domingo, 31 de enero de 2016

Encarnación de una generación quemada - David Foster Wallace (cuento)




"Encarnación de una generación quemada" es un cuento de David Foster Wallace (escritor estadounidense, 1962-2008). Su novela más popular es La broma infinita, y fue un autor muy prolífico, a pesar de su relativamente corta carrera antes de su suicidio en 2008.

Este cuento se publicó por primera vez en su libro Oblivion: Stories (2004), en 2009 en la revista Square e incluido en la compilación Generación quemada (una antología de autores norteamericanos) (Siruela, 2005), a la que da nombre.

Este relato es, literal y metafóricamente, una pieza ardiente. Inicia con un grito de dolor del que se sabe la razón en muy poco tiempo, es una carrera de obstáculos invisibles y sumamente dolorosos.

Con un narrador omnisciente y un final abierto nada favorecedor, Foster nos ofrece una narración tan breve como un alarido y que sin duda permanecerá en nuestra memoria. Como bien lo afirma en esta encarnación,  "If you've never wept and want to, have a child".

Pueden leer la versión original en inglés en este enlace.



Encarnación de una generación quemada


El papá estaba al otro lado de la casa instalando una puerta para un inquilino cuando oyó los alaridos del niño y la voz de la mamá que se alzaba entre los gritos. Era una persona que se movía deprisa y, como el porche trasero daba a la cocina, antes de que la puerta mosquitero se hubiera cerrado a sus espaldas con un portazo, el papá abarco con la mirada toda la escena, la olla volcada sobre el suelo de baldosas delante de la cocina, la llama azul del quemador y el charco de agua en el suelo todavía humeante que se extendía en muchos brazos, el pequeñín con su abultado pañal, rígido, con el pelo despidiendo vapor y el pecho y los hombros de color escarlata, los ojos en blanco, la boca abierta y desencajada que de algún modo parecía independiente de los sonidos que emitía, la mamá, una rodilla en tierra, que lo secaba inútilmente con el paño de la cocina y que respondía a los aullidos del niño con sus gritos, histérica, casi paralizada. Una de sus rodillas y los suaves piececitos descalzos estaban aun en el charco humeante, y el primer movimiento del papa fue coger al niño por los sobacos, alzarlo y llevarlo al fregadero, de donde aparto los platos y abrió el grifo al máximo para que subiera el agua fría del pozo y corriese sobre los pies del niño, mientras con la mano ahuecada recogía y derramaba o arrojaba más agua fría sobre la cabeza, los hombros y el pecho, con el deseo, antes de nada, de ver que dejaba de salirle vapor, la mamá, junto a su hombro, siguió invocando a Dios hasta que la mando a por toallas y gasa si la tenían, el papá que se movía con rapidez y precisión, la mente masculina vacía de todo excepto de capacidad de decisión, sin percatarse todavía de con cuanta suavidad se movía o de que había dejado de oír los alaridos porque oírlos le habría paralizado y le habría impedido hacer lo que tenía que hacer para ayudar a su hijo, cuyos gritos eran tan regulares como su respiración y duraban tanto que se habían convertido en otra cosa más de la cocina, algo más que era necesario evitar deprisa. Fuera, la puerta lateral del inquilino montada sólo a medias colgaba de la bisagra superior y se movía ligeramente a causa del viento, y un pájaro posado en el roble al otro lado del camino que llevaba a la casa parecía observar la puerta con la cabeza ladeada mientras del interior seguían saliendo gritos. Las quemaduras más graves parecían ser las del hombro y el brazo derechos; el rojo del pecho y del estomago estaba transformándose en rosa bajo el agua fría y las tiernas plantas de los pies no tenían ampollas que el papá pudiera ver, aunque el pequeñín todavía apretaba los puños y chillaba, pero ya únicamente como reflejo por el miedo que el papá sólo más tarde sabría que creyó posible, la carita hinchada y las venas que sobresalían como cuerdas en las sienes y el papá seguía diciendo que estaba allí, que estaba allí, mientras la adrenalina disminuía y la indignación con la mamá por permitir que sucediera aquello empezaba a acumularse en volutas en el fondo de su espíritu aunque todavía a horas de distancia de que llegara a expresarla. Cuando la mamá regresó no estaba seguro de si convenía envolver al niño con una toalla o no, pero la mojó y lo envolvió apretando y luego alzó al bebé para sacarlo del fregadero y colocarlo