Todo
sucede aquí (Cuadrivio,
2017) es el tercer libro de cuento de Jonathan Minila (escritor mexicano,
1980). Reúne once cuentos fantásticos agrupados por temáticas: los primeros
cinco se centran en objetos o en alguna parte del cuerpo humano, mientras que
los seis restantes se enfocan en situaciones o acontecimientos dolorosos e
incluso espeluznantes.
El primer cuento, «El ataque de
las sillas vivientes», describe con gracia un singular hecho que, sin duda,
remite a la película El ángel
exterminador de Buñuel, pero, en este caso, la razón del miedo y
desconcierto de los protagonistas es palpable, visible. Minila alude a la
rebelión de lo creado contra su creador, a la máquina contra el hombre pero a
un nivel elemental.
«La camisa de un muerto» aboga por
la importancia de los objetos de los difuntos y el respeto que se les debe
manifestar a los mismos pues, de lo contrario, podrían resultar en trampas
mortales. Tras leerlo, recordé el cuento «Dos guantes negros» de Francisco
Tario. Ambas historias reflejan un temor específico e inconsciente hacia
prendas de vestir de las que nadie desconfiaría jamás.
Pero no sólo los objetos más
inofensivos se vuelven criminales en estas páginas: «La mano» retoma un tema sorprendente y fatídico presente en la ficción desde la década de los 40: el del síndrome de la mano
extraña.
«Narices», uno de los cuentos más
breves del libro, presenta una fijación corporal peculiar e inofensiva que
trasciende a niveles insospechados literalmente de la noche a la mañana.
«La mirilla», más que un cuento
circular, es la historia de un eterno y desconcertante bucle (tan pretendidamente imposible como horroroso) cuyo núcleo es el
fenómeno de la bilocación o la maldición de Doppelgänger.
En la presentación del libro el
pasado 27 de julio en la Ciudad de México, Minila declaró que descubre cuentos en cada mínima situación de la vida cotidiana. En cuanto a estas experiencias de vida y su proceso creativo,
en una entrevista para el sitio digital Horizontum, el autor explicó que es «un
convencido de que los cuentos se gestan mucho tiempo atrás, no únicamente en el
momento en que viene la idea que da cuerpo a la historia sino que se nutren de
todo aquello que influencia nuestro imaginario».
En otra entrevista publicada en el sitio
web del Informador, Minila ahonda un poco más en la creación literaria: «Me
gusta contar algo en apariencia, pero ir dejando pistas y rastros de un tema
más profundo. Los miedos, las angustias, las preocupaciones y las
incongruencias del ser humano. Veo los cuentos como permisos para visitar
universos donde nuestra lógica se ve trastocada.»
El admirable imaginario de Minila crea escenas y episodios
fascinantes donde la normalidad es realmente lo extraño, nos permite mirar por una abertura el tiempo suficiente para demostrarnos la fragilidad de nuestra cordura. Estos cuentos manifiestan que, en
efecto, todo sucede en esas páginas, pero también fuera de ellas, en un «aquí»
por completo atemporal y perenne, un tiempo y un espacio que configuran
continuamente el presente y las reglas que rigen la realidad.
Todo sucede aquí está a la venta en librerías Péndulo.
Para finalizar, transcribo algunas de mis frases
favoritas del libro:
«Cuando debo enfrentar alguna situación me hago
pasar por otro. Tomo la personalidad de alguien más.» p. 12
«La vida sorprende y la culpa no es de nadie.» p. 17
«En realidad todo el tiempo fue una situación que no
entendí.» p. 25
«Siempre fue así. Escondiéndose, huyendo; ocultando
las verdades.» p. 25
«El sol le recordaba a su madre: sus rayos también
eran de sombra» p. 38
«Su sombra, que se descifra debajo del travesaño,
podría ser su alma, pero no, si acaso ella está afuera con formas de hombre y
con su rostro, tocando fuerte, oprimiendo el botón del timbre, golpeando con
los nudillos, dando patadas, gritando.» p. 43
«Mira a sus vecinos antes de cruzar la puerta y los
observa retirarse, enojados, aunque también satisfechos de no haberse perdido
la escena.» p. 46
«Creyendo que las palabras son más que palabras» p.
49
«Posiblemente su vida termine a la par. Quizá así
sea la muerte, Llega en un mensaje como éste; en una hoja igual.» p. 49
«Pero ahí estaba ahora, caminando como si nada. Como
si este mundo aún le perteneciera.» p. 55
«Escuchando las voces lejos y las
risas ignorantes, sin su pena, sin su tristeza, sin su pesar.» p. 59
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