Réquiem por un
suicida (1993) de René Sadot Áviles Fabila (escritor,
periodista y catedrático mexicano, 1940) es una novela publicada en
formato digital por Editorial Ink
en 2013 y está a la venta en Amazon en este enlace.
Su primer novela, Los
juegos, fue publicada en 1967. Avilés es contemporáneo de José
Agustín y Parménides García y proclama como a sus preceptores a
Juan José Arreola, Juan Rulfo y José Revueltas. Ha publicado 7
novelas, más de 20 cuentos y varios ensayos y memorias que le han
valido diversos premios nacionales de periodismo y narrativa, así
como numerosos homenajes realizados, entre otros, por la UNAM, INBA y
FCE.
En su autobiografía procaz,
Avilés explica a detalle varios aspectos fundamentales de su vida y
obra, entre los que destacan por igual sus publicaciones y la intensa
divulgación cultural como sus magníficas acciones y críticas
sociales y políticas.
Desde hace varias décadas
promueve la cultura y ha tenido a su cargo diversos cargos
culturales; fundó, en 1985, el suplemento cultural El búho,
del periódico Excélsior, hasta 1999. Meses después, fundó
la revista El universo del búho,
que terminó por tener el mismo nombre del suplemento cultural y de
la que actualmente sigue siendo el director. En 2003 creo la
Fundación René Avilés Fabila, cuyo
objetivo es Promover la creación, fomentar,
investigar y difundir la literatura así como la cultura en general.
Desarrolla programas, participa en la
celebración de convenios y colabora en toda aquella actividad
académica y artística que impulse la promoción cultural.
En 2008 fundó el Museo del escritor,
del que el propio Avilés explica: No se
trata simplemente de ver y apreciar objetos de artistas y literatos,
libros especiales, fotografías, grabados con aquellos que redactaron
obras maestras de la literatura, sino poner al servicio del país y
en especial de la juventud, un museo interactivo, felizmente vivo
donde los escritores tengan su casa, puedan presentar libros, tener
talleres de poesía y prosa narrativa (...) Grandes maestros como
Alfonso Reyes, Julio Jiménez Rueda, Juan Rulfo, Juan José Arreola,
Salvador Elizondo, Francisco Monterde, Alí Chumacero, Griselda
Álvarez y Carlos Montemayor, siempre con el espíritu de la
fundadora, la escritora norteamericana Margaret Shedd, estimularon y
apoyaron a cientos de escritores que hoy son fundamentales en
nuestras letras. La lista es infinita y algo de ella podrán ver
aquí. Una síntesis.
Sobre Réquiem, el argumento primordial de
la novela es demostrar que para el personaje principal, Gustavo
Treviño, partir de este mundo a través de la muerte voluntaria es
una decisión propia que debe ser respetada por los demás; lo más
singular, es que planea hacerlo en un momento de felicidad y éxito,
en el que todo se ha vuelto prescindible (incluso los objetos y
personas cercanas) y donde lo único necesario es el amor verdadero
para saber, en cierta manera, que se triunfó en la que muchos han
señalado como la finalidad misma de la vida. Y lo más fascinante es
que, a través de argumentos basados en fundamentos históricos,
filosóficos y literarios, logra no sólo convencer, sino transmitir
esta necesidad de control sobre el final de la propia vida al lector.
Ya en el prólogo Elena Garro advierte de la “peligrosidad” que
puede suponer este libro para adolescentes, pero el peligro no es
tal ni se enfoca en ellos, es más una imponente reflexión a la que se llega tras la
lectura de este libro, que si bien no hará que todos se suiciden, al
menos sí cambiará la perspectiva y el juicio del lector que este
dispuesto a adentrarse en estas páginas tras liberarse de
aprensiones y escrúpulos sobre uno de los actos más condenados de
la humanidad.
Al iniciar la novela, el
narrador, en primera persona, es Gustavo Treviño, que intercala el
relato de su propia novela con fragmentos de cartas para Eduardo, un
personaje mucho más joven que él, con quien ha mantenido una
entrañable amistad y único “heredero” del acaudalado Treviño.
