El texto de este mes para mi columna mensual, Irreverencias maravillosas, de la Revista VozEd, está dedicado a los ritos mortuorios, aquellas prácticas en las que se honra a los muertos y que varían entre las diversas culturas del mundo.
Pueden leer una versión extendida del texto, directamente de la revista, en este enlace.
Sobre la necesidad de los ritos
Morimos tantas veces como perdemos a uno de los nuestros.
Siro
(…) una sociedad que niega el duelo y no ofrece apoyo ritual a los dolientes está, en consecuencia, fomentando reacciones armónicas y neuróticas en muchos de sus ciudadanos.
Sorer
El culto a la muerte está presente en todas las culturas actuales, y son procedimientos que unifican y refuerzan la esencia de cada ser con la civilización a la que pertenece. La muerte es una consecuencia inexorable de la vida, y en grandes asentamientos humanos lo natural es que tenga una presencia tan fuerte como cualquier etapa de la vida, de ahí que la sociedad haya heredado las diversas y distantes formas de llevar a cabo el acto para enfrentarla.
El rito (del latín ritus, en referencia a las ceremonias religiosas y cuya raíz indoeuropea se asocia a términos como «mover» o «ajustar», que debe llevarse a cabo con cierto orden) es un suceso ceremonial o de culto, simbólico, que se repite constantemente en las diversas culturas y conmemoran o veneran a sus propios mitos. Se lleva a cabo a través de una celebración festiva o de manera solemne, según las normas que lo rijan conforme a su práctica.
El rito funerario es, entonces, el acto socio-cultural que vincula a las personas con la muerte y que busca, de manera metafórica, facilitar la transición para los deudos y, en cierto sentido, la del propio difunto, así como volver más cognoscible al fenómeno biológico de la muerte para la sociedad.
Las culturas son tan diversas como las tradiciones y creencias, como las religiones y ceremonias. La antropología tiene especial interés por todos los diversos rituales funerarios por lo que representan: la cosmovisión, valores y creencias específicas de la colectividad a la que pertenecen. Algunos de los ritos funerarios más distantes al ritual tradicional de Occidente en la actualidad (independientemente de la religión), el velorio, superan cualquier idea o fantasía que se pueda tener al respecto. A continuación, una breve exposición de las más impactantes, que oscilan entre el canibalismo, el desmembramiento, la exhumación, la exposición del cadáver ya momificado y la mutilación de cuerpos vivos.
El Entierro celestial o Funeral celeste tibetano es una forma de disección practicada en el Tibet. Tras tres días de fallecido, el cadáver, cubierto en una manta blanca, es llevado a lo alto de una montaña por algunos monjes, que posteriormente lo descubren, desmiembran y cortan con hachas, y lo dejan como alimento para cientos de buitres y otras aves carroñeras previamente convocadas. Los tibetanos llaman a esta práctica jhator, que significa «el alma a las aves». Una vez que el cuerpo desmembrado está en el sitio adecuado, las aves acuden sin demora y pelean por los trozos de carne. Cuando los huesos quedan completamente limpios, los monjes los reúnen y trituran con mazos, los mezclan con harina y alimentan a las aves más pequeñas.
Esto demuestra que los tibetanos sólo ven al cuerpo como un envase, y al dejarlo el alma, no es más que un contenedor vacío, no hay necesidad de preservarlo: la mejor manera de regresarlo al ciclo de la vida es formando parte de la cadena alimenticia.
Este rito funerario se lleva a cabo desde el s. XII, según El libro tibetano de los muertos (Bardo Thodol, s. XIV), que estipula las acciones necesarias y los tiempos para la reencarnación del alma (incluso en más de un cuerpo) según el budismo tibetano. Esta práctica fue prohibida durante algún tiempo, pero en la década de los 80 la tradición regresó. Uno de los posibles motivos por los que este tipo de ritual fue creado, puede tener relación también con el hecho de que no hay suficiente madera para crear piras funerarias para todos los cadáveres en aquel lugar, y su suelo es generalmente rocoso y duro, donde resulta imposible cavar tumbas.
Por el contrario, en Tana Toraja, Indonesia, los funerales son acontecimientos costosos que involucran a toda la aldea y pueden durar desde unos días hasta semanas. Para obtener los recursos necesarios, la familia del difunto ahorra por un periodo largo de tiempo, pues también sacrifican un búfalo de agua, que es el que llevará el alma del difunto al otro mundo. Una de las particularidades de este rito mortuorio es que en ocasiones pasan meses e incluso años para que la familia pueda realizar el funeral, y durante ese tiempo, el cadáver es visto como una persona enferma o dormida a la que colocan en una habitación acondicionada en el hogar familiar y la cuidan, «alimentan» y sacan a pasear, por lo que sigue siendo una parte fundamental en la vida de sus seres queridos.
El ritual de amputación de dedos o falanges es originario de Papua, Nueva Guinea, donde a los deudos (tanto adultos como niños) les son amputadas las falanges distal y media de algún dedo de las manos, y se cree que la práctica trata de satisfacer y ahuyentar a los malos espíritus, al tiempo que utiliza el dolor físico para expresar el sufrimiento y la tristeza internos.
Actualmente, los funerales verdes están ganando más adeptos, principalmente en Estados Unidos, pues aproximadamente en 20 o 30 años, los cementerios de la mayoría de las ciudades del mundo no tendrán capacidad para albergar más cadáveres en sus cementerios. Parte de esta problemática se resuelve con la incineración, pero existen opciones más amables con el medio ambiente: las urnas y ataúdes biodegradables de los funerales verdes y las «bolas de arrecife» promueven la conciencia ecológica aún después de la vida. Esto conlleva a evadir el proceso de embalsamamiento (y el uso de millones de litros de químicos anuales para realizarlo, así como la contaminación atmosférica creada por los hornos crematorios, entre otros) y retribuye a la naturaleza, en la medida de lo posible para un cuerpo humano, una parte de lo que ha sido tomado.
Existen una gran cantidad de ritos mortuorios en todo el mundo, y algunos incluso han sido prohibidos o satanizados por culturas diferentes, pero lo cierto es que la inquietante búsqueda por tratar de entender a la muerte y esa inevitable necesidad de despedir, de alguna manera específica, a un ser querido, ha creado ideologías y prácticas tan diversas como disímiles, pero lo cierto es que no se puede juzgar sin tener el conocimiento necesario o la interpretación adecuada, pues, finalmente, «la normalidad es una ilusión. Lo que es normal para una araña es un caos para la mosca».
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