Este es el segundo de los cuentos (inéditos hasta ahora) que conforman mi libro Tusitala de óbitos, y lo escribí en el 2011, a partir de una conversación singular y envuelta en fantasía que tuve con dos buenos amigos, que resultó de utilidad creativa, y que son precisamente a quienes dedico el cuento. Espero intrigarlos a querer leer los otros relatos y que disfruten de estas primeras letras impresas, que finalmente se asoman al mundo. Aún está por confirmarse en qué librerías estará a la venta, pero por lo pronto, los interesados se pueden poner en contacto con Gabriela Flores a través del correo electrónico editorial@pictographia.com. Sin más preámbulos, el cuento:
Hombres musulmanes vistiendo las primeras pijamas (Bombay, 1867).
Pāyğāme*
“...humildemente
busca la muerte como quien busca el sueño.”
J. L. Borges
A Adriana y Oliver.
Existe un mal que afecta a la especie humana desde hace pocos
siglos. Es originario de Persia y resultó más evidente y común en
occidente a principios de 1900, cuando tuvo un foco de contagio del
primer brote actual en Inglaterra.
El mal se fue generalizando hasta perjudicar casi en su totalidad a
la población mundial. Son escasas las personas que se libraron de
esta intangible afección, ahora tan usual, pero nunca han logrado
sobrevivir más de tres o cuatro días, tras lo cual perecen por
locura. Se ha descubierto un patrón clínico común tras realizar
investigaciones en los pacientes voluntarios: el somnífero trabaja
al contacto con la piel y después de transcurrido el tiempo
apropiado, comienza a actuar sobre el cerebro del individuo
En general es una intoxicación muy ligera, casi imperceptible, por
la cual las personas van cayendo en diferentes estados de
inconsciencia que, conforme pasan las horas, se vuelven cada vez más
profundos.
Uno de los primeros síntomas en las personas afectadas por este
mal, son las alucinaciones que se padecen en el trayecto del proceso
del envenenamiento, pudiendo darse estas en algún momento en
específico, o en peores casos, durante toda la inoculación del
veneno a su organismo, que oscila entre diez minutos y nueve horas o
más (en los casos graves).
Estas
alucinaciones, oportunamente, han recibido el nombre de 'sueños'. La
palabra sueño tiene
su origen en la raíz latina somnus,
conservada ésta en el cultismo somnífero.
Los sueños se generan por la acción del tósigo, que deja en un
estado generalizado de reposo al organismo, lo que lo conlleva
inevitablemente a una reducción de sus acciones fisiológicas.
Estos sueños van creando telarañas de imágenes, aunando realidad
con fantasía, que, para formar parte del consciente, sólo puede
regresar en forma de una vorágine de imágenes procedentes del
recuerdo y que de no ser debidamente documentadas, desaparecerán en
un lapso máximo de dos horas.
Recientes estudios, en pacientes afectados durante toda su vida, han
revelado que los sueños que se generan gracias al somnífero que es
suministrado en este raro padecimiento, son el resultado de una
recopilación de información importante, así como de recuerdos
(positivos y negativos), traumas, deseos y anhelos, expectativas del
futuro, miedos y muchas otras sensaciones y vivencias que son
resultados de las impresiones emocionales formadas por el trabajo
cerebral, las cuales son creadas para afrontar exitosamente la vida
diaria del ser humano.
El principal efecto de esta epidemia, sobre la mente de los seres
humanos, es una especie de evasión de la realidad para el
inconsciente, lo que deja abierto un mundo alterno repleto de las
posibilidades más dislates y que, en la vigilia fatalista, es muy
usual que acosen a su creador.
En general, este padecimiento se ha visto asociado con diferentes
enfermedades del sueño que pueden ser mortales o causantes de
diversos trastornos mentales. Dichas enfermedades pueden ser la
apnea, el insomnio familiar fatal, las alucinaciones portentosas o el
síndrome de la cabeza explosiva.
Una de las principales teorías es que este mal reside en las
diferentes prendas que utilizan las personas para vestir en casa
durante las noches. Lo que se tiene registrado es que el mal va
empeorando en las personas conforme sus prendas para dormir
(usualmente llamadas pijamas) reciben un trato brusco o de desprecio.
Las personas que le dan los cuidados necesarios a sus pijamas, se ven
menos afectadas por los padecimientos de las que no lo hacen.
Así mismo, otro factor para el empeoramiento se da en pacientes
adultos y en personas no adeptas al cuidado personal, pues esto se
deriva en la despreocupación por sus pijamas. Estas prendas para
dormir humanos con efectos alienantes, desmedradas por ciclos de
lavados fuertes para pijamas hechas con telas delicadas, por el uso
de jabón de baja calidad, falta de suavizante para prendas, carencia
de algún botón(es) o cierre(es), resortes flojos o por no zurcir
algún desgarre pequeño o considerable, son las principales causas
de intoxicaciones severas que, generalmente, culminan con la muerte
del portador o deja a los sobrevivientes en un estado de somnolencia
eterna.
El muro de granito que divide la realidad del sueño se vuelve tan
endeble que finalmente termina por desmoronarse en fragmentos de
cordura que, después de perderse en la inmensidad del universo
especulativo, expiran en la misma órbita de los pensamientos
depurados.
Los sueños de algunos son la realidad de otros y la confusión
puede ser tan grande que estas letras pueden ser parte del
inconsciente que está siendo liberado durante un sueño.
Como
Borges lo afirmó, Schopenhauer y Berkeley no estaban equivocados al
afirmar que la vida es el resultado del inextinguible trabajo
creativo de la mente.
Lola Ancira, México, 2011.
Lola Ancira, México, 2011.
* Este relato forma parte del libro Tusitala de óbitos, de la Colección de narrativa joven del Centro de Occidente 'Poéticas contemporáneas' de Pictographia Editorial. Esta producción editorial se realiza con apoyo del beneficio derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012.
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