sábado, 4 de diciembre de 2021

Felina - cuento inspirado en Femme Felina

Femme Felina


Escribí un cuento breve inspirado en una de las obras de Nicole Marie Scott, quien inauguró "Enigma", su primera exposición individual, en el Centro Cultural Jaime Sabines el viernes pasado: "La muestra reúne óleos y dibujos de la joven artista estudiante de Artes Visuales en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas con un texto de sala del Mtro. Julio Pimentel Tort y un cuento inspirado en una de las piezas de la exhibición de la autoría de Lola Ancira titulado 'Felina'. El acto inaugural a cargo del Dr. Raúl Vásquez director del recinto, continuó con el recorrido guiado a cargo de la artista, destacando las particularidades de cada pieza que aborda su visión contemporánea de las figuras mitológica a modo de bestiario. Scott recontextualiza con su mirada fresca monstruos y seres híbridos, revirtiendo la tradición misógina (principalmente en el periodo románico) que proponía a estos personajes en su versión femenina como encarnación del mal desde la interpretación del cristianismo. El trabajo de Nicole integra iconografía medieval con recursos pictóricos de la modernidad en la representación del retrato y en la figura humana, así como en la síntesis de las formas que organizan sus composiciones con una acertada armonización del color." 

Agradezco un montón a Tania Ramos Pérez por la invitación a este proyecto tan hermoso. 





Felina

Recé a la oscuridad, a la noche, a la carroña.
Neil Gaiman en “Un sueño de un millar de gatos”

Lo aprendió de su madre. Y ésta, a su vez, de su abuela. Pero es la primera vez que lo intenta. Está encerrada en un baño en el que ya miró cada centímetro de piso, pared y techo buscando alguna salida. La única posibilidad es la minúscula ventana ubicada sobre el retrete, mas no hay forma de que su cuerpo pase por ahí.  

Baja la tapadera del escusado y se sube. Ni así alcanza a asomarse, únicamente puede sacar las puntas de los dedos de una mano y rozar el viento; debe sostenerse con la otra. Será difícil que alguien vea asomarse sus pequeñas falanges con uñas pintadas de azul rey, menos aún escuchar los gritos que de cuando en cuando aún suelta.

Supone que, ahora, él está dormido. En parte por miedo a despertar a esa furia y otro tanto por la garganta reseca, irritada de tanto vociferar, los minutos en silencio comienzan a convertirse en horas que alterna sentada o de pie, mirando cada tanto el rectángulo que ofrece esa libertad mínima e inalcanzable.

Además, está la peste. A pesar de las horas transcurridas ahí, no ha podido acostumbrarse al hedor a caño que inunda el cuartucho en el que apenas hay el espacio justo para sentarse en la taza y donde no hay ni regadera. Le gustaría quitarse la porquería de encima: lo expulsó todo cuando la atraparon. Su propia fetidez se opaca con la que surge de un hoyo de desagüe enorme y sin rejilla. Cada que la mira, teme ver dos pequeñas luces asomando por ahí, husmeando con la nariz y el hocico dentado cualquier basura para consumir, o un manjar como el de su carne suave de niña de trece años. Lo único que creyó divisar cuando entró despavorida en aquel refugio fue una cola larga, gorda y rosada huyendo a prisa. No considera aquel hoyo húmedo y enmohecido como una vía de escape porque está segura de que terminará en un lugar peor. (Continuar leyendo en Carruaje de pájaros...)

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