El protagonista describe su historia como guerrillero y sus múltiples
amoríos fallidos, algunos encuentros sexuales descriptivos y otros
con mínimos tintes eróticos, en una frase: todo lo que conforma la
vida de una persona adulta que ha disfrutado plenamente tanto de sus
aciertos como de sus fracasos, que no añora un tiempo pasado y que
busca el amor, tan insulso como se pueda leer y tan significativo
como se pueda experimentar. Y este es su fin último. Es el mismo
Treviño quien afirma: No puedo seguir fingiendo que vivo.
Las múltiples
connotaciones culturales e intertextualidad de este libro son únicas,
pues a lo largo de sus páginas enaltece y embellece una acción que
de sólo ser pronunciada provoca, para la mayoría de las personas,
pesar y aflicción. La novela refleja un estudio preliminar vasto por
parte del autor, concluyente y perfecto. Este sería, a mi parecer,
un estupendo libro que podría fungir como prólogo extenso para ese
libro inexistente e insuperable que trate sobre el suicidio, que el
mismo autor menciona.
La novela está
construida por múltiples citas, fragmentos y referencias de
literatos, filósofos, artistas y grandes genios suicidas de diversa
índole que sustentan la ideología del suicidio como un acto por
completo respetable, valeroso e incluso como algo ejemplar.
En algunas partes, el
texto muestra la riqueza literaria propia del ensayo, lo que revela
la investigación profunda y minuciosa que el autor realizó sobre el
tema, no únicamente para escribir este libro: el tema del suicidio
es un tema apasionante y dedicarle toda una vida no será suficiente,
pues quizá haga falta dedicarle también la misma muerte.
La novela está formada
por un texto de Elena Garro (prólogo), XX capítulos y epílogo. En
XX capítulos de análisis filosóficos y literarios, Avilés
fabrica la mejor defensa para el suicidio apoyado en Sartre, Borges,
Acuña, Virginia Woolf, Jaime Torres Bodet, Carpentier, Poe,
Lovecraft, Swift, Stevenson, Verne, Quiroga, Séneca, Pellicer, Lorca
y varios más.
Personalmente, siento la
misma fijación por el suicidio que Treviño, y también he realizado
algunas lecturas al respecto. Este es el quinto libro sobre suicidio
que reseño en el blog, de los que el primero fue Escritores suicidas de Héctor Gamboa (que narra las vidas de los principales literatos suicidas), seguido
por Suicidios ejemplares de Vila-Matas (cuentos sobre
suicidas modelos)
y El club de los suicidas de Stevenson, sobre el que Avilés
escribe: Tomé el directorio telefónico y busqué el número de
El club de los suicidas de Stevenson. (El quinto libro sobre
suicidio que no he mencionado lo encontrarán en las
primeras citas transcritas, en la parte final de esta reseña).
Pero no todo es tragedia
en Réquiem, hay tintes de humor que dibujan sonrisas en el
rostro del lector en varias de sus páginas: ¿Cómo dejaría una
nota el suicida analfabeto?
Obvio: con una
grabación que contenga el consabido mensaje de no se culpe a nadie
de mi muerte.
Uno de los datos geniales
e interesantes que nos obsequia el autor es la máquina de la muerte
de Jack Kevorkian, la grandiosa diosa maya del suicidio Ixtab, y conocer a grandes autores, como Lafargue.
Uno muy bello, que yo les ofrezco, es este: Modelos interpretan a escritoras suicidas en el instante de su muerte.
Para concluir,
transcribiré algunos de los mejores fragmentos de la novela y la
finalizar, una lista de la bibliografía mencionada por Avilés en Réquiem.
CAPÍTULO I
“(...) ser como decía
Borges que eran algunos personajes de la literatura rusa: suicida por
felicidad.”
“Unas líneas de Oscar
Wilde podrían ser parte de mi divisa:
¡Y
todos los hombres matan lo que aman!
Óiganlo
todos: unos lo hacen
Con
una mirada cruel; otros, con
Palabras
cariciosas; el cobarde,
Con
un beso, y el hombre valiente,
con
la espada.”
“El crimen perfecto
(...) es aquel donde no hay a quien perseguir, donde el culpable
queda sin castigo; es, dese luego, el suicidio. Y es justo. Pero lo
irritante es que la sociedad (sea capitalista, sea socialista) y las
religiones más importantes (Dios castiga el suicidio, dice Mozart en
La flauta mágica) se oponen a la muerte voluntaria. Le quitan
al individuo la posibilidad de acabar con su vida cuando le venga en
gana. Ese, como dirían los juristas, es un derecho inalienable.
