Reseña personal:
Generación quemada (una
antología de autores norteamericanos),
publicado en 2005 por la editorial Siruela,
es
un libro que reúne, en casi 300 páginas y gracias a los editores
italianos Marco Cassini y Matina Testa, diecinueve cuentos de
diferentes autores norteamericanos, como bien lo sugiere el título,
pero son específicamente estadounidenses y relativamente
contemporáneos. Cronológicamente, van desde
Ken
Klaus (1954) hasta Jonathan Safran Foer (1977), pasando por George
Saunders (1858), Judy Budnitz (1973), Myla Golberg (1971) y David
Foster Wallace (1962), entre otros, que Zadie Smith (escritora
británica, 1975)
definiría como Esos
escritores, con frecuencia muy diferentes en estilo entre sí, pero
que tienen en común cierta tristeza que emana de todos ellos.
La
edición no cuenta con prólogo, pero sí con un epílogo que dejaron
en manos de Zadie Smith, quien en algunas páginas explica el título
de la compilación (que originariamente fue Los niños quemados de
América), la razón de su creación y su relación personal con
los editores, creando así una clase de relato esclarecedor del
nacimiento del libro, del que puede dar una mejor crítica a través
de una mirada externa del contexto social de los escritores.
Transcribo una buena parte porque así lo creo necesario:
'Las
voces de esta antología forman un coro melancólico. (...) ¿por qué
tanta tristeza si la comunidad descrita en estas historias (y las
personas que las han escrito) está integrada sobre todo por
norteamericanos privilegiados, bien educados, con suerte, ricos, en
la mayoría de los casos blancos, anglosajones y protestantes? ¿Por
qué están “quemados” estos escritores? ¿Cuál
es el trauma que los ha llevado a esa situación? Dos cuestiones
parecen fundamentales: el miedo a la muerte y la publicidad. Las dos,
por supuesto, están íntimamente unidas. No existe la muerte en la
publicidad, ya que es un tema tabú, y esta generación ha visto
crecer la publicidad hasta convertirse en la estructura misma de la
vida. Por otra parte, la muerte se revela como el siniestro aguijón
que nunca imaginaron al final de la historia.'
Me
encuentro muy alejada de estos autores y en general, de la literatura
norteamericana actual, y llegué a este libro gracias a un joven
escritor mexicano, que es un muy buen amigo mío. Así que, gracias a
sus recomendaciones, aquí estoy, entre autores quemados, ese natural
miedo a la muerte y la modernización, entre máscaras electrónicas
adaptables que modifican la voz en ¡Se
hablar!™
de
George Saunders; un cáncer que se desearía fuera comunitario y no
individual en Cisternas
de Judy Budnitz; un infante que guarda el peligro y la
fatalidad en su pañal en Encarnación
de una generación quemada de
David Foster Wallace; dientes que crecen sobre la piel y se
multiplican sin razón aparente en Odontofilia
de Julia Slavin; muñecas Barbies
perfectas y con vida en un mundo paralelo en Una
verdadera muñeca
de A. M. Homes; polvos que crean dobles aún más insensibles que los
seres humanos en Sueño
de Shelley Jackson; una vida de inmundicia para la mayoría gracias a
la explosión demográfica en Videoapartamento
de Jonathan Lethem y un doloroso lenguaje simbólico que ha
sustituido a la palabra, cuando por alguna extraña y sentimental
circunstancia, se niega a ser dicha en Manual
para puntuar las enfermedades del corazón
de Jonathan Safran Foer. Pero también existen centros comerciales
que no pueden ser vistos, gusanos radioactivos, un perro que escribe
y personas que han expuesto su vida o han sido expuestas por
distintas razones en estas letras, que han sido escritas sobre
cenizas.
Generación
quemada debe su nombre al cuento breve de David Foster Wallace,
Encarnación
de una generación quemada,
un relato inmerso en la desesperación del protagonista y sus
progenitores, donde no se sabe qué es más doloroso, si vivir la
tragedia en carne propia y perder la consciencia siendo aún
consciente, o ser un observador incapaz de ayudar, tan prescindible
como todo lo externo pero tan sensible que sufre lo mismo por el
dolor ajeno que por el propio, por saberse en parte responsable y
negligente, al igual que la generación que precede a la generación
quemada.
