Reseña personal:
Cuentos sin visado
(Editorial
Lectorum, 2002), es una antología de cuento que congrega a siete
autores cubanos con siete autores mexicanos. Los prólogos y la
selección de los autores estuvo a cargo de escritores de dichos
países y que también se encuentran dentro de la antología. Para
Cuba, Rogelio Riverón (escritor, editor y periodista cubano, 1964)
seleccionó seis escritores de su país, nacidos entre 1950 y 1972 y
de los que afirma:
“Esta
muestra, conformada para lograr todos los efectos estética y
éticamente posibles de acuerdo con un preciso criterio editorial,
pudo haber sido diferente, aunque sin lugar a dudas los autores que
engloba se encuentran entre los más prestigiados por publicaciones,
premios y, en fin, por una vitalidad que es música antes que ruido.”
Él
mismo puede corroborar lo anterior, pues ha sido antologado en
numerosas ocasiones en su país y entre los diversos premios que ha
recibido, los dos más recientes son el Premio Julio Cortázar de
cuento 2007, con Los
gatos de Estambul,
y el Premio de novela Ítalo Calvino 2008, con Bailar
contigo el último cuplé.
En
cuanto a México, el responsable de la selección fue Mauricio
Carrera (escritor y periodista mexicano, 1959) cuenta con numerosas
obras publicadas, tanto de narrativa como de ensayo, y es en éste
último género en el que obtuvo el premio INBA Malcolm Lowry de ensayo
literario 2011, con Un
rayo en la oscuridad. Jack London en México.
Ha recibido diversas becas y premios, principalmente por sus
cuentos. Seleccionó escritores mexicanos nacidos entre 1959 y 1969,
bajo el siguiente criterio:
“En
esta antología se reúnen siete escritores representativos de esta
generación del umbral. Ahorremos las justificaciones que cada
antologador repite hasta el cansancio, en términos de la
arbitrariedad y límites de lo seleccionado. Baste decir que se ha
privilegiado a autores que practican el cuento con exclusividad, o,
si no es el caso, con entusiasmo igual al de sus incursiones en la
novela. Son una muestra del quehacer cuentístico mexicano y por
supuesto no agotan la riqueza y diversidad de la ya no tan joven
narrativa actual.”
Menciona,
como trabajo pendiente para otra antología de cuento mexicano, a
autores como Luis Humberto Crosthwaite (a quien le realicé una
entrevista hace tiempo, que pueden leer por aquí), Fabio Morábito,
o Alberto Chimal, quien elabora un trabajo literario magnífico en
muchos aspectos, tanto con su propia obra como en la difusión de
muchos otros autores, nacionales y extranjeros, además de tener
diversos talleres literarios, entre los que destacan el taller que impartió
sobre Carlos Fuentes, en la Biblioteca Vasconcelos (ciudad de
México) y el taller de creación literaria que imparte todos los
jueves y al que tuve el placer de asistir en una ocasión, como
invitada. Tengo pendiente leer su última novela, La
torre y el jardín, finalista
del Premio de novela Rómulo Gallegos 2013. Personalmente, conozco su
trabajo de minificción y me fascina, por lo que próximamente
reseñaré Grey
(2006),
uno de sus libros de minificción.
La
historia de cómo encontré este libro es algo curiosa, pues pasando
por una de las varias librerías de viejo de la zona de Coyoacán,
entré en una a observar. Claro que, para un amante de los libros,
resulta imposible sólo mirar en una librería, así que lo
inevitable sucedió: me dirigí a la zona de cuento y encontré
algunas antologías, pero elegí esta porque dentro de los autores
mexicanos se encuentra Ana Clavel, autora que conocí en un congreso
de literatura, pues un ponente la nombró al hacer referencia a su
novela Las
violetas son flores del deseo,
que desde entonces anhelo leer. Clavel recibió, precisamente el 16
de octubre, el Premio de Novela Elena Poniatowska 2013 por su obra
Las ninfas a veces
sonríen, así
que habrá que empezar a leerla ya. Volviendo a la historia, sin ver
más libros me dirigí a pagar una módica cantidad por mi ejemplar y
lo leí un par de días después, relegando a todos los demás libros
que ya tienen años esperando por ser leídos.