Nadie debe intervenir. O mejor, ayudar al suicida. Cuando éste
sobreviva al pistoletazo o al veneno, un comité de médicos o
sociólogos o lo que sea, qué demonios importa, piadosamente debería
completar la obra. Eutanasia y suicidio deben tener el beneplácito
de la ley porque muchos lo requieren con urgencia. Pese a todo, no
sucede así. Los imbéciles hacen lo “humanamente posible” para
salvar a quien no desea que lo salven.”
“En algunos países
existen organismos para prevenir el suicidio. ¿Porqué no crear uno
que lo estimule?” (Este fragmento nos lleva en seguida a La tiendita de los suicidas, novela corta que trata precisamente sobre
un organismo que estimula el suicidio.)
“Con frecuencia
confunden al suicida con el loco. Es falso. Durkheim probó
claramente que no hay relación entre la locura y el suicidio. Paul
Lafargue, Ernest Hemingway y Jaime Torres Bodet no eran anormales.
Por eso considero el famoso camino a la nada como el acto más lúcido
de nuestra vida.”
“Es odioso morir de
vejez, con las facultades físicas y mentales mermadas, babeando,
diciendo tonterías. La muerte detiene de tajo el deterioro.”
“Algunos suicidas no
pasan sus últimos días en estado depresivo. Por lo contrario, se
les nota animosos, de buen humor.”
“Absurdo que haya quien
piense que el suicidio es una vergüenza, una mancha. No. El suicidio
es como cualquier otra muerte. Con la ventaja de que uno puede
escoger el lugar, el momento y la forma para acabar con la vida.”
“(...) en La vía
real, Malraux desarrolla a un suicida de otro orden, un
aventurero trágico que muere reflexionando: “Es posible que
construir la propia muerte me parezca más importante que construir
la propia vida.”
“Ahora sé que estoy a
punto de encontrarme y de ser al fin mi propia imagen, la que me
formé desde pequeño. Ser yo, Existiré.” (Finalidad del
suicidio)
CAPÍTULO II
“Y la última parada
del viaje es la muerte-Ítaca, no el Infierno. Sólo el verdadero fin
del mundo.”
“Mi suicidio se debe a
que he dejado de amar lo que me rodea, a mis amigos, mis libros, mis
cuadros... Digamos entonces que es por desamor. O es probable que lo
haga porque me he enamorado, pasionalmente, del suicidio. Total, la
muerte es una mujer, ¿no?”
“(...) a nadie le gusta
tener cerca a una persona que ama a la muerte.”
“Mi padre insistía en
que uno conserva los recuerdos más simples o los más dramáticos;
tenía ciertamente una teoría sobre lo que la memoria opta por
conservar con relativa independencia.”
“(...) quiero llegar al
suicidio –concluir mi viaje a Ítaca- en perfecto estado de salud y
con mis condiciones físicas e intelectuales completas. No deseo
entregarle, como la mayoría, un despojo a la muerte, no si la amo.”
CAPÍTULO III
“Quise inventar el
pasado y reconstruir el futuro y fracasé en la empresa porque en
efecto era monumental, y mis fuerzas, limitadas.”
“Esta vez no habrá
sueños ni pesadillas, nada más un denso y profundo sueño, el de la
nada. Entrar en el gran misterio. En donde no pueden hacernos daño.”
“(...) no le concedo a
ninguna deidad ni a ningún mortal la capacidad de decidir si mi
suicidio es correcto o un pecado. Haré de mi muerte un trabajo
perfecto y artístico. Me complacerá y tal vez a los espíritus
afines. Un homenaje a De Quincey y a Swift.”
“Al concluir la
lectura, el hombre sonríe satisfecho, saca un magnífico revólver
38 y lo dispara en su sien.”
CAPÍTULO IV
“El suicida piensa en
él, no en los demás. Está a punto de llevar a cabo una idea
grandiosa. Y como todas las de esta naturaleza, es un acto egoísta;
por lo tanto no mira a los demás.”