en el borde de la mesa de la cocina para calmarlo mientras la mamá trataba de ver el estado de las plantas de los pies, y agitaba una mano en las proximidades de su boca al tiempo que profería palabras sin sentido y el papá se inclinaba hasta que su rostro estaba a la altura de la cara del niño sobre el borde ajedrezado de la mesa, y repetía la obviedad de que estaba allí al tiempo que trataba de calmar los gritos del pequeño, si bien el niño aún chillaba de manera entrecortada, un sonido agudo puro brillante, que podría haberle parado el corazón, y los labios mordisqueados y las encías que ahora parecían teñidas con el azul suave de una llama baja pensó el papa, mientras el niño gritaba de dolor como si aún estuviera bajo la olla volcada. Un minuto o dos como aquellos, que parecieron mucho mas largos, con la mamá al lado del papá hablando con voz cantarina ante el rostro del niño y la alondra en la rama y con la cabeza ladeada y la bisagra que comenzaba a mostrar una grieta blanca por el peso de la puerta inclinada hasta que la primera voluta de vapor salió, perezosa, por debajo del borde de la toalla que envolvía al niño y los ojos de los padres se encontraron, desorbitados: el pañal, que cuando retiraron la toalla y recostaron al pequeñín sobre el hule ajedrezado y despegaron los velcros reblandecidos y trataron de quitárselo, se resistió levemente con acompañamiento de nuevos alaridos; el pañal estaba caliente, el pañal de su bebé les quemaba las manos y vieron entonces donde había caído la mayor cantidad de agua y donde se había acumulado y había estado quemando al pequeñín todo aquel tiempo mientras aullaba para que le ayudaran y no lo habían hecho, no lo habían pensado y cuando se lo retiraron y vieron el estado de lo que estaba allí, la mamá pronunció el nombre de su Dios y se agarró a la mesa para mantenerse en pie mientras el padre se volvía y lanzaba un directo al aire de la cocina y se maldecía a sí mismo y al mundo, aunque no por última vez, mientras su hijo podría haber estado dormido ahora si no fuera por el ritmo de la respiración y los minúsculos movimientos convulsos de sus manos en el aire por encima de donde estaba tumbado, las manos del tamaño del pulgar de un adulto que habían agarrado el pulgar del papá en la cuna mientras miraba el movimiento de la boca del papá al cantar, la cabeza de lado y dando la sensación de ver algo mucho mas allá, con una mirada que causó al papá un extraño sentimiento de desamparo. Si no has llorado nunca y quieres hacerlo, ten un hijo. Te romperá el corazón dentro del pecho, eso es lo que hará un hijo, es la gangosa canción que el papá oye de nuevo como si la dama del country estuviera allí con él contemplando lo que habían hecho, aunque horas mas tarde lo que el papá menos se perdonaba era lo mucho que deseaba un cigarrillo, precisamente entonces, cuando le pusieron un pañal como mejor sabían, hecho de gasa y dos toallas pequeñas cruzadas y el papá lo alzó como un recién nacido con la cabeza en la palma de una mano y lo llevó corriendo hasta la furgoneta recalentada y quemó los neumáticos todo el camino hasta la ciudad y la sala de urgencias de la clínica, con la puerta del inquilino colgando abierta todo el día hasta que cedió el gozne, pero para entonces era demasiado tarde, cuando la cosa no cesaba y ellos no lograban detenerla y el niño había aprendido a abandonarse y contemplar todo lo que quedaba por suceder desde un lugar mas alto, y lo que se hubiera perdido carecía ya de importancia desde entonces, y el cuerpo del bebé se expandió y anduvo de aquí para allá y recibió mensualidades y vivió su vida sin que nadie lo habitara, una cosa más entre las cosas, su alma suspendida en lo alto como una nube de vapor, cayendo como lluvia y luego alzándose, el sol arriba y abajo como un yoyo.

sábado, 30 de enero de 2016

Filosofía de hielo y fuego - Bernat Roca, Francesc Vilaprinyó y David Canto





Filosofía de hielo y fuego. Las claves para comprender Juego de tronos (Ediciones B, 2014) de Bernat Roca (1976), Francesc Vilaprinyó (1977) y David Canto (1980) es una compilación de ensayos de los tres autores en torno a la famosa serie de televisión de HBO Juego de tronos, que está basada en la popular saga de literatura fantástica Canción de hielo y fuego del escritor estadounidense George R. R. Martin, de la que se han publicado 5 de los 7 enormes libros que la conformarán y que espero leer cuando esté completa.