Todos los cuentos están sumergidos en el folclore de sus respectivos
países, son letras arraigadas en costumbres y el lenguaje de su
tierra natal, en formas y acciones particulares que dejan entrever
historias que marcan la memoria. Una particularidad de varios de los
cuentos cubanos es un realismo sucio presente a lo largo de las
historias, realidades adversas fungiendo como ficción infortunada.
Son
cinco los cuentos más sobresalientes de esta antología, según mi
gusto particular, claro. Cinco cuentos como explosivos y por los que
entendí que debía leer este libro. De Cuba son Vincent
van Lezama,
de Rogelio Riverón, El
viejo, el asesino y yo,
de Ena Lucía Portela (1972), cuento que subiré en la siguiente
entrada. De México son Detective,
de Mauricio Montiel Figueiras (1968), El
imaginador,
de Ana García Bergua (1960) y De
Fornicare Angelorum,
de Guillermo Vega Zaragoza (1967).
Vincent
van Lezama de
Rogelio Riverón, es el retrato de un escritor publicado una vez y
que persigue la censura, pues para el protagonista “Prohibir
una obra es en realidad una forma expedita de hacerle propaganda...”
pero paradojicamente, no tiene aún la obra publicable... y menos censurable. Tiene un
pupilo joven que aún está en la
edad de leer sin prejuicios y
es precisamente quien escribe una obra que, a los ojos del maestro,
según las características que le ha dado, sería apto para la
censura. Al maestro, por lo tanto, se le ocurre un plan que lo
llevará a perdurar en la memoria del arte. Tras un evento
predecible, logra obtener el objeto deseado, a pesar de haber
terminado con dos de sus relaciones más cercanas.
En
El viejo, el
asesino y yo de
Ena Lucía Portela, una joven escritora narra su idilio con una mujer
y un escritor mayores, y el escritor a su vez está
relacionado con un mozo. Todos están entrelazados por una atracción
física e intelectual pero también por un rechazo evidente, que
probablemente muestren para evitar levantar sospechas en los demás.
La protagonista relata parte de la vida literaria e intelectual de su
ciudad y lo pretencioso que pueden resultar la mayoría de los
personajes que la integran, como en realidad sucede. Tiene también
un miedo por la muerte que más allá de ser temor, es una eterna
sospecha sobre quién la matará. Finalmente lo descubre, pocos
segundos antes de partir para siempre.
Detective
de Mauricio Montiel Figueiras es un caso que se ha convertido en
un relato escrito: todo caso es un relato que aguarda por ser
escrito. Es un caso donde se
especifican las características de la mayoría de los sucesos de asesinatos. Es un
guión que describe y disecciona cada parte del crimen que se ha de
analizar, un crimen con carácter mundial, como todos los que
ocurren a diario y los que están por venir, los que han sido
olvidados y los que se perpetran en este mismo instante. Porque
siempre habrá un cadáver y por lo tanto un asesino y un detective.
Pero el personaje que nos ocupa, el personaje principal, será esa
figura misteriosa que en su vida privada pierde todo misterio, como
todos. El detective como un ser indescifrable que crea teorías en lo
más profundo de su mente, al pensar como el asesino.
A
pesar de ser uno de los cuentos más cortos, El imaginador
de Ana
García Bergua es una maravilla de cuento. La autora relata historias
desde el imaginario de la protagonista, que se encuentra atrapada en
una lluvia torrencial, y que pronto logrará saber si sus
predicciones de ficción fueron acertadas o no. El agua sube cada vez
más, y termina a bordo de un barco-edificio que probablemente se
dirige a cierta ciudad de la República Mexicana, donde navegar en
multifamiliares es lo más usual en tiempo de lluvias.