“...si no creyese
encontrar en el otro mundo dioses tan buenos y tan sabios y hombres
mejores de los que dejo en éste, sería un necio si no me
manifestara pesaroso antes de morir, pero sabed que espero reunirme
allí con hombres justos...” (Sócrates)
“(...) personajes
femeninos, tal vez como dijo un crítico, más profundos que los
masculinos, más luminosos.”
“(...) me llaman la
atención los amores fantasmas, los que están sustentados en mujeres
inexistentes, lejanas o muertas.”
“(...) juntos, con
esfuerzo y tesón, con el delicado trabajo de un orfebre. Hemos
conseguido nuestra total infelicidad.”
“Al final de una lucha
agobiante el amor se desvanece. Basta una decisión, una palabra o el
silencio.”
“En ella (mi nueva
novela) creí estar describiendo el suicidio del narrador. Me
equivoqué, ahora recapacito: se trata del mío, se trata del
suicidio de los dos.”
“(...) aunque todos los
días, como Penélope, uno teja y desteja, construya y destruya. Al
final, pesa más, por desgracia, lo destruido y la ruina se precipita
sin que ninguno de los dos sea capaz de evitarla.”
“Si alguien no es capaz
de medir el peso de una decisión fatal, no merece más que pagar el
costo por elevado que sea.”
“He descubierto que el
suicidio es una vulgaridad. Todo el mundo tiene uno que narrar. Es un
tema de sobremesa o de café, n de bar, en donde merced al alcohol
Eros aplasta a Tanatos.”
“Novalis señalaba:
El
verdadero acto filosófico es el suicidio; éste
Es
el principio real de toda filosofía. En él ocurren
Todos
los deseos del discípulo, sólo este acto posee
Las
condiciones y características de la acción trascendental.”
CAPÍTULO V
Cómo dejaría...
“(...) un especialista
en Japón ha concluido que sus habitantes están fascinados por el
suicidio. (...) Para contrarrestar el suicidio, considerándolo algo
macabro y ya sin halo romántico, las autoridades reparten un folleto
(Invitación a la vida). Por fortuna son muy pocas las personas con
vocación suicida que lo toman en serio.”
“Aquellos que se quitan
la vida en publico son simples exhibicionistas, no suicidas.”
“No es sencillo navegar
a contracorriente en un planeta que al final del milenio parece
avanzar con firmeza hacia la derecha.”
“Temo que si la
concluyo tendré que matarme y siento que algo me falta todavía. Es
mi último libro.”
CAPÍTULO VI
Gabriel García Márquez:
“...Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres
que se suicidan.”
Cesare Pavese: “No
más palabras. Un acto. No volveré a escribir más.”
“El suicidio parece
algo común entre los artistas, los creadores, en especial entre los
escritores. William Styron, en su trabajo Esa visible oscuridad
(...), narra su depresión, su frustrada vocación suicida y la
manera en que consiguió salvarse; hace un recuento y encuentra el
origen de sus males.”
“(...) sólo deseo
matarme sin ningún pretexto (...), porque siempre supe que no podría
escribir una obra a la altura de Hemingway.”
“El suicida, explica
Styron, deja un “peculiar vacío” en las personas que le
conocieron. Tengo la fuerte sospecha de que es más un desconcierto
que otra cosa. Y ello les lleva a mentir y a participar en torneos de
lugares comunes y engaños sobre el desaparecido.”
“La gente tendría que
acostumbrarse a la muerte voluntaria y respetar la voluntad de quien
sufría viviendo.”
“(...) un suicida debe
ser alguien imaginativo, lleno de recursos y mirar a su derredor y
hallar armas para suprimir aquello que ya es un pesado fardo, que no
es posible llevar a cuestas: la vida.”
CAPÍTULO VII
“(...) nunca serás
alcohólico porque el alcohol deteriora y tu vanidad no te lo
permitiría.”
“Qué lástima que no
utilicemos más el término melancolía. Me parece más hermoso, más
literario en consecuencia, que el de depresión.”
CAPÍTULO IX
“Su capacidad
destructiva era mayor que su devoción por mí.”
CAPÍTULO X
“(...) cuando alguien
se entera de que escribo una novela sobre un suicida, lo toma como
una posibilidad literaria, llena de humor negro y no como el aviso de
mi muerte.”
