La
noche de los crueles
(Tierra Adentro, 2014) es el primer libro de cuento de Mariana Rergis
(escritora mexicana, 1978), quien ha sido becaria del Centro Mexicano de
Escritores (2004-2005) y del FONCA (2010-2011).
Sus páginas reúnen 14 relatos donde
Rergis discurre en torno al insomnio, esa afección que se sufre en silencio y
que tiene una amistad cercana con la locura. Como una estoica insomne, la
autora aprovechó cada minuto en el que permaneció despierta cuando nadie más lo
hacía, en esos momentos donde el mínimo sonido es un estruendo desolador que
recuerda que nada debe permanecer alerta y que sí, no poder descansar es una
especie de maldición.
Rergis habló sobre lo anterior en su
presentación en Tuxtla, en el VIII Encuentro Nacional de Poetas y Primero de Narradores Carruaje de Pájaros, lugar donde tuve el placer de conocerla y
charlar con ella en varias ocasiones.
7 son los los cuentos que se convirtieron en mis favoritos. En “Pies
fríos”, la creación de pesadillas para evitar el sueño y tratar de convencer a
los demás (sobre todo a uno mismo) de que la noche encierra monstruos que libera
en nuestras mentes en reposo se convierte en una necesidad imperiosa para rehuir de la muerte que acecha en la oscuridad, en lo desconocido. Augurios funestos e historias de muerte para dormir aguardan cada noche por el nieto de una anciana que sólo quiere un compañero para mantenerse en vela.
“Funámbula” es, quizá, el cuento más
triste del libro. El insomnio no sólo afecta al ser humano, y es peor el caso de
un animal enfermo porque éste no puede expresarse con palabras, y no hay
remedio para lo que se calla. Una bestia siempre será mucho más imponente, pero también mucho más frágil.
“Un rojo destello” demuestra lo atractivo
que puede resultar un vicio, y más aún quien lo comparte. Expone los
principales engaños, por mínimos que sean, entre una pareja que ha decidió vivir junta a pesar de lo poco que se conocen, a pesar de todo. Por supuesto,
la tentación a lo prohibido se presenta, y de manera mucho más contundente.
“Ella yacía en su tumba” es el reflejo de
lo que sucede cuando un anhelo, ya sea de amor o de venganza, se convierte en
la única razón para vivir. Pero cuando lo lejano se vuelve una posibilidad,
fractura todo pensamiento creado, toda opción planeada. Cuando lo inalcanzable
finalmente cede, el deseo cesa junto con todo afán.
“Aída y las locas” es un destello
fulminante de violencia, una bofetada de la realidad de un hospital
psiquiátrico exclusivo para el género femenino. La narración de este relato es
fascinante y está muy bien lograda, es una lectura que obliga a releer los
párrafos por lo fuerte de las imágenes y que despierta cierta angustia que no
permite interrumpir la lectura.
“La mano insomne” me recordó a las películas
de terror The Beast with 5 Fingers
(1946) y The hand (1981), y también a
dos cuentos que he leído recientemente, “La mano”, de Ana Punset, y “La mano
anárquica”, de Pablo Raphael (repito: mis lecturas se llaman entre sí). Es
increíble como esas dos extremidades tan necesarias y útiles pueden tener fines
contrarios a los de la creación, como pueden convertirse en armas mortales
incluso para su propietario. Perder la sensibilidad y saber ajeno algún miembro
del propio cuerpo ya es lo suficientemente aterrador, ¿pero qué hacer si se
descubre que aquel conspira contra el resto del cuerpo, como una especie de
cáncer fulminante?
“Insomnio” es la antropomorfización del
padecimiento, es la representación de éste en una hermosa y posesiva mujer, en
una dama agresiva pero de grácil movimiento, en una belleza que corrompe y destroza,
que seduce y engaña.
“La mujer esqueleto (leyenda esquimal)” cierra
el libro, y es una interpretación de la autora de la mitología inuit, muy
parecida a la leyenda de Sedna, donde una mujer, la autoridad de una figura
paterna y la inmensidad del océano convergen en un trágico y conmovedor suceso.
Para finalizar, transcribo algunas de las
mejores frases del libro:
Papalotes
“La casa volvió a quedarse vacía,
habitada por un silencio tan pesado que podía tocarse.” p. 30
Hay unos ojos
“…sólo los
muertos miran como el abismo…” p. 47
Una familia de mal dormir
“Envidié a las familias que dormían;
ellos al menos tenían un tercoi de su vida para descansar uno del otro.” p. 50
“…lo instruí, en fin, en el oficiio del
insomne” p. 54
Un rojo destello
“…ella se encontraba casi feliz
enroscándose como una serpiente mientras él dormía silencioso.” p. 67
“…la vida era algo muy preciado y no
cualquiera la merece, hay que salir a pelearla, a esforzarse por ella.” p. 68
“…la decadencia también tiene un encanto:
la de arrojarse detrás de la inalcanzable belleza.” p. 71
La noche de los crueles
“…en México todo el mundo cree en
fantasmas y todo el mundo dice haber tenido encuentros con ellos en algún
momento de su vida. Es un tema cotidiano de conversación, algo que nadie
confesaría a menos que los otros quisieran confesarlo.” p. 76
Ella yacía en su tumba
“Ve a destruir lo que le resta de vida.
Ve a calmar tu conciencia de alguna forma. Que te vea para que se sienta
mierda. Que sepa que ni en la muerte que se inventó puede escapar de ti, que
sepa que tú la encontrarás siempre, en cualquier vida que ella trate de
reconstruir, aunque la que ahora tiene sea bastante más miserable que la que ya
dejó.” p. 94
Aída y las locas
“Hay algunas que hacen las noches
pasaderas, como ésa que se masturba.” p. 95
La mano insomne
“Nunca he podido dejar de escribir, no he
podido dejar de agarrar botellas de vino, no he podido dejar de buscar rostros
sobre los cuales impactarme, no he podido dejar de hacer daño… y ahora no puedo
arrepentirme de todo lo que he hecho y, sobre todo, no puedo olvidar.” p. 107
“Usted sólo ha hecho una cosa buena en su
vida,: escribir.” p. 109
“Sólo saqué de ti desastres.” Ibídem
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