La calle del silencio (Ediciones B,
2015) de Guillermo Julio Montero (escritor y psicoanalista argentino, 1953) es
la primera novela del autor. Con ella obtuvo la Mención Honorífica del Certamen
Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2012, y fue publicada al
siguiente año por el FOEM (Fondo editorial Estado de México) con el título
Zurcido invisible, mismo que cuenta
con un emotivo book trailer.
La obra
está dividida en cuatro partes: La Casa Violeta, Ahora, Antes y Después, y
predomina la narración en tercera persona. Resalta la omisión de signos de
puntuación específicamente en la narración en primera persona, que recrea el
raudo pensamiento de los personajes y una inevitable ráfaga de sentimientos
vertiginosos.
En
una obra donde los nombres de la mayoría de sus personajes son remplazados
fácilmente por adjetivos, cabe destacar el significado de los nombres de los
personajes principales: Vera (fe) y y Víctor (vencedor). Vera es una pianista
que está «tratando de componer una nueva melodía» y que vive entre recuerdos y
partituras, arpegios, sonatas, nocturnos y valses. Víctor es un fotógrafo que
«está buscando una fotografía que exprese lo que está sintiendo» y cuya mente lo
visualiza todo a través de enfoques y escenas, de significativos y peculiares
cuadros mentales que representan todo lo que experimenta a través de los días.
Ambos
están huyendo de su pasado, de dos acontecimientos nefastos que ocurrieron
durante el mismo día en sitios relativamente cercanos, que aún no se logran explicar y que los persigue como
su propia sombra, como una herida intangible que a pesar de convertir el pasado
en un sentimiento de nostalgia interminable, también alberga la posibilidad de
ofrecerles algo mejor ahora.
Víctor vuelve a un lugar que no sólo lo transformó a él décadas atrás para descubrir que una sola palabra, similar a la peor de las blasfemias, puede evocar desgracias y será repudiada por todo el que la escuche, pero que no por no ser mencionada deja de existir, sino que permanece estática en el dolor y la memoria.
Otro
personaje peculiar es Santa Dimpa, «patrona de los enfermos nerviosos, de las
personas con desórdenes mentales y neurológicos, de los frenópatas, de los epilépticos, de los orates, de los neurasténicos, de las víctimas del incesto,
de los sonámbulos, de los posesos…», una hermosa adolescente que vivió
durante el siglo VII, martirizada y víctima de filicidio, a quien Vera le
otorga una voz propia gracias a su imaginación.
Esta
historia se desarrolla en la década de 1980 en Estación Esperanza, una pequeña
localidad alejada y estancada en el tiempo, paralizada por aquel polvo que
cubre a lo que permanece estático tras un evento adverso que no se logra descifrar
ni comprender, y donde destaca La Casa Violeta, el hogar de Vera. Ésta albergó,
durante varios años, a tres mujeres de tres generaciones distintas, cada una
con una fijación específica: su abuela coleccionaba imágenes de santos
espeluznantes a los que veneraba todos los días, su madre realizaba alta
costura e invadía el espacio con innumerables retazos de diversos colores y
formas, y Vera, ya adulta, coleccionó historias y fotografías de sus propios
alumnos que suplieron a su familia fragmentada por la atrocidad cometida contra
ella por uno de sus propios integrantes.
Como
una maldición, Estación Esperanza repite un siglo después la trágica historia
de la estancia El Silencio, misma que dio origen a este pueblo que conservó la fe
como escape o protección incluso contra si mismos, a pesar de lo cual sobrevino el desastre.
La calle del silencio es una novela
construida con música y fotografía, que involucra todos los sentidos y sentimientos
profundos y nos transporta a un sitio tan ficticio como cercano.
Pueden encontrar el libro en Librerías Gandhi, El Sótano y El Péndulo.
Para
finalizar, transcribo algunas mis frases favoritas de la novela:
«date cuenta de que tengo miedo de nosotros»
p. 15
«Los
odia por las sonrisas artificiales, por las muecas que pretenden una
familiaridad equivocada.» p. 18
«El
juego del rodaje, el único remedio que conoce contra la angustia.» p. 29
«Pero
don Peregrino respeta el silencio de todos, por más que sabe todo lo que pasó.»
P. 63
«El
peso del tiempo transformaba el ascetismo en una escenografía recargada que diluía
el presente, despidiendo un olor a eternidad que amenazaba catástrofes.» P. 95
«Ofreciendo
todas una oferta inmóvil de consuelo múltiple y simple redención.» P. 97
«Sé
que es un instante porque es así como comienzan todas las cosas.» p. 104
«Por
primera vez en su vida oyó un silencio que lo agujereaba.» p. 128
«La
sensación de que el alma se les había caído en alguna parte, o que preferían
dejarla olvidada en Estación Esperanza.» p. 132
«quiero dibujarle en la palma de la mano
algunas líneas favorables que modifiquen el destino que no sé por qué imagino
desfavorable siempre desfavorable» p. 195
«Se
quedará quieto, en su lugar, temiendo que alguna intervención sobre la realidad
pueda quebrar el instante mágico.» p. 198
«Así
como hay composiciones que comienzan con silencios, y que esos silencios son
funcionales a toda la melodía que va a desarrollarse, algunas relaciones
comienzan de la misma manera: con silencios.» p. 201
«El
silencio representará el inicio de una historia compartida.» p. 207
«El
tiempo pasa, pero hay situaciones que quedan como señales que nos marcan para
siempre.» p. 221
«Por
todos lados veías, olías, oías ese silencio que evitaba nombrar el espanto, y
que lo agigantaba sin que nadie se diera cuenta.» p. 226
«Le
impactará que lo que había pasado parecía haber logrado detener el tiempo.» p.
235
«Ese
tipo de silencio que cumple con una función porque existe aunque no se le
nombre, y existe porque está escrito y nadie quiere evitarlo.» p. 260
«Volverá
entonces a uno de los ejercicios de imaginación que prefiere: suponer cada vez
que llega a algún lugar que las personas y situaciones que ve han sido
cuidadosamente preparadas para mostrar aquello que quieren representar…» p. 272
«el olvido lo dijimos nuestra primera noche
es algo que libera» p. 274