“(...) y tu espléndida
casa se convertirá fatalmente en el Museo del Suicida Famoso,
visitado anualmente por miles de amigos de la muerte voluntaria. Es
decir, será su santuario.”
CAPÍTULO XI
“Hemos llegado al siglo
XXI arrastrando los fardos de aquellos que creyeron ver un pecado más
grave en el suicidio de judas que en la entrega de Cristo a sus
enemigos.”
“Siempre me han
encantado, como a muchas personas, los escritores atormentados que
acaban matándose. Yo, estoy seguro, no seré uno de ellos, me
suicidaré cuando sea feliz.”
“¿Acaso jamás
podremos diseñar nuestro propio fallecimiento como alguien planifica
su familia, el próximo negocio o las vacaciones siguientes? (...)
Aguardo nada más el momento oportuno.”
Alfonso Reyes escribió
que ‘sobre cada tumba de suicida debiera abrirse una información a
perpetuidad. Sobre cada uno, escribirse un grueso volumen de
investigaciones cuidadosas: así conviene al valor de la vida a la
orientación de nuestras almas.’
Camus: “No hay más que
un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio. Juzgar
que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es contestar a la
cuestión fundamental de la filosofía.”
“(...) lo más grave es
que son los seres sensibles, los más inteligentes y cultos, los
creativos, los que hacen bien a los demás, los que no roban ni
matan, quienes se suicidan. A los otros habría que ejecutarlos
porque ellos no desaparecerán voluntariamente.”
“Aún no era capaz de
hacer filosofía del suicidio pero intuía su existencia y sobre todo
su importancia.”
“El suicida está solo
porque es diferente y en su búsqueda de identificación, de que
alguien lo ame tal como es, amará una y otra vez con el mismo
resultado: sentirse solo.”
“Y me pregunto en una
noche como ésta, en que me atrevo a escribirle: ¿por qué sigo con
vida?”
CAPÍTULO XII
“¿Habrá, me interrogo
con frecuencia, una cultura del suicidio?”
CAPÍTULO XIII
“(...) la hermosa
soledad es la mejor compañía.”
“(...) no estaba hecho,
por su formación inicial, para la pobreza o para mantener diálogos
idiotas con seres celestiales.”
“Cuánta corrupción
del alma os era necesaria para vivir a través de un solo día,
cuántas mentiras, cuántas zalemas, enredos, volubilidades y
servilismo.” (Fragmento de Virginia Woolf).
“Morir es un arte que
no requiere explicaciones o que propone enigmas estéticos, no
morales.”
Sylvia
Plath lo entendió:
Morir
Es un arte,
como casi todo.
“(...) la monogamia y
el convencionalismo convierten a la pareja en propietaria de un
modesto aunque igualmente terrible infierno (...)”
CAPÍTULO XV
“Morir por honor es
francamente una imbecilidad. Los kamikazes creían que su muerte les
devolvería la honorabilidad. Pero el problema es que ella sólo
aparece con la victoria, Los muertos carecen de honor.”
“(...) escribe acerca
de un ángel que está fastidiado del cielo, le aburre mortalmente,
consigue un permiso para suicidarse y con decisión se cuelga de una
nube.”
CAPÍTULO XVI
“(...) un literato
inmenso produzca una obra que revalore el suicidio, dándole dignidad
y sentido, como lo hizo Goethe.” (Sobre Las cuitas del joven
Werther, de dicho autor).
El pobre suicidio
Heroico para los
antiguos griegos
Condenado eternamente
por los cristianos
Eludido como tema por
los pintores
Idolatrado por los
escritores
Temido por los políticos
Combatido por la
psiquiatría
“(...) los suicidas,
mis héroes predilectos”
“Ah, suicidio, cuantos
crímenes se cometen en tu nombre.”
“Su muerte, como la de
Sócrates, es un ejemplo ilustre para aquellos que deciden quitarse
la vida por mano propia.” (Sobre el suicidio de Séneca).
CAPÍTULO XVII
“(...)
¿morir por propia voluntad para probar el valor del individualismo
sobre las masas y sus creencias políticas y religiosas? Esto es
matarse cuando ha llegado el éxito (...)”
“(...)
una década de suicidios, Eduardo; no olvidemos los de Janis Joplin,
Jimmy Hendrix, Jim Morrison y Brian Jones.”
