miércoles, 15 de julio de 2020

La narcosatánica: Sara Aldrete (ensayo publicado en Tierra Adentro)

Ilustración de Ray Patiño



Escribí un texto para la revista digital Tierra Adentro sobre Sara Aldrete, la Madrina de los llamados "narcosatánicos" cuyos crímenes conmocionaron al país hace más de 30 años. 

Además, cito mi canción favorita de La Casa Usher, y la ilustración de Ray Patiño es muy bella. ¡Pasen a leer! 





LA NARCOSATÁNICA: SARA ALDRETE


En los 80, el estrecho vínculo derivado de la santería entre Cuba y México, aquella adoración de los santos a través de ritos, adivinación, rezos y ofrendas que pueden incluir sacrificios animales, la cual admite que existe un solo dios y cuenta con una organización jerárquica bien definida y establecida de acuerdo a los conocimientos y capacidades de sus miembros; protagonizó uno de los sucesos más impresionantes en la historia del crimen en nuestro país: la noticia del hallazgo de un rancho en Matamoros donde se realizaban rituales y en el que encontró una fosa común con más de una docena de cadáveres. Las particularidades terroríficas de las evidencias llevaron a los medios de comunicación sensacionalistas a apodar a los involucrados como los narcosatánicos, a utilizar indistintamente el término “santería” y vincularlo sin inconvenientes con el narcotráfico, el satanismo y el asesinato, alimentando así la estigmatización de la práctica en el país.
Los nativos del oeste africano, tras ser esclavizados y arribar a países como Haití y Cuba, crearon la santería al incorporar a su propia religión algunas características del catolicismo que les fue impuesto. Practicada por los primeros esclavos y sus descendientes, se extendió por todo Cuba pero, al no ser aceptada abiertamente, sus ritos se realizaban de forma clandestina. Más adelante, en 1953, la revolución cubana causó que una gran cantidad de santeros migraran a sitios de Estados Unidos con una población hispana considerable como Miami, Los Ángeles y Florida, así como a Puerto Rico y México, dada la cercanía.
Durante los 60, los mexicanos comenzaron a incursionar en esta práctica religiosa que cada vez adquiría más adeptos. La mayoría pertenecía a un estrato social alto, específicamente, a la élite de artistas y políticos. Al igual que en Cuba, los ritos se realizaban de forma secreta, y a estos se fueron incorporando elementos del catolicismo, lo que los alejó cada vez más de su origen africano.
En 1987, Sara María Aldrete Villarreal, originaria de Tamaulipas, era una joven de clase media de 23 años, alta, rubia y de ojos claros; estudiante distinguida de la carrera en Educación Física en el Southmost College, en Brownsville, Texas, ciudad en la que realizó la mayor parte de sus estudios. Además, contaba con una beca para estudiar danza, y en su tiempo libre daba clases de tenis.
Dos años después, su rostro se exhibía sonriente junto al de Adolfo Constanzo en la nota roja bajo los titulares “A la caza de los diablos mayores”, “¡Más crímenes satánicos!”. Las multitudes, tan satisfechas como alarmadas, leían con avidez sobre los “templos satánicos” de “el rey de la cocaína”. Los llamados “narcosatánicos” fueron acusados de sacrificar niños y cercenar a sus víctimas, de secuestro y tortura y de buscar protección a través de ofrendas sangrientas. (Continuar leyendo en Tierra Adentro...)

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