nació el 29 de septiembre de 1951 en Colombia y desde
temprana edad mostró un gusto peculiar por la lectura, la escritura
y la mentira, tres factores indispensables para la formación de un
escritor. En 1968 estudió teatro en la Universidad del Valle y en
1969 publicó en varios diarios sobre crítica cinematográfica,
además de recibir dos premios literarios por sus cuentos Berenice
y Los dientes de Caperucita. Fascinado por el cine, en 1971
fundó, junto con otros amigos, el Cine-Club de Cali, donde un grupo
reducido de personas veían las proyecciones que él mismo
seleccionaba. Su tiempo transcurría entre crítica de cine, guiones,
adaptaciones, cuentos y ensayos.
En
1973 viajó a Nueva York con la idea de vender algunos de sus guiones
para largometrajes, pero fracasa en este cometido y vuelve a su Cali
al siguiente año, mismo en el que escribe, según sus palabras, su
mejor cuento: Maternidad. Inicia la publicación de su revista
Ojo al cine, que se convertiría en la de mayor importancia en
su país, y se publica uno de sus relatos por primera vez, El
atravesado. Caicedo ya había afirmado que vivir más de 25 años
era una insensatez, y sabiéndose cercano a la edad límite, tuvo dos
intentos de suicidio. Escribe entonces dos cuentos más, publica los
siguientes tres números de su revista y entrega a Colcultura
(ministerio de cultura de Colombia) el manuscrito de su novela ¡Que
viva la música!
Finalmente,
Caicedo se suicidó el mismo día en que recibió una copia de su
primera novela publicada, y, a modo de señal de que había logrado
su meta en la vida, decidió partir definitivamente. La mayoría de
sus publicaciones son póstumas, entre las que se encuentran más de
20 cuentos, nueve compilaciones, tres novelas inconclusas y más de
cinco guiones para cine y teatro.
Andrés
le escribe a su gente y a su ciudad; trata de comprender y escribir a
través de los ojos de los menos afortunados; describe una sociedad
en la que la moral depende del contexto y la violencia es habitual,
lo mismo que las injusticias, y en la cual la creciente urbanización
destaza cada vez con más saña a la naturaleza: ese lugar hermoso,
poseedor de tranquilidad y divinidad.
Su
obra está impregnada de Poe, Unamuno, Borges, Melville, Hawthorne y
muchos otros. En su literatura menciona otros textos, a otros autores
y otras obras, incluso ideas para otros cuentos. Caicedo es
autobiográfico: con detalles y nombres revela partes de su realidad
y critica a la sociedad en la que le tocó vivir y a la que enfrentó
desde los 20 años con la creación de una vanguardia contestataria
en su ciudad natal: Cali, pequeña capital localizada en la costa
occidental del país.
La
narrativa de Angelitos empantanados o historias para jovencitos
se caracteriza por tener listados de sustantivos y adjetivos que
intensifican la emoción, el significado de cada palabra. Ésta es
una historia conformada por tres partes. En la parte final, uno de
los personajes de Caicedo narra desde la muerte, tras ser asesinado.
De la misma forma lo leemos ahora, como un fantasma que ha dejado su
legado escrito para perdurar en la memoria, en las conciencias, y
quizá así llegar a la indicada, a una mente con la misma hambre por
vivir apasionadamente un tiempo reducido pero significativo, lo que
sin duda evoca la siguiente frase de James Dean:
LIVE
FAST, DIE YOUNG, AND LEAVE A GOOD-LOOKING CORPSE.
Pero
Caicedo, además de dejar un hermoso cadáver, dejó una obra inédita
e incompleta: su primera novela recién publicada, poemas, el inicio
de un documental que nunca se finalizó por diferencias con el
director, amistades entrañables y un amor idealizado al que le
pedía, en su última carta, en seis compulsivos y repetitivos
renglones “No te vayas, no te vayas, no me dejes, no me dejes”,
cuando en realidad fue él mismo quien se dejó ese día, tras
presentarse frente a ella después de ingerir 60 pastillas de
barbitúricos y morir sobre el escritorio.
El
caleño además se justifica ante su madre un año antes de partir de
nuestro mundo y deja claro que la decisión estaba tomada desde hacía
tiempo:
“Nací
con la muerte adentro y lo único que hago es sacármela
para
dejar de pensar y quedar tranquilo. Yo muero porque
ya
para cumplir 24 años soy un anacronismo y un sinsentido,
y
porque desde que cumplí 21 vengo sin entender el mundo.
Ahora
mi razón está extraviada, y lo que hago es solamente
para
parar el sufrimiento”.
Andrés
Caicedo, fragmento de una carta a su madre (1975).
El
poeta maldito colombiano no ha sido olvidado: en 2012, conmemorando
los 35 años de su muerte, se inauguró la exposición Andrés
Caicedo: Morir y dejar obra en la Biblioteca Luis Ángel Arango,
en Colombia. En ella se mostraron diversos documentos, manuscritos,
fotografías y cartas del escritor. Así es como Caicedo quiso
perdurar y con ello se ganó la inmortalidad. Así es como lo
recordamos ahora y le hacemos saber, donde quiera que esté, que
logró su cometido y que su corta existencia y grande creación sigue
asombrando, influenciando y destrozando a los vivos. Hasta la
siguiente página, Andrés.
Caicedo
es el eslabón perdido del boom. Y el enemigo número uno de Macondo.
No sé hasta qué punto se suicidó o acaso fue asesinado por García
Márquez y la cultura imperante en esos tiempos. Era mucho menos el
rockero que los colombianos quieren, y más un intelectual. Un nerd
súper atormentado. Tenía desequilibrios, angustia de vivir. No
estaba cómodo en la vida. Tenía problemas con mantenerse de pie. Y
tenía que escribir para sobrevivir. Se mató porque vio demasiado.
Alberto
Fuguet
No
podría decir exactamente por qué en la obra de Andrés la
fascinación por el horror. Puedo hablar de la fascinación por el
horror que siento yo después de leer a Andrés. Primero que todo, es
como una fascinación por la maldad, antes que por el horror, y por
una pasión que es más grande inclusive que el amor o que cualquier
otra pasión, que es la pasión por el miedo -según Stevenson, la
más grande de las pasiones- y es esa cosa de sentir uno que se
pierde, de sentir que de pronto las cosas no funcionan como uno
piensa, que poco a poco uno se puede ir deslizando y perderse de una
realidad.
Óscar
Campo
Agradezco todas sus lecturas y cierro este año con un documental sobre Ándres Caicedo, ese angelito empantanado que huyó de este mundo abrumador.