El Trono de hierro, sitial del rey de los Siete reinos



El libro está dividido en tres partes: en la primera se analiza a los personajes masculinos (Robert Baratheon, Eddard Stark y Tyrion Lannister, entre otros), en la segunda a los femeninos (Melissandre, Daenerys Targaryen o Cersei) y la tercera es una especie de caja de Pandora que presenta lo mismo descripciones profundas de ciertos personajes ("La bella y la bestia: Sansa y Sandor, Shae y Tyrion") que de sitios específicos y hechos particulares ("Los ejecutores de Poniente"). Cada página contiene datos indispensables para penetrar en el universo de Martin, y en diversas ocasiones comparan la saga con la serie o menciona los cambios realizados en la adaptación televisiva, y también habla de los actores que interpretan los increíbles papeles creados para el universo de Poniente.

Como bien lo mencionan los autores en la Captatio benevolentiae, este libro es una búsqueda,  indaga los aspectos más humanos de todos los personajes, y mediante análisis freudianos logra revelar los aspectos más intrínsecos de cada uno. Cada capítulo inicia con un epígrafe esencial y finaliza con una pequeña sección con lo fundamental para comprender el perfil o las acciones del personaje en cuestión.

A pesar de los posibles spoilers de los Siete Reinos para las personas que no han leído la saga o visto la serie (al menos hasta la temporada 4 o la segunda parte del libro Tormenta de espadas), ésta es una guía básica de tres especialistas para resolver algunos de los principales enigmas de Juego de tronos o para tener una perspectiva diferente de sus personajes principales.

Los autores acreditan sus reflexiones evocando la sabiduría de otros filósofos como Heráclito de Éfeso, Maquiavelo o Nietzsche, de escritores como Conrad o Shakespeare y de personajes históricos como Calígula o Alejandro Magno, lo que resulta en tesis mucho más desarrolladas y completas.

Uno de los peculiares descubrimientos que tuve con este libro fue la declaración de Martin sobre cómo surgió Canción de hielo y fuego:


Las tortugas siempre han sido mi emblema, supongo. 
Son las únicas mascotas que podía tener. 
Les ponía nombres y como vivían en un castillo de juguete 
decidí que eran caballeros y reyes… e inventaba historias 
sobre cómo se mataban entre ellos y se traicionaban y luchaban por el reino. 
Así que ‘Juego de Tronos’, de hecho, empezó con tortugas. 
Me dediqué luego a sustituirlas por humanos.


En cuanto al gusto de Martin por matar a sus personajes todo el tiempo (sin exagerar), sobre todo en el capítulo de "La boda roja", sus lectores han creado infinidad de memes y chistes al respecto, como ocurre con el atraso en las publicaciones de los últimos dos libros.







Martin lo ha advertido ya: "Quiero que mis lectores y mis espectadores tengan miedo cuando mis personajes están en peligro, quiero que teman pasar la página porque puede que el personaje no sobreviva".





Roca creó el blog Juego de tronos y la filosofía, en el que también colabora Vilaprinyó, donde publican diversas e interesantes temáticas históricas, literarias o filosóficas relacionadas con Juego de tronos.

En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2014 el libro tuvo mucha publicidad en el stand de la editorial:








Otra idea genial de la editorial: las tazas


El libro está a la venta en Amazon y Librerías Gandhi.

Por último, ¡sólo queda recordar que el próximo 24 de abril se estrenará la temporada 6!




viernes, 29 de enero de 2016

Agenda del suicidio - Pablo Raphael





Agenda del suicidio (Tumbona ediciones, 2011) de Pablo Raphael (escritor mexicano, 1970) es el primer libro de cuento del autor y con el que se hizo acreedor al Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen.

Esta compilación tiene la particularidad de girar en torno a las vidas ficcionalizadas de algunos escritores que terminaron con sus días por mano propia. El ángulo del narrador en tercera persona, que conoce detalles y particularidades del suicida como si de alguien cercano se tratara, abre numerosas posibilidades, pues son testimonios que arrojan luz a los resquicios que permanecen en la penumbra.

Bajo el epígrafe "En Atenas se castigaba el suicidio; al cadáver se le privaba de la sepultura, su mano derecha era amputada y enterrada en otro lugar",  de Pierre Moron, los relatos de Raphael se agrupan como lastimosos recuerdos de aquellos que prefirieron elegir el día y la hora para abandonar su cuerpo tras legar fascinantes obras creativas a sus semejantes.

