Reseña personal: El necrófilo de Gabrielle Wittkop (escritora francesa, 1920-2002) es una novela publicada en 1972 por la Bibliotèque Noire y publicada en español hasta 1995 por la Editorial Tusquets. Wittkop dejó una obra que podría etiquetarse dentro de lo siniestro, trágico y escalofriante, de lo que se puede deducir, de manera certera, que su musa era la muerte y todo lo que esta implicara; empezando por algo tan amplio como la vida misma, lo que la posterga: el sexo; y lo que logra crear vínculos humanos: el amor.
Esta novela es la
historia de un anticuario comprendida en un año en entradas
de su diario personal. En cuanto a la extensión, es un fragmento
mínimo de una vida, pero de una intensidad impresionante. Aparecer a
Lucien N. como por generación espontánea y dejar un final abierto y
un futuro incierto para él le dan el último toque de misticismo
para volverla una novela de singularidad espléndida.
Lucien vive en una gran
casa antigua donde comercia con antigüedades, pero lleva esta
afición por lo decrépito (en cierto sentido) más allá de los
objetos: hacia cuerpos humanos sin vida. Es un necrófilo que forma
parte de una sociedad invisible de personas con gustos afines.
Leyendo los obituarios, descubre donde podrá encontrar a su próximo
amor. El siguiente paso es realizar una visita al cementerio y
desenterrarlo, para llevarlo con él a su hogar.
La pasión que les
profesa es libre y exenta de toda discriminación, pues adora por
igual a cadáveres de bebés y niños que de hombres o mujeres,
jóvenes o ancianos. Dejando de lado la putrefacción, es un amor
honesto y perfecto aunque no recíproco, que deja fuera de su casa
cualquier tipo de prejuicio social y que se podría poner en duda al
involucrar el aspecto sexual, pues es un tipo de violación o
invasión al cuerpo del otro sin su consentimiento, pero también sin
su vida, y es quizá ese detalle el que anule la profanación carnal. El problema son los tabúes religiosos que se han creado en torno a
la cáscara física que deja cualquier ser humano en este plano existencial
tras su deceso.
Tenemos aquí dos
problemáticas, una referente al sexo y otra al ritual mortuorio que
involucra el cuerpo del fallecido. En cuanto a la primera cuestión Foucault, a través de una entrevista, explica a la perfección que
es lo que sucede en nuestra sociedad: “El sexo existe y
representa el noventa por ciento de las preocupaciones de la gente
durante gran parte de las horas de vigilia. Es el impulso más fuerte
que se conozca en el hombre; en diferentes aspectos, más fuerte que
el hambre, la sed y el sueño. Disfruta incluso de cierta mística.
Se duerme, se come y se bebe con otros, pero el acto sexual -al menos
en la sociedad occidental- se considera como una cuestión del todo
personal. Por supuesto, en ciertas culturas africanas y aborígenes
se lo trata con la misma desenvoltura que a los demás instintos. La
Iglesia heredó los tabúes de las sociedades paganas, los manipuló
y elaboró doctrinas que no siempre se fundan en la lógica o la
práctica.” El problema se vuelve más grande e ideológico en
cuanto a los cadáveres, pues lo juzgo igual de legendario pero
enigmático y mucho más misterioso, del que no tengo los argumentos
suficientes para poder analizar. Mirando el conjunto y aunando a
esto las declaraciones de Wittkop, sinceras y libres de
convencionalismos sociales sobre su forma de vida e ideología, se
logra entender porqué fue víctima de la desaprobación social pero
también fue un símbolo de lucha para muchos otros, pues como ella misma lo
dice: “Hay ciertas verdades que escandalizarían a un espíritu
rudimentario como el suyo.”
En cuanto al aspecto
literario de la obra, la narración en primera persona logra por
completo que el lector se vuelva Lucien, el necrófilo mismo, que a
través de una sensibilidad majestuosa narra como posee a los cuerpos
y refiere una cantidad de detalles tan singulares que se logra crear,
a través de la lectura, un escenario completo, detallado y
hermético, ideal para que se desarrolle el fúnebre relato, exento
de ojos curiosos e indiscretos creados con el afán de censurar y
condenar. La narrativa de Wittkop está dotada de una sensibilidad
tal, que logra transmitir al lector la hermosura que posee un cadáver
y la belleza de la muerte en sí, incluso de la putrefacción que se
advierte por las diferentes funciones fisiológicas de las
sensaciones.
Wittkop crea de una
invención todo un universo real, donde las emociones son
detalladamente descritas y existe siempre un ambiente de seducción y
afecto. Los actos de Lucien no son específicamente sexuales, son
acciones de un intento de restituir vida a la muerte a través de lo que
puede dar como ser viviente aún. No son simples depravaciones, son
acciones naturales que encierran espiritualidad y un anhelo de
regresar al origen, Tánatos en su máxima expresión: “El olor
de los muertos es el del retorno al cosmos, el de la sublime
alquimia.”
El tema de la necrofilia
es algo que me ha atraído desde hace bastante tiempo y antes de leer
está novela (que se convirtió en una de mis favoritas) vi las
películas de Necromanitk (I y II), la más cruda (quizá
algo tenga que ver con que es japonesa): Flowers of flesh and
blood y la más cuidada y artística de todas y que se asemeja
bastante a la obra de Wittkop, sólo que protagonizado por una mujer:
Kissed. Escribiendo esto, me doy cuenta que es necesaria otra
entrada para tratar sobre la necrofilia y toda la obra artística
que le rodean.
Tras una necesaria
búsqueda literaria sobre el tema, di con esta maravilla. Por alguna
razón no puedo subir fotos, pero quería, desde hace algunas
entradas, subir la foto de la portaba del libro del que hago la
reseña y poner los datos. Les comento por lo pronto que es de la
colección La Sonrisa Vertical y por ahora no he logrado encontrarlo
en las librerías populares.
He aquí algunas
magníficas frases de la
novela:
“...hasta
llegar a la pureza final de esa gran muñeca de marfil con la sonrisa
muda, y las piernas perpetuamente abiertas, que está en cada uno de
nosotros.”
“Noviembre siempre me
aporta algo inesperado, aunque esté aguardándolo desde siempre.”
“Me gustarían mucho
sus ojos en blanco, sus labios mudos, su sexo glacial, ojalá
estuviera usted muerto. Por desgracia, tiene el mal gusto de estar
vivo.”
“Pues la clandestinidad
exige unas murallas que protejan del aliento de la tierra y unas
cortinas que detengan
la mirada de los astros.”
"Durante
catorce días, he sido inefablemente feliz. Inefablemente pero no del
todo pues, para mí, la alegría siempre va acompañada de la pena de
saberla efímera, la felicidad lleva siempre, ostensiblemente, el
germen de su propio final. Sólo la muerte —la mía— me liberará
de la derrota, de la herida que nos inflige el tiempo.”
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