lunes, 28 de enero de 2019

Tuercas funestas aceleran el mundo - reseña de La zarza ardiente, de Andrés Kaiser




Hace algunos días, la revista digital El Septentrión publicó mi reseña del libro de cuento La zarza ardiente de Andrés Kaiser.

La revista en cuestión tiene interesantes apartados como crónica, ensayo y ficción, y están abierto a colaboraciones.





Tuercas funestas aceleran el mundo

por Lola Ancira

Andrés Kaiser
La zarza ardiente
Atrasalante, 2017, Jalisco, 124 pp.

La fatalidad es el condimento de la existencia. Un sinfín de adversidades, en mayor o menor medida, son las responsables de modificar la personalidad, de dotar de coraje o cobardía. Es en estos cambios, en las cicatrices visibles y en las internas, donde reside la esencia, el atractivo de un ser.
   El escritor y guionista Andrés Kaiser (San Luis Potosí, 1984) parece haberse inspirado en aquella sentencia de Kerouac que afirma que la única gente que le interesa es la gente «que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas» para crear a sus personajes, pues cierta reminiscencia de la desgracia o el infortunio permea los nueve relatos de La zarza ardiente (Atrasalante, 2017), primer libro del autor con el que obtuvo el Premio de Literatura Manuel José Othón 2015 de Narrativa. Las historias que lo conforman se rigen por su propia lógica, por una verdad interna. No son sorpresivas, no tienen vueltas de tuerca inesperadas que las vuelvan efectistas, sino que cada parte está desarrollada de manera orgánica.
     El libro inicia con un cuento de gran fuerza, «Ciudad de juguete», donde el protagonista narra la breve y trágica historia de su familia nuclear y la vida en la periferia árida del desierto, en un sitio donde el abandono y la violencia son ley y no queda más que saciar los instintos naturales, por más precoces y crueles que resulten. 
   En «Sobremesa», una sospecha deviene en lo impensable y en un consecuente alivio. En el apacible estado que resulta tras ingerir alimentos, el cotilleo surge por la necesidad de comunicar, de irrumpir un silencio soporífero: divulgar información, sobre todo de alguien que no está presente, establece vínculos sociales más estrechos porque ayuda a compartir una carga emocional, es liberador y genera complicidad y confianza a pesar de ser una acción negativa que, a su vez, le otorga seguridad al que habla, mientras que el que escucha se siente atraído por la intimidad ajena. Y muchas veces, el chisme es la esencia de la escritura: Hebe Uhart afirmó que «un escritor es un chismoso refinado».
   La trama de este relato gira en torno a un secreto, un enigma que demuestra que «lo extraño» no lo es tanto e incluso podemos identificarnos con ello, reconocerlo en nosotros. Kaiser recurre aquí a la estrategia de Poe en «La carta robada»: «A veces las cosas están justo delante de nosotros, tan cerca que no podemos verlas», escribe el autor. 
   «7 a.m» detalla lo que ocurre después de estirar una noche de juerga hasta las primeras horas del día siguiente y así tratar de aprovechar cada minuto de oscuridad hasta contemplarla desvanecerse en la madrugada, en el inicio de una nueva jornada tediosa. Buscar en el placer, en el éxtasis de los sentidos, el significado de la vida. Una detención por beber alcohol en la vía pública culmina con una felación: una jugada de naipes perfecta en la que la experiencia de la farra otorga, espléndida, una flor imperial. (Continuar leyendo en la página de El Septentrión.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario