Mi última colaboración de este año para Tierra Adentro fue la reseña de Tomografía de lo ínfimo, un maravilloso libro de ensayos de Laura Sofía Rivero.
EL DIABLO ESTÁ EN LOS DETALLES
Titulo: Tomografía de lo ínfimo
Autor: Laura Sofía Rivero
Editorial: Fondo Editorial Estado de México
Lugar y Año: México, 2018
Las partículas elementales crearon el universo, la materia y nuestros cuerpos. Partes ínfimas, mínimas, en ellas radica todo origen. Lo insignificante, al igual que los detalles, importa: un análisis de ADN a través de una muestra de saliva indica quién es el culpable en un crimen; el orden de los colores de los anillos de una serpiente cascabel anuncia si esta es venenosa o no; los gonosomas deciden el sexo biológico de un mamífero. El diablo siempre está en esos detalles que alteran nuestra percepción de lo conocido, poniendo el dedo en las letras pequeñas, señalando cláusulas infinitas y confusas.
Laura Sofía Rivero (Ciudad de México, 1993) conoce tan bien esto que su libro de ensayos, Tomografía de lo ínfimo (FOEM, 2018) ganó el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2017. En los once ensayos y un Minifacio en lugar de prefacio que conforman la obra (algunos de ellos disponibles en línea), Rivero reflexiona sobre objetos comunes, partes del cuerpo en apariencia insignificantes y situaciones cotidianas que resultan fundamentales para la existencia, pero en cuyas implicaciones graves no reparamos.
Desde el humor, la escritura fresca de Rivero nos invita a pensar acerca de lo, en apariencia, insignificante, porque es precisamente ahí donde radica lo esencial.
La mención previa del diablo no es gratuita; desde el epígrafe del libro, Rivero remite a la maldad misma en un verso del poema “Mala fe” de Rosario Castellanos: “Es el Mal. Con Mayúscula. Es la prueba patente de que en el Universo algo falló y alguien tiene la culpa: Dios, el diablo, nuestros primeros padres o los últimos”.
En cada texto, Laura Sofía nos hace pensar en lo que pasa inadvertido por ser tan obvio, como en las diez letras de su propio nombre, para luego invitarnos a analizar el nuestro. Esto ocurre en “Finitud del antropónimo”, donde nos dice que los nombres son imposiciones y designios, palabras poderosas que nos modelan a imagen y semejanza, y esta delimitación provoca una rebeldía expresada a través de los alias, los hipocorísticos, los seudónimos; otras máscaras para representar lo mismo.
Una visita al podólogo por una uña encarnada es el detonador de “Meditación sobre las uñas”, ensayo en el que Rivero nos recuerda que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo mira enfermo”, donde exhibe la dualidad del mismo elemento cuya esencia es a la vez bondadosa y malévola, placentera y dolorosa —como las dos caras de una moneda— gracias al ingenio del hombre llevado al extremo: un método de tortura es extirpar las uñas por completo o introducir alfileres debajo de ellas hasta desprenderlas. Así, el dolor la lleva a discurrir, a saber lo importante que es cada milímetro de materia que constituye nuestro cuerpo, mismo que exige atención ya sea a través del dolor o el placer. (Continuar leyendo en Tierra Adentro...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario