domingo, 14 de julio de 2013

Entelequia

 The Chamber of Dry Prodigies - José Hernández


-Hay ausencias que representan un verdadero triunfo
-articuló increíblemente Oliveira.’
Julio Cortázar


Para J.F.


Despierto diario con la misma pregunta en la cabeza. A muchos otros iluminados les había ocurrido lo mismo, ¿por qué no podría formar yo parte de ese grupo? La ficción se ha vuelto la finalidad de mi existencia y la forma oral siempre gana a la escrita, la historia que debo relatar me carcome la mente y no decido dejarla salir, darle vida y traerla al mundo. Pero he de contártela antes.

Sabes que siempre somos ella y yo, con mi eterno síndrome de persecución, pero ahora también están ellos. No importa saber quiénes son, sino lo que hacen; el sentido o sinsentido de sus acciones, de la búsqueda.

Está búsqueda mutua necesaria pero importuna, perseguido y perseguidor que alternan papeles dependiendo la representación. La observación se volvió parte de sus parámetros de selección, una observación escrutadora que no cesa, una especie de Gran hermano de las letras que supervisa el aprovechamiento de tu tiempo. Seres que se ocultan tras un rostro desconocido pero a quienes otorgamos las decisiones sobre nuestro futuro a través de un presente incierto y expectante. Si te da rabia de sólo pensarlo, ahora imagina lo que es vivirlo.

Para acercarme a ellos, nos hemos mudado. En una ciudad nueva es difícil saber el precio de las cosas, sobre todo de la tranquilidad, y hemos perdido la nuestra por un módico precio. Vivir en un cuarto piso en medio de esta selva tiene una única desventaja: los gritos se escuchan todo el tiempo. A diferentes distancias e intensidades, esos llamados incomprensibles a nuestros oídos no tienen significado alguno, pero podrían ser las más desesperadas de las convocaciones. Aullidos que interrumpen el sueño, alaridos que alejan la concentración y clamores que cortan el frenesí, aunque en ocasiones pueden hacer lo contrario.

Ocasionalmente salimos, y al volver, las carrerillas por llegar primero al apartamento resultan siempre de la misma manera: inician en la planta baja, pero de algún modo, ella siempre llega con un piso de antelación, debido a que su planta baja se convierte en el sexto piso, de forma que ella debe bajar solamente dos pisos, mientras yo subo tres. Para ambos, ese cambio de realidades es lo más usual e incluso predecible, una especie de pronóstico de lo anormal como algo ordinario.

Ir pasaporte en mano a cualquier lugar es imprescindible, pues no sabes dónde podrías terminar. Los afortunados, quienes que no vamos más allá de unas cuadras, logramos volver sin dificultad, pero los que osan cancelar sus planes intrascendentes abren posibilidades inimaginadas y hasta ese punto sólo posibles en realidad alternas en su (y quizá alguna otra) mente.

Hemos llegado a un punto en el que no preparar correctamente la calefacción es motivo de una discusión. De una separación momentánea que podría durar días, meses o incluso años. Ya no existen los triángulos amorosos, lo que vivimos ahora son hexágonos o heptágonos, relaciones tanto reales como imaginarias al servicio de la humanidad, vínculos desechables a la menor provocación, pues siempre existirán las sospechas infundadas. Sabes que es tanto el miedo a lidiar con nuestros propios horrores como el de afrontar la verdad.

¿Vienes a mí en busca de un consejo? Abriré una posibilidad que puede resultar peligrosa, por el efecto real que pudiera tener… recuerda que, a través de tu historia, siempre puedes matar a quien quieras.


Lola Ancira, México, 2013.

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