CAPÍTULO XVIII
“(...)
existe una abundante bibliografía sobre el suicidio. Lo que ocurre
es que la mayoría de los libros son mediocres, cantaletas
moralizantes y seudocientíficas. Nos queda The Savage God de
Álvarez y desde luego el clásico del tema, El suicidio de
Durkheim. Pero en realidad nadie que sea suicida debe leer obras de
pretensiones científicas; la muerte vendría antes, en especial si
se trata de un lector sensible e inteligente, lo más adecuado es
recurrir a la literatura: allí están todas las variantes de la
muerte voluntaria y asimismo están las explicaciones más densas y
lúcidas.”
“(...)
el suicidio es parte de las altas culturas, (...) existe una estética
de la muerte voluntaria. Es un arte.”
“Yo dije: si el ajolote
escribiera, hubiera hecho lo contrario a Cortázar y de pronto
estaría convertido en un monstruoso ser humano que caminaría con
rumbo incierto.” (Sobre el cuento El ajolote, de Cortázar.)
“(...) sabe narrar y
contar historias; es, en esencia, una mentirosa notable, como lo
fueron Chesterton y Münchausen.”
Pavese: “Los suicidas
son homicidas tímidos. Masoquismo en vez de sadismo.”
CAPÍTULO XIX
“(...)
nunca sé cómo van a terminar las cosas cuando bebemos, La creo
capaz de pegarme un tiro en una escena melodramática (...) si
alguien me da un tiro, ese alguien tendrá que ser yo.”
CAPÍTULO XX
“La
mejor prueba de sus logros económicos y sociales es el alto número
de suicidios que tiene.” (Sobre España)
“El ser humano se muere
lenta y progresivamente a lo largo de su vida. Muere, cuando a partir
de los veinticinco años va perdiendo cien mil neuronas diaramente.”
Dr. Vicente Guarner
“(la muerte) despierta
la casi totalidad de nuestras reflexiones, de nuestras obras de arte,
y su estudio resulta un caudal inagotable para analizar el espíritu
de nuestra época y los recursos insospechados de nuestra
imaginación.”
“Alfonso Reyes cuenta
de una mano que llegó a suicidarse, ¿por qué no entonces habrían
de hacerlo los humanos?”
“El suicidio es el acto
más sublime y hermoso que persona alguna pueda llevar a cabo,
especialmente si llega a él con plena conciencia y no como el
resultado de un fracaso. El suicidio corona una obra y si la obra es
uno mismo qué mejor. La muerte voluntaria es un acto de elegancia y
distinción, no pertenece al estrecho y voluble mundo de la moral, le
corresponde a la estética o a la filosofía.”
“El día que las
sociedades acepten el suicidio y lo vean como respetuosamente lo han
considerado diversos pensadores, ese día estaremos en presencia de
una nueva humanidad, más razonable y sensible, en donde la muerte
voluntaria sea el supremo acto de la libertad, la mejor hazaña de la
libertad.”
“Muchas de las obras
maestras del arte han sido producto de la tragedia. Por ello, es
probable, buscaba las desgracias.”
“Kafka tiene un pequeño
cuento sorprendente: Un artista del hambre (que en mi caso
podría ser Un artista del suicidio). Es la historia de un
ayunador que trabaja en un circo. El hombre rompe los récords y pasa
meses y meses sin probar bocado. Al final, a punto de morir, por
completo debilitado, confiesa con voz apenas audible que jamás le
gustó la comida. Eso me ocurre a mí: nunca me gustó la vida.
Simple y sencillamente no pude acostumbrarme en cuarenta años de
experimentarla y eso, debo reconocerlo, que fue algo tedioso que
conseguí transformar en un mundo luminoso lleno de interés.”
Bibliografía
recomendada:
Durkheim
– El suicidio
Revueltas
– Los muros de agua y
El apando (sobre la desaparecida y cruenta cárcel mexicana de Lecumberri)
William
Wordsworth – Argument for suicide
Álvarez - The savage god
Walter Muschg - Historia trágica de la literatura
Cesare Pavese - El oficio de escribir
J. W. Goethe – Las cuitas del joven Werther
Derek Humphry - Salida final
No hay comentarios:
Publicar un comentario