Farabeuf
o
la crónica de un instante
(publicada y ganadora del Premio Xavier Villaurrutia en 1965, Séptima
edición por el FCE en 2009) fue la primer novela de Salvador
Elizondo (escritor, dramaturgo y traductor mexicano, 1932-2006). La
narración tiene una estructura circular y ha sido clasificada como
“un
clásico moderno de la literatura en lengua española.” y
“...es
un hito de fuego en la literatura contemporánea, una antorcha
hiriente que ilumina el aterrador instante [la agonía de un
torturado y destazado moribundo oriental] captado supuestamente
durante una revuelta del año 1900 en Pekín por un fotógrafo que
puso la plancha en las manos del doctor H. L. Farabeuf.”
Farabeuf
no es una novela convencional. En menos de 200 páginas y 9
capítulos, el autor relata la impresión que produjo en él la
fotografía de un supliciado ensimismado, misma fotografía que está
impresa en la página 145 del libro y que es del todo descriptiva, en
donde se muestra la tortura previa a una ejecución china llamada
Ling
Ching
o Leng T'ché, que
en español significa
'muerte
por mil cortes':
Elizondo
une el método de adivinación china del I Ching, un romance anclado
en el recuerdo, memorias confusas e inconclusas con las que se trata
de armar el enigma con el que inicia la novela, prácticas médicas
dudosas y fijaciones arriesgadas. Por crónica
de un instante, Elizondo
hace referencia a ese segundo en que es capturado el moribundo antes
de perecer, es su último instante de vida plasmado en un papel
fotográfico y todo el significado que su existencia pudo haber
tenido, la fuerza de la presencia que se esfuma y una esencia que se
desintegra en el plano terrenal, el momento preciso en que recibe la
inmortalidad, ya sin un cuerpo:
Fotografiad
a un moribundo —dijo Farabeuf—,
y
ved lo que pasa. Pero tened en cuenta que un moribundo
es
un hombre en el acto de morir y que el acto de morir
es
un acto que dura un instante —dijo Farabeuf—,
y
que por lo tanto, para fotografiar a un moribundo
es
preciso que el obturador del aparato fotográfico
acciones
precisamente en el único instante
en
el que el hombre es un moribundo, es decir,
en
el instante mismo en que el hombre muere.
La
fotografía —dijo el doctor Farabeuf— es una forma estática de
la inmortalidad.
Farabeuf
es un enigma construido por la erudición literaria y médica de
Elizondo, es una biografía “secreta” (aunque el término más
apropiado, en parte, sería“ficticia”) del Dr. Louis Hubert
Farabeuf (cirujano francés, 1841-1910), que escribió varios
folletos y un manual de cirugía, que incluso es mencionado por
Elizondo en la novela como un libro titulado Aspects
Médicaux de la Torture Chinoise, cuyo
supuesto autor
es
H. L. Farabeuf, jugando sólo con el orden de las iniciales del
nombre real del doctor.
Es
impresionante como una fotografía puede
activar un mecanismo de escritura capaz de generar todo un mundo
girando al rededor de esa primera impresión.
Esta
novela la leí en la facultad y gracias a ella conocí a este gran
autor, fue fascinante encontrar un libro tan desconcertante para mí
en ese entonces, y el cuadro cómico de 30 estudiantes viendo la
imagen de la fotografía impresa en el libro antes de comenzar su
lectura. Al terminar, me quedé con una sensación demasiado extraña,
pues a pesar de las especulaciones y los comentarios sobre que la
historia no seguía un hilo conductor muy específico (para mí claro
que lo tiene) o que no llegaba a nada o que la lectura era difícil
(sin alardear puedo decir que a mi me encantó, pues todos los temas
que Elizondo toca son de mi total agrado e incluso fascinación:
tortura, ejecución, instrumentos y prácticas médicas como
amputaciones y disecciones, tópicos fundamentales humanos como el
olvido, la memoria, el recuerdo y la afición de las relaciones
interpersonales y varios más) preferí dejar de lado esas críticas
y decidir personalmente, bajo mi criterio, sobre este libro y sus
implicaciones, como espero que ustedes también lo hagan.
Como dato extra, existe una web francesa muy bien documentada sobre la tortura china y los distintos métodos de ejecución, con fotografías y la información necesaria.
Este
símbolo aparece en el capítulo VI, mismo en que está impresa la
fotografía del suplicio, y me pareció lo más apropiado para
finalizar la reseña:
Es el número seis y se pronuncia liú. La disposición de los trazos que lo forman recuerda la actitud del supliciado y también la forma de una estrella de mas, ¿verdad? P. 154
Varias
son las frases memorables de Farabeuf,
a continuación transcribo algunas de mis favoritas:
“Es
preciso que yo lo reviva todo en tu memoria renuente...” P. 17
“Hemos
jugado a tocar nuestros cuerpos sobre esa superficie fría, a
besarnos en la imagen reflejada sin que nuestros labios se tocaran
jamás”. P. 24
“Es
necesario que no me atormentes con esa posibilidad de la memoria.”
P. 25
“Soy
capaz de imaginarme a mí misma convertida en algo que no soy, pero
no en algo que he sido; soy, tal vez, el recuerdo remotísimo de mí
misma en la memoria de otra que yo he imaginado ser.” P. 25
“...
a un grupo de dementes o de idiotas en una función de festival de
manicomio barato.” P. 33
“...
en esa actitud de entrega, en ese abandono que va más allá de la
vida, en ese solo instante en que, como en el coito, la desnudez y la
muerte se confunden y en que todos los cuerpos, (...) exhalan un
efluvio de morgue, de carroña conservada asépticamente, en que la
gasa impoluta recibe sin que apenas nos demos cuenta de ello, como si
fuera el escupitajo de un verdugo, una violenta salpicadura de pus.”
P.37
“Sabíamos
que la lluvia caía afuera... lejos de esa voluptuosidad que nos
mantenía unidos... unidos tal vez para siempre...” P. 49
“...
me refiero al hecho posible, aunque desgraciadamente improbable, de
que nosotros no seamos propiamente nosotros o que seamos cualquier
otro género de figuración o solipsismo... como que, por ejemplo,
seamos la imagen en un espejo, o que seamos los personajes de una
novela o de un relato, o, ¿por qué no?, que estemos muertos.”
P.65
“¿Quién
es ese hombre que lleva la noche consigo dondequiera que va?” P.69
“En
efecto, existe algo más tenaz que la memoria – pensó –: el
olvido.” P. 76
“El
olvido es más tenaz que la memoria.” P. 84
“-Hubieras
querido regalárteme muerta, ¿no es así?” P. 93
“Podríamos,
por otra parte, ser la conjunción de sueños que están siendo
soñados por seres diversos en diferentes lugares del mundo. Somos
el sueño de otro, ¿Por qué no? O una mentira.” P.96
“Somos
el pensamiento de un demente. Alguno de nosotros es real y los demás
somos su alucinación.” P. 96
“...
y cuando apareció se produjo en tu memoria, con el olvido, una
confusión lamentable.” P.128
“...
el suplicio es una forma de escritura.” P.135
“...
y comprendí que el dolor, de tan intenso, se convierte de pronto en
orgasmo.” P. 141
“Sólo
puede torturar quien ha resistido la tortura.” P. 149
“...
en el florecimiento de las vísceras que brotan a través de las
incisiones como los retoños de una primavera tenebrosa.” P.157
“¿Pretendes
escaparte hacia mi olvido, perderte en esa soledad hecha de sombras?”
P. 169
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