El suicidio es un acto que, a pesar de estar documentado a lo largo de la historia del hombre, generalmente ha sido condenado por la religión o la moral, pero existen diversos filósofos que lo han justificado como Séneca, Hume, Nietzsche o Schopenhauer, quien afirmó que “es manifiesto que nada hay en el mundo sobre lo cual tenga cada uno un derecho tan indiscutible como su propia persona y vida”.

"El error de la liga Witte" declara la posibilidad perdida, décadas antes del horror, de exterminar al genocida que creó el holocausto.

En "Trofeo para Idaho", el narrador es encarnado por una figura paterna y conciliadora que a cambio de unos dólares, revela lo más íntimo, los "secretos profesionales" con los que ha reconstruido la biografía de uno de los narradores más afamados del siglo pasado, Ernest Hemingway.

"El naufragio del sol" describe las cartas-augurios escritas con una sola palabra en las cáscaras de dos naranjas que anuncian la muerte del escritor Yukio Mishima, junto con un paquete con sus últimos textos, justo como los recibidos por su editor.

"Portbou, el último pasaje" revela traducciones, manuales de usuario con inserciones literarias, fronteras, accidentes mortales, hostilidad política e instrucciones que a través de recuerdos piden encontrar un instrumento musical muy significativo.

El trabajo del autor es el del más aplicado de los detectives, el de un cuidadoso orfebre que engarza piedras preciosas pulidas para crear sensibles maravillas. Raphael no defiende el suicidio de ninguno de ellos, pero sí intenta colocar todas las piezas de un rompecabezas en el que el jugador renunció antes de concluirlo, otorgando un paisaje mucho más profundo y nítido en donde sólo había huecos.

El club de los suicidas  (1878) de Robert Louis Stevenson, Réquiem por un suicida  (1993) de René Áviles Fabila, Escritores suicidas (2001) de Héctor Gamboa o La tienda de los suicidas (2007) de Jean Teulé  son sólo algunos ejemplos de obras en las que la intrigante cuestión del suicidio se ha manifestado. En la ficción y en la no ficción, éste es un tema tanto inevitable como interminable, una ramificación de la muerte sobre la que sólo queda especular.

"Eternos instantes previos", uno de mis textos mensuales en la Revista VozEd, habla precisamente de las peculiares fotografías que por diferentes motivos fueron tomadas segundos antes de la muerte de la persona retratada. En algunos casos eran suicidas.

Del síndrome de la mano ajena o extraña surge "La mano anárquica", cuento en la misma línea de “La mano insomne” de Mariana Rergis, que describe a través de una compilación te textos, la estrafalaria vida y muerte de Bruno Lot, un personaje popular entre sus congéneres por más motivos que los literarios.

El libro se puede conseguir en Librerías Gandhi o directamente en la página de la editorial.

Para finalizar, transcribo las mejores frases del libro:


A esta hora el agua

"En toda la tierra y por unos segundos nadie piensa en ella." p. 10

"...los gritos para llamarla son en realidad para llamarse entre ellos..." p. 11


La respiración desplegada

"...decidió convertirse en una especie en extinción y para hacerlo tenía que encontrar a especies parecidas a la suya." p. 25

El error de la liga Witte

"Hay tres posibilidades para mí: el cadalso, el suicidio o un futuro tan brillante que no me atrevo a pensar en ello." p. 36

"El asco recorría mi estómago mientras mi lengua se encargaba de deleitar sus oídos." p. 37


Trofeo para Idaho

"Y no había noche, ni bebida, ni objeto que pudiera calmar las ganas de una nueva víctima. Era un acumulador. En sus manos y con sus manos tenía la posibilidad de conseguir la última pieza que le faltaba. Se decidió y colocó esa pieza, ese animal, en la mira: el miedo mismo. Siempre dijo de sí que era un hombre extraño y más que creerle yo lo comprobaba en cada una de sus manías, en la forma de contradecir todo lo que se le decía..." p. 43

"Era un experto, revisó los cartuchos, acarició el gatillo, se detuvo unos segundos en la mira, giró la escopeta hacia su cuerpo y calmó el fuego y el miedo, la respiración nerviosa de su último trofeo." p. 46


El olvido del mundo 

"...reconociéndose como el alma que lleva muchas décadas arrastrando a un cuerpo con la memoria despedazada." p. 53


El uno y su doble

"...los críticos no tienen noción del espacio y por eso no caben en ningún sitio." p. 57

"vivía atormentada por la duda de la infidelidad, tanto de la propia como la que pudiera cometer su marido." p. 61