Guillermo
Vega Zaragoza describe en De Fornicare Angelorum un
detallado manual para poder
tener relaciones sexuales con ángeles. Todo está muy bien explicado
y cualquier duda que tengan será esclarecida de la manera más
pormenorizada posible, así que no lo duden, podrían conseguirlo,
finalmente.
Una única observación para el editor es que hubiera seleccionado un
tamaño de fuente más grande, pues resulta un poco pesado leer con
letra tan pequeña.
Ahora que releo todo, esta entrada también se pudo haber titulado
“De autores, obras y premios”. Para finalizar, transcribo algunas
de las mejores frases del libro, encontradas en diversos cuentos de
ambos países.
“A
veces, sentados sobre sillas de lona que se clavaban en la arena
pedregosa, veíamos un pajarraco de faz hirsuta dialogar con los
peces de la orilla, como si quisiera convencerlos de la necesidad de
morir, lamentando en ellos la tentación de la existencia.” Alberto
Garrandés en Mar
de invierno,
P. 27
“...
el triunfo de sus libros le otorga otro tipo de vida, una tregua
mayor en ese barranco que es el olvido.” Rogelio Riverón en
Vincent van
Lezama,
P. 48
“Se
conformaría, para ser exacto, con acechar a los clásicos,no a los
omnipresentes, sino tan sólo a los de su país. Añora una obra que
les dé el alerta,una novela de inapresables vertigios, operática,
con palabras como claves para los infidentes.” Íbidem, P. 50
“El
que escribe puede ser demagógico, el que es escrito no.” Íbidem,
P. 55
“Nadie
como él para instalarse en el pasado: justo donde no puedo
alcanzarlo, donde él puede reinar y yo no existo.” Ena Lucía
Portela en El
viejo, el asesino y yo,
P. 67
“Habla
de los epitafios que ha visto y planea el suyo.” Íbidem, P. 69
“Sé
que un día me van a asesinar y a veces me pregunto quién, cuál el
último rostro que me será dado ver.” Íbidem, P. 72
“Quizás
el deseo pone en entredicho las identidades.” Íbidem, P. 74
“A mí, por ejemplo, ni siquiera hay que decirme que después de la
segunda botella me pongo insoportable: da lo mismo y, además, lo
cierto es que no necesito alcohol para ponerme insoportable en
cualquier momento: es mi oficio.” Íbidem, P. 74
“... los asesinos, ya se sabe, no tienen necesariamente que tener
miradas de asesinos. Muchos ni siquiera saben que lo serán, que ya
lo son. Al igual que la víctima, se enteran a última hora. Cuando
las emociones se precipitan y se escurren entre los dedos.” Íbidem,
P. 75
“... en lo absurdo también debería quedar un rincón para la
coherencia.” Íbidem.
“Un escritor no quiere ser descrito tan sólo como el objeto del
deseo (admiración, ambición) de otro escritor. Un deseo furioso
puede llegar a ser anulador (Katherine Anne: la deplorable mujercita
que rechazó a Carson), un escritor aspira a existir por sí mismo.”
Íbidem, P. 76
“Quizás piensa todavía en el muerto, un muerto que le sirve para
descalificar al resto de la humanidad conocida y por conocer.”
Íbidem, P. 78
“Ellos, pienso, deben estar acostumbrados el uno al otro... con sus
necesarios, vitales, imprescindibles conflictos; eso se les ve.”
Íbidem, P. 81
“Pero la edad no constituye ninguna garantía acerca de quién va a
morir primero. Lo inesperado acecha y nos hace mortales de repente,
nunca lo olvido.” Íbidem, P. 83
“... para los lectores sensibles y cultos -como lo diría Julius en
El umbral- lo sobrenatural no podría creerse si no está
“revestido con suntuosidad y con arte”. Prólogo de Mauricio
Carrera, P. 96
“... no es mera vulgaridad o falta de cultura lo que orilla la
gente a comprar publicaciones repugnantes llenas de imágenes de
difuntos y mutilados, es la necesidad de una catarsis brutal para
contrarrestar lo artificial de la vida.” Mario González Suárez en
Crónica desde un cuarto oscuro o Cómo dejar el tabaco,
P. 114
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