El sábado 28 de noviembre tuve el placer de presentar el libro de cuento Los que hablan a gritos junto con su autor, Josemaría Camacho, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2015.
Esta presentación fue peculiar porque después de las palabras que ambos le dedicamos a Los que hablan a gritos, nos interrogamos para precisar algunos aspectos y criterios de nuestra creación literaria y otros temas relacionados con la literatura.
El texto que leí en la presentación está integrado en la reseña.
Los
que hablan a gritos
(Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015) de Josemaría Camacho (ciudad de México,
1979) es el segundo libro de relatos publicado por el
autor y reúne siete cuentos que comparten escenarios sombríos donde los personajes viven bajo una presión constante, y en algún punto deben encontrar la evasión perfecta para poder continuar respirando. En estas páginas, Camacho describe fotografías, postales decadentes de un país que se ha convertido en su totalidad en una escena del crimen.
El autor declara que aquellos que son tocados por la violencia pueden reaccionar de dos formas: con un grito o con una conmoción silenciosa, un mutismo que pareciera igualar a las víctimas y a quienes han aceptado la agresión y la crueldad como algo común, incluso esperado. El grito manifiesta una imposición, es la necesidad de elevar la voz sobre factores externos, que acalla la mente propia pero también las múltiples voces que ahí se encuentran, éstas presentes no como un símbolo de locura, sino como consciencia de los demás.
Entre las imágenes descritas se encuentran el retrato fiel de una catástrofe histórica en la ciudad de México en el 85, narrada desde la perspectiva de un protagonista alienado que, a pesar de la desgracia, no reconoce la magnitud del desastre ni al estar en su epicentro, desastre en que las vidas que no se esfumaron quedaron eternamente marcadas.
En “La presencia” encontramos el
imaginario religioso convertido en lastre y la veneración de una figura
antiquísima que representa el suplicio, similar a la fotografía donde aparece
un hombre oriental en éxtasis que está siendo torturado y en la que se inspiró
Salvador Elizondo para escribir Farabeuf.
En el cuento “Manu”, uno de los
personajes, para justificar la atracción infantil hacia la violencia, dice:
“Así es el ser humano. Siempre ha mezclado el juego y la guerra”. Encontramos entonces el juego y la guerra
unidos por la imperante necesidad eterna de establecer siempre niveles de poder, rangos, jerarquías.
“Estación Eloy” relata cómo incluso
un objeto puede ser más perceptivo y empático con su usuario que otro ser
humano, justo como el carrito malévolo de supermercado con voluntad propia de
uno de los cuentos de César Aira.
“La eternidad” muestra a la Historia condenada a perpetuarse en aleaciones de metales, en una figura ignorada por la mayoría pero que en un proceso inverso al síndrome de la estatua trata de recobrar el poder que poseía en el pasado. La siguiente frase de los directores de cine Chris Marker y Alain Resnais es perfecta para este relato: "Cuando los hombres mueren, se vuelven historia. Cuando las estatuas mueren, se vuelven arte".
Los que hablan a gritos demuestra que la
violencia se ha vuelto la norma, se ha desplazado e irrumpido de tal manera en nuestras vidas,
que actualmente lo raro es no haberla experimentado en cualquiera de sus
formas, lo mismo como protagonistas que cómo testigos.
En este enlace pueden leer "Mercedes sale de su casa", otro de sus cuentos publicado en su blog. Pueden comprar este libro en Amazon
y en las librerías de EDUCAL.
Para concluir, transcribo mis frases favoritas del libro:
Los que hablan a
gritos
“Los fieles volvían flacos y
ligeros, con el cuerpo –y a veces también con el alma– reducido a su mínima
expresión.” P. 21
“La gente le tenía un respeto que se
parecía mucho al miedo.” P. 26
“Somos yaquis, somos gente que sabe
gritar cuando es necesario, que sabe defenderse.” P. 28
“Estaba convencido de que la violencia, física o psicológica, era necesaria para sacar de su ignorancia a algunas personas.” P. 30
“El escándalo de las aguas era
insoportable. De ahí que comenzaran a llamarles yaquis, que significa, en esa lengua desposeída y rasgada que
usaban, los del río que hablan a gritos.”
P. 30
“La gente quiere saber cuándo
alguien se ha acostado con quien no le corresponde. Así es la naturaleza
humana. El morbo es una condición necesaria para la propagación de una noticia
en cualquier sitio.” P. 34
“Miraba siempre por la ventana o,
más bien, miraba la ventana como lo hacen los pasajeros de conciencia
intranquila.” P. 34
“Tenía la mirada perdida. Quizá
también la esperanza.” P. 41
El
derrumbe
“…más que miedo era pavor” p. 52
“…estaba que se lo llevaba el carajo,
pero por dentro. Por fuera había logrado anestesiarse con el brandy.” P. 54
“Si no te tira un gancho, te tira la
misma tierra.” P. 56
La
presencia
“Era un agüero terrible, un testigo
recurrente o quizás simplemente un voyeur.”
P. 57
“Nunca volteaba a verlo. Casi nadie
lo hacía, acaso por respeto, por temor o por olvido.” P. 58
“Su figura capturada en un momento pleno
de dolor.” P. 58
“Nunca se preocupó por entender la
distancia entre Cristo y su imagen tallada en madera.” P. 59
“Sus miedos, igual que sus
creencias, eran siempre de corte místico, relacionados con el final de los
tiempos, el juicio último, el rostro de Dios Padre o las garras de Belcebú.” P.
62
“Dios como un cáncer, como un poder
caprichoso que se divierte haciendo sufrir a quienes no lo merecen, que apuesta
con soberbia la vida de algunas personas para poner a prueba la fe de otras.”
P. 64
Manu
“…jefe, dicho así, como regañando
anticipadamente a los subordinados desde la primera letra. Una jota que era ya
un rasguño, un oprobio, una ofensa disfrazada de resbaladilla.” P. 69
“…no es correcto aunque sea normal.”
P. 75
“…brindaban porque el futuro del país
no fuera el que se antojaba más próximo: un doloroso y desolador rastro
humano.” P. 78
La
eternidad
“Estaba en el punto medio entre el
miedo y el morbo.” P. 83
“Quizá era un ser divino o
semidivino. O por lo menos improbable y único.” P. 83
Estación
Eloy
“…memorizando de forma inconsciente y
calculando de manera primitiva.” P. 91
“…intuyendo el tiempo y el espacio
sin llegar a entenderlo realmente. Su materia, su espíritu y la enorme máquina
que ambos acarrean como un segundo cuerpo, son una acción.” P. 92
“Las cosas mismas parecían nerviosas
en las manos de Rodrigo, como trémulas, en espera de un salto final que las
haría volar por los aires y aterrizar hechas añicos.” P. 95
“Tenía esa sensación que genera la
mediocridad en los espíritus emprendedores, que oscila entre ternura,
repulsión, comprensión y lástima, en proporciones semejantes.” P. 96
“…hay personas que tienen la función
de permanecer siempre abajo para que los demás puedas ascender, para que el
orden del mundo se conserve.” P. 96