"Se puede negar, se puede coincidir, incluso de puede cambiar de opinión. Pero poner en duda la palabra de alguien es algo que insulta." p. 64

"...sólo era capaz de encontrar la verdad en la contradicción que hay en el gusto de dudar." Ibídem

"Los años habían agotado las estrategias." p. 67

"Ver que una persona muere es como dar dos pasos. El primero es fácil y ligero, el siguiente pesa dos toneladas." p. 73


Días conjugados

"...una vida donde la tragedia fue siempre silenciosa." p. 89

"...en la lectura de esa historia las lágrimas escurrieron con el desasosiego de aferrarse irremediablemente a lo que hace daño." p. 91


Portbou, el último pasaje

"Pero si hablamos de escalones, cuando un pie no ejerce la presión que garantice el equilibrio, la caída será, casi siempre, mortal." p. 108

"Nadie sabe qué hacer con una persona cuando ésta muere en sus brazos, nadie sabe cargar con un muerto en las espaldas o en los brazos." p. 112

"...la culpa y el miedo son dos consejeros que siempre llevan al fracaso." p. 114


La mano anárquica

"Se fue matando ante nuestros ojos sin que nadie quisiera o pudiera hacer nada." 

"Le encantaba estar borracho, Lo vivía como una liberación, como una manera de entender el mundo, de sobrevivir." p. 123

"¿Quién diría que apagar y prender un interruptor pudiera ser algo demencial? Los cuarenta y cinco intentos de tu izquierda no fueron suficientes para vencerte con cuarenta y seis. Ahora el insomnio y la noche." p. 126



domingo, 24 de enero de 2016

Irreverencias maravillosas: Los monstruos que nos habitan



El texto de este mes para Irreverencias maravillosas, mi columna mensual en la Revista VozEd, busca las razones por las que los monstruos, esos seres extraños y misteriosos que muchas veces provocan terror con su sola presencia, nos han atraído desde siglos atrás y han estado presentes en nuestras vidas desde entonces. 

La versión completa del texto se encuentra en este enlace de la revista


Los monstruos que nos habitan

No hace falta conocer el peligro para tener miedo;
de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor.
Alexandre Dumas

LA PALABRA MONSTRUO viene del latín monstrum (maravilla o prodigio) que deriva de la raízmonere (advertir, avisar). Sus primeras acepciones incluían deformidades físicas y espantosos seres irreales, pero actualmente incluye también aspectos amorales o despiadados del comportamiento del ser humano, mismo que puede comprenderse con algún acercamiento a la psicología y al psicoanálisis.

Criaturas vistas en viajes hechos entre 1788 y 1789 de China a la costa noroeste de American.

Uno de los arquetipos de la psicología analítica de Carl Gustav Jung es la Sombra, lo inconsciente de la personalidad, todo lo opuesto al Yo, puede tener un carácter personal o colectivo y era representada a través de figuras despreciables, como monstruos y demonios. Jung la describía de la siguiente manera: «…en el hombre inconsciente justamente la sombra no sólo consiste en tendencias moralmente desechables, sino que muestra también una serie de cualidades buenas, a saber, instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc.». Los monstruos representan en su totalidad esa sombra, lo que no podemos ser pero que anhelamos en la intimidad. Nos reflejamos en ellos. El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886), novela de Robert Louis Stevenson, muestra a la perfección esta dualidad del ser humano: mientras el doctor Jekyll es un hombre que actúa conforme a todas las normas sociales, su antagonista, el señor Hyde, ser en el que se transforma después de consumir cierta pócima, se regocija en el comportamiento más reprobable que puede ejercer.


El actor Hobart Bosworth en su papel de doctor Jekyll, 1908.

La mitología y literatura de distintas culturas están plagadas de leyendas muy similares, de seres monstruosos e historias fantásticas, y el terror que han creado desde cientos de siglos atrás ha servido para acercar y unir a los seres humanos. Un magnífico ejemplo literario son los bestiarios fantásticos, y entre las distintas obras que podrían identificar con lo monstruoso se encuentran Frankenstein (1818), novela de Mary Shelley que refleja el temor por el «desafío a lo divino» que podría significar la Revolución Industrial, o el poema «Jabberwocky» (1871), de Lewis Carroll, que manifiesta los descubrimientos en geología y paleontología de la época en las ilustraciones del extraño y siniestro ser descrito.

Ilustraciòn del Jabberwock por John Tenniel.

