La venganza ha sido un elemento
fundamental en la historia de la humanidad. Para Samuel Johnson, literato del
siglo XVIII, «La revancha es un acto de pasión; la venganza de justicia. Las
heridas son vengadas; los crímenes son vindicados».
¿Qué
tanto es morir?
(Ediciones Arlequín, 2016) es la primer novela de Jaime Garba (escritor
mexicano, 1984). Ésta es la historia de el Kiko, un niño que termina en el peor
sitio después de que la tragedia y la miseria destruyen a su
familia: un albergue gobernado por una tirana y donde diversos abusos son una constante.
El autor ubica esta historia
de suspenso en el municipio de Jixtlán, en la ciudad de Zamora, Michoacán,
donde La Mera (Mamá Rosa), una mujer fuerte e imponente, dirige el albergue
Nuevo Amanecer (La Gran Familia). Se reconoce perfectamente el hecho real detrás
de la ficción: La Gran Familia fue fundado en 1948 y en 2014 un operativo
armado irrumpió después de recibir numerosas denuncias: el lugar se descubrió en
pésimas condiciones de higiene y cientos de menores de edad fueron rescatados
tras comprobar una situación bastante irregular.
Mamá Rosa fue defendida por
empresarios y políticos, entre ellos un expresidente de México, pues contaba
con una intrincada red de poderosos contactos que encubrieron por décadas abusos
y castigos brutales, violaciones, torturas y secuestros. Este albergue en
realidad era una farsa que muchos ayudaron a construir y, peor aún, a mantener,
y cuyas vulnerables víctimas (niños y adolescentes menores de edad) quedarían perturbadas
de por vida. Garba mostrará, a través de la ficción, que es precisamente
en esas mentes jóvenes donde se fragua la revancha perfecta, pues como lo afirmó
Honoré de Balzac dos siglos atrás, «En la venganza el más débil es siempre más
feroz». Y precisamente esta venganza resultará en una anhelada justicia por mano propia.
Nuevo Amanecer era un sitio
aparentemente maravilloso porque La Mera se encargó, durante la mayor parte de su vida, de lo que
nadie más quería responsabilizarse. Desapareció un gran problema para el gobierno y
la sociedad, pero bajo sus propias e ilícitas reglas. Lo que
ocurriera detrás de esos muros tenía sin cuidado al poder, pues era preferible cerrar los ojos y pretender que todo estaba en orden, realizar algunas visitas de
protocolo y mantener donaciones constantes que aseguraran la contención de
aquel infierno. Ignorar las necesidades y el sufrimiento ajeno, trivializarlos.
Con magníficas metáforas y a
través de tres narradores e historias, Garba alterna temporalidades y
ofrece diversos ángulos para perfeccionar su obra. La crítica política y
social está inmersa en estas poco más de cien páginas divididas en veinticinco
capítulos donde Garba describirá el pasado de personajes crueles para
tratar de ubicar el momento en que se fracturó su futuro, adversidad que también
afectará las vidas de muchos más hasta que alguno reaccione y decida hacer lo
necesario para detenerlo, para modificar el curso de esa aparente maldición. Y quizá la única persona que podrá llevar a cabo esa venganza anhelada será alguien por completo ajeno, un extraño.
Todo rostro oculta un
secreto, una herida que no ha cicatrizado y que no lo hará hasta que quien la
originó haya recibido su debido castigo: como lo afirmó Sir Francis Bacon, «Una
persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas». Garba no excluye el
perdón en sus personajes que son víctimas, lo reserva para cuando hayan
logrado su cometido, su ajuste de cuentas.
Tras presenciar un asesinato a escasos metros de distancia, nace en
Mario Barragán, el protagonista, la necesidad de indagar —y así escapar a su vez de la mediocridad de su vida— las razones de aquel afligido músico virtuoso transformado en
homicida debido a una intrincada sucesión de hechos terribles que desembocaron
en un crimen más. Barragán abrirá una puerta que lo conducirá a otras vidas
caóticas, a existencias tristes encadenadas
a un pasado de odio e injusticias silenciadas.
A pesar de lo anterior, el autor no trata de justificar el comportamiento de los monstruos, de sus personajes más abyectos, pero sí busca que el lector comprenda de dónde surgieron, que entienda la configuración de sus universos destructivos. Trata de encontrar el origen de su maldad.
Ésta es una novela de acción constante,
de sucesos vinculados que son más que simples coincidencias. Con diálogos que reflejan
la personalidad y el mundo interno de cada personaje, Garba muestra que la paz interior
es lo más valioso. Finalmente, ¿qué importa perder la vida, si
al hacerlo se cobrará venganza? Ésa es una de las mejores reflexiones que busca
el autor, justo como lo expresa en este artículo para Nexos.
¿Qué
tanto es morir? formó
parte de la lista de libros recomendados de 2016 del escritor Antonio Ortuño.
La novela está a la venta en el sitio en línea de Ediciones Arlequín.
Para finalizar, transcribo algunas de las
mejores frases del libro:
«Su mirada era un reloj en conteo
inverso.» p. 12
«La volví a sentir viva: la tragedia,
aunque ajena, la traía de vuelta.» p. 16
«Como una maldición, todos los habitantes
de El Corralito estaban sujetos a un destino colectivo, una especie de efecto
mariposa que los iba destruyendo poco a poco, generación a generación,
lapidando cada milímetro de sus cuerpos y espíritus.» p. 18
«Un castigo de un dios que no teme odiar
y manifestar su desprecio por los hombres.» Ibídem
«A quien sacan del infierno para llevarlo
al paraíso no pueden quitarle así como así la nostalgia de la maldad a la que
se acostumbró.» p. 20
«Ese hombre nació sin duda como tantos
otros para ver sangre todos los días, respiraba tragedia y crímenes, ese era el
motor de su vida.» p. 25
«El discurso de las autoridades es paja y
se usa para disimular deficiencias.» Ibídem
«El bien y el mal tenían cabida en sus
sentidos más estrictos y a veces se confundían o intercambiaban papeles.» p. 27
«Después de dejar la cama se paraba
frente al espejo, escupía a su propia imagen y veía cómo descendía aquel hilo
de saliva hasta adherirse al vidrio: aquella especie de ritual le hacía sentir
que nacía en el instante en que su desprecio por el mundo suplantaba cualquier
tipo de emoción.» p. 30
«Los humanos siempre han sido los mismos,
la evolución del pensamiento aplica sólo para cuestiones elementales de
desarrollo que van de la mano con la modificación del suelo donde habitan.» p.
32
«Facciones gastadas más por la vida que
por los años.» p. 33
«Se alimentaba del dolor ajeno, de las
tragedias del mundo.» p. 45
«La actitud de calma las perturbaba más
que cualquier especia de castigo.» p. 50
«Que los otros se preocuparan por sobrevivir, porque en su mundo exclusivamente había espacio para uno.» p. 59
«El elemento fundamental de toda ciudad:
el sentir de que a pesar de la calma, en alguna de sus calles algo malo está
pasando.» p. 63
«Se ganaba y se perdía como en la vida
normal que, se supone, debe ser la de cualquiera, pero sin que los triunfos
sean conquistas ni las derrotas tragedias.» p. 67
«Allí, entre todos, formaba parte de la
masa de olvidados.» p. 76
«Juró como si su palabra tuviera valor,
como si el sonido de su voz se fuese a materializar en un escudo que detuviera
el ataque.» p. 78
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