La última y tercer parte del libro son las Notas bibliográficas, donde cada autor cuenta con un párrafo en el que se describe brevemente su obra y la fuente de su cuento seleccionado para esta antología. Entre otros datos interesantes, es en esta sección donde encontré que Jeffrey Euginides es el autor de The Virgin Suicides, novela de culto publicada en 1993 y llevada al cine en el 2000, por Sofía Coppola. La película es increíble y el soundtrack igual, me encantaría poder leer la novela pronto:
La última y tercer parte del libro son las Notas bibliográficas, donde cada autor cuenta con un párrafo en el que se describe brevemente su obra y la fuente de su cuento seleccionado para esta antología. Entre otros datos interesantes, es en esta sección donde encontré que Jeffrey Euginides es el autor de The Virgin Suicides, novela de culto publicada en 1993 y llevada al cine en el 2000, por Sofía Coppola. La película es increíble y el soundtrack igual, me encantaría poder leer la novela pronto:
Para
finalizar, cito de nuevo a Smith, que cita a Saunders y este a su vez
a Chejóv, como una especie de cita in cita, inevitable y
fenomenal:
'...
(la buena escritura requiere, “exige”, buen ser...) El “y
si...” es el motor de la ficción, está ahí para producir placer
y, cada vez más en los días que corren, iluminar el dolor. Nos
despediremos ahora con George Saunders en una entrevista en la que
citaba a Antón Chejóv, un escritor que hizo de los “y si...” el
lema de su vida.'
'La
gente no se cansa de decirme: “Pero pareces muy feliz”. Y es
verdad que lo soy. Pero me encanta esta cita de Chejóv: “Debería
haber un hombre con un martillo detrás de la puerta de cada hombre
feliz, para recordarle con sus martillazos constantes que hay
personas desgraciadas y que, por feliz que pueda ser, antes o después
la vida le enseñará los dientes”. Ésa me parece a mí que es una
función muy legítima de la literatura: precisamente la de golpearle
a uno la puerta. A mí me parece del todo natural decir: “Sí, la
vida está muy bien, pero no para todo el mundo. Y cuando no es
buena, son éstos los sentimientos que se tienen”.'
Algunas
de las frases memorables las transcribo a continuación,
núcleos dispersos en estas historias en las que abunda la inquietud:
“Entraba,
le ofrecía las galletitas, me sentaba y miraba a aquella chica a
cuyo lado había dormido meses y meses – cinco para entonces-, y la
detestaba.” P. 33
“Digamos,
por ejemplo, que no la he querido nunca, que lo que hay entre
nosotros no es más que un apaño doméstico, que nos desnudamos y
nos tocamos, que estamos juntos por comodidad, que nos faltan algunos
elementos de lo que normalmente llamamos amor.” P. 39
“Te
hacen sentir que puedes ver tus pensamientos flotando, oscuros, justo
debajo de la piel, como moratones.” P. 50
“¿Por
qué recurrir al teléfono para hablar con alguien que parece vivir
dentro de tu piel?” P. 59
“Pese
a todos, no hay nada en el mundo que desee tanto como creer a esta
criatura estúpida, tan llena de optimismo.” P. 102
“-Sabes
que me gustas mucho -le dije a Barbie.
-A
mí me pasa lo mismo -respondió, y por un momento no estuve seguro
de si le gustaba yo o se gustaba ella.” P. 140
“Me
froté contra la rayita, contra la parte posterior de sus piernas y
contra el espacio intermedio. La volví de espaldas, para poder
hacerlo sin tener que mirarle la cara.
Me
corrí muy deprisa. Me corrí por toda la Barbie y fue la experiencia
más horrible que he tenido nunca. El semen no se le quedaba encima.
No se adhería al plástico. Cuando terminé tenía en la mano una
Barbie cubierta de semen y era como si no supiera de qué manera
habíamos llegado a aquella situación."
P.
145
“...
si la realidad surge de las entrañas del artificio, entonces todo
el mundo cae de rodillas ante semejante prodigio. Será un dios
vivo.” P.163
“Un
día son niños y niñas y el siguiente delincuentes y toxicómanos.”
P. 167
“...libros
que, por lo inconexo de su relato y la vaguedad de sus metáforas,
están escritos para facilitar la transición al sueño desde el
estado de vigilia.” P. 193
“...
básculas para pesar pesadillas y calibradores para medir su
anchura.” P. 193
“...
en algún universo paralelo sólo visible por el rabillo del ojo...”
P. 193