Joanna Russ publicó su ensayo How to end with woman writing en 1983, y fue traducido al español por Gloria Fortún y publicado gracias a una ecoedición de Barrett y Dos Bigotes en 2018.
Este texto aborda las problemáticas sexistas y machistas a las que nos hemos enfrentado las escritoras durante varias décadas, la censura y exclusión que han sometido a cantidad de obras y a sus autoras.
A pesar de que Russ se enfoca en el ámbito norteamericano y europeo, la temática está relacionada con el movimiento #MeTooEscriotresMexicanos que surgió en nuestro país hace algunos meses y con una cantidad increíble de esfuerzos de escritores e investigadores por rescatar valiosas obras ignoradas de autoras que cayeron en el olvido.
Que sirva este ejercicio como revisión histórica para impedir que los errores y abusos del pasado se sigan repitiendo.
«Para la mayor parte de la historia,
“Anónimo” era una mujer.»
Virginia Woolf
La mejor forma de invisibilizar a alguien es negándole cualquier vía de expresión o, sencillamente, ignorándolo: mantenerlo bajo el yugo del silencio, prohibirle usar la herramienta de comunicación humana más básica e importante: el lenguaje. Impedir la exposición de ideas y emociones es anular, opresión que hemos experimentado las mujeres debido a la inequidad de género ocasionada por el heteropatriarcado, el machismo y la misoginia.
Cómo acabar con la escritura de las mujeres (coedición de Barrett y
Dos Bigotes, 2018) es uno de los reconocidos ensayos de la escritora y académica
Joanna Russ (Nueva York, 1937-2011), publicado por primera vez en 1983. Russ fue una reconocida autora de ciencia ficción galardonada con el Premio Nébula y contemporánea de
Ursula K. Le Guin. Ambas fueron feministas, al igual que varias representantes más de ese género de literatura de ficción.
El ensayo de Russ cuenta con un objetivo y ácido prólogo, escrito por la editora y crítica
Jessa Crispin (en el que afirma que «los hombres blancos siguen siendo los expertos, (…) la objetiva y universal voz de la razón»), y fue traducido por
Gloria Fortún, también escritora y tallerista, creando un conjunto de voces que se engarzan a la perfección.
En once apartados, Russ expone los ejemplos más representativos sobre «la historia de la eliminación y disuasión de la escritura de las mujeres» que han perdurado al menos durante siglo y medio en la sociedad; las diferentes formas en las que los hombres que ostentan el poder dentro del ámbito literario han reprobado, censurado o desdeñado la obra de las mujeres y al género femenino, acusándolo de ser inferior e incapaz. Cada sección es precisa e indaga, desde comienzos de 1800, en la vida y obra de escritoras estadounidenses y europeas, y las conclusiones son contundentes.
Es increíble el esfuerzo de los involucrados para que este inquietante y esencial material que «muestra indignación sin ser pretencioso, es exhaustivo sin ser aburrido y es serio sin carecer de sentido del humor» llegue a los hispanohablantes. De la mano de Virginia Wolf y Un cuarto propio, Russ va encadenando a través de diversas voces y experiencias de numerosas autoras un extenso recorrido histórico evocando las problemáticas a las que se ha visto enfrentada su literatura debido a los «críticos comprometidos con el mantenimiento de la hegemonía masculina».
Éstos son los once apartados:
1. Prohibiciones – Uno de los precedentes es la Ley sobre la Propiedad de la Mujer Casada promulgada en 1882, que indicaba que los derechos (e ingresos) de las obras de las escritoras casadas les pertenecerían a sus parejas. Existía una notoria desigualdad de salarios incluso entre las propias mujeres, a quienes también se les prohibía la educación superior: las escritoras recibían ingresos irrisorios. Por otro lado, Russ señala que las labores domésticas y diversas responsabilidades adjudicadas a las mujeres representan obstáculos que los hombres logran sortear. Sylvia Plath («Haber nacido mujer es mi mayor tragedia.»), Katherine Mansfield, Kate Wilhelm y Ellen Glasgow son algunas de las escritoras que sufrieron constantes trabas y acoso de agentes y editores que juzgaban sus obras basándose en el aspecto físico, y estaban constantemente sometidas a comentarios denigrantes y desaprobatorios. (Continuar leyendo en Tierra Adentro...)