En el número actual (328, agosto) de la revista Este País encontrarán «El club de los delgados», cuento fantástico de Bernardo Esquinca. En las siguiente páginas está publicado un texto de Alejandra G. Amatto: «Frente a las puertas de lo irresoluble: la literatura fantástica», un artículo genial sobre la literatura fantástica en el que realiza un recorrido por las primeras apariciones del género hasta su estado actual en México, en donde menciona a varios autores como Alberto Chimal, el propio Esquinca, ¡mi Tusitala!, Édgar Omar Avilés, Iliana Vargas, Miguel Lupián y Rafael Villegas.
Algunas páginas más adelante, hay un poema imperdible y muy bello de Principia (FETA, 2018), de Elisa Díaz.
Frente a las puertas de lo irresoluble: la literatura fantástica
Alejandra G. Amatto Cuña | 17.08.2018
Algo de historia crítica
“Viejas como el miedo, las narraciones fantásticas son anteriores a las letras”, nos dice Adolfo Bioy Casares al inicio del “Prólogo” que acompaña la ya clásica Antología de la literatura fantástica de 1940. Publicada en colaboración con Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo, esta primera edición inauguró una verdadera batalla en contra del realismo imperante en la tradición literaria de nuestro continente y propuso a sus lectores, como señalaría años más tarde Borges, un nuevo amor: “el amor de la literatura fantástica, harto más verdadera y más antigua que los remedos del realismo”.1
Afirmar que la esencia de lo fantástico, como lo hicieron estos tres maestros del género, era anterior al mundo de la escritura, implicó en la década del cuarenta, sin duda, una fuerte declaración de principios estéticos que, bajo esa categorización, podría presuponer, para cualquier lector contemporáneo, el temprano reconocimiento de este género dentro del canon literario universal. Sin embargo, la situación de la literatura fantástica por aquellos años era otra. La compilación de los tres argentinos —especialmente reforzada por la figura de un irreverente Borges, que ya se anticipaba como maestro del tema— impulsó una revisión y, en cierta forma, un descubrimiento de lo fantástico para gran parte de una nueva comunidad lectora latinoamericana que estaba plenamente tendida a los pies de la narrativa realista.
La aparente desatención crítica que recibió la literatura fantástica durante un periodo prolongado (a pesar de poseer registros de sus orígenes escritos en nuestro continente desde el siglo XVIII) se debió, entre otros factores, a la gran dificultad que representaba la clasificación de varios de los textos que conforman el género. A esto se sumaba la perniciosa idea, dentro del mundo literario, de considerarla un tipo de literatura “menor” por su “aparente” desapego de los códigos realistas y de los temas sociales que imperaron a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX. (Continuar leyendo el texto original en el sitio web de la revista Este País...)
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