Con el surgimiento del cine clásico de horror, este género encontró vías mucho más lucrativas: a través de la pantalla grande, los directores de cine pudieron explotar los temores reprimidos de su audiencia. En The vampire (1913) aparecen las primeras vampiras atractivas que modifican la percepción general sobre un tema satanizado. Drácula (1897), novela de Bram Stoker, fue adaptada por primera vez a la pantalla grande en 1920, y su protagonista, un vampiro seductor, representaba la maldad misma, por lo que también causaba repudio. El fantasma de la ópera, adaptación de 1925 de la obra literaria de Gastón Leroux, donde el personaje principal tiene desfigurada una parte del rostro que mantiene oculta y es dueño de un porte impecable, resultando en misterio y atracción. Nuestra señora de París, novela de Víctor Hugo que cuenta con 6 adaptaciones cinematográficas desde 1905, muestra a un personaje amorfo que finalmente logra ser amado. Una de las hipótesis de mostrar a personajes peculiares es la de crear una mayor aceptación por parte de la población hacia las personas afectadas debido a las numerosas guerras y los conflictos armados.


Diálogo de El fantasma de la ópera

Tras la increíble y fiel adaptación a la radio de la novela La guerra de los mundos de H. G. Wells por Orson Welles, en 1938, la llegada del hombre a la Luna y la amenaza de la Guerra Fría, las invasiones alienígenas ganaron espacio en cintas como The Day the Earth Stood Still The Thing from Another World (1951), It Came from Outer Space (1953) y la película de serie B Plan 9 from Outer Space (1959).
En 1954, nueve años después de los bombardeos a Iroshima y Nagasaki, se produjo la película Godzilla, cuyo protagonista, un inmenso monstruo reptiloide, resultado de la radiación, devastaba todo a su paso, imitando el desastre en ambos sitios después del ataque.


Godzilla

La temática principal en los inicios de la década de los 70 fue lo demoniaco o satánico específicamente en personajes infantiles, donde sobresalen El bebé de Rosemary (1968), la saga de El exorcista (1972) y la de La profecía, que inició tres años después. Una de las posibles explicaciones es que en ellas se representa la preocupación social norteamericana por la revolución sexual y el amor libre pregonado por los hippies.
En la década de los 80, la saga de Terminator retrató la desconfianza a las nuevas tecnologías y a la rebelión de las máquinas, como lo hizo también Blade Runner (1982), basada en parte en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick.
Pero también existen, y son muy numerosos, los monstruos que no se pueden reconocer a primera vista, y esos son, muchas veces, los más peligrosos, como los psicópatas o los asesinos seriales. Respecto a lo anterior, el autor David Schmid ha publicado, entre otros, los libros Natural Born Celebrities: Serial Killers in American Culture y The Devil You Know: Dexter and the ‘Goodness’ of American Serial Killing. El escritor Norman Mailer declaró que los auténticos monstruos eran aquellos que escribían libros maravillosamente dulces, de ahí que se pueda extrapolar a la idea de que quienes se comportan de manera extraordinaria, puedan ser en realidad, o por debajo de la piel, los seres más atroces. Además, los monstruos más temibles son aquellos con características humanas, pues fungen como espejos de nuestra Sombra.

Jeffrey Dahmer, un carismático y popular asesino serial norteamericano.


En Speaking of Monsters: A Teratological Anthology, uno de los múltiples libros del doctor John Edgar Browning, explica respecto a los monstruos que «Él o ella puede provocar empatía o pathos, lo que nos obliga a reconocer su monstruosidad como nuestra y así abrazar lo que una vez nos enseñaron a odiar».
El terror, en cualquier de sus facetas, nos fascina porque lo sabemos irreal, porque inconscientemente nos otorga cierto placer, genera un miedo consciente y temores gratificantes. La empatía con lo monstruoso nos hace comprender nuestros propios miedos y sus orígenes, y conocer sus más ocultas motivaciones nos vuelve partícipes, cómplices; pero también abriga el temor a la imitación y denota cierta misantropía: se prefiere lo diferente por rechazo a lo humano.
Los monstruos, que antes fungían como un augurio, se han convertido en un espectáculo fascinante, la Sombra ha cobrado una forma real y ya no se esconde, sino que busca todas las superficies posibles para mostrar que está presente todo el tiempo, aun cuando la luz pretenda abarcarlo todo para otorgar seguridad. Finalmente, y recordando a Jung, «Uno no se ilumina imaginándose figuras de luz, sino tornando la oscuridad consciente».~