Reseña personal: Escritores suicidas de Héctor Gamboa (abogado, periodista y escritor de Nayarit, México, 1934-2010)
fue publicado con el título Antología de
literatos suicidas en 1985 y reeditado en 2001 por Editorial Nueva Imagen.
En cuanto al autor, se licenció como abogado
por la UNAM y fue
funcionario de gobierno en varias ocasiones,
destacó en el periodismo y publicó diversos relatos, ensayos y novelas,
siendo su último libro una autobiografía (Yo,
Aztlán, 2007). Fue coordinador en la Editorial La Rosa blindada
(donde publicó varios de sus libros) y colaboró ampliamente en diversos medios
locales y nacionales.
Después del prólogo, que es una especie de
justificación bastante sucinta sobre la temática del libro, el primer capitulo,
Los estudiosos, expone diferentes
argumentos basados en investigaciones y debidamente fundamentados para
esclarecer en lo posible el interés del autor sobre el suicidio, mencionando algunos
autores y obras referenciales como Sigmund Freud, Émile Durkheim, H. G. Morgan, Of suicide de David Hume o Las
cuitas del joven Werther de Goethe.
En reseñas anteriores he hablado sobre el
suicidio sin dar juicios de valor (en la medida posible), por lo que estaría de
más volver a comentar lo que ya he dicho. Sólo puedo reiterar mi interés por
esta acción en particular y me parece de lo más acertado que el autor de la
obra decidiera colocar una especie de introducción sobre el tema, retomando
diversos puntos de vista conforme a distintos contextos sociales.
No es un secreto que a las personas con algún
tipo de vocación artística (específicamente los escritores, en este caso) se
les asocie con trastornos mentales o desórdenes maniaco-depresivos, hecho
comprobado científicamente y no sólo sustentado por los clichés que definen al
escritor como ‘un ser torturado por demonios internos o una vida llena de decepciones,
solitario y trastornado’, que sí los hubo/hay/habrá, pero que incluso por eso
mismo pueden ahondar más en su imaginario, creatividad o intelecto, sin
predisponer su vida al fracaso o a contemplar al suicidio como la única salida.
En cuanto a la comprobación científica, me
refiero específicamente a la labor que realizaron hace algunos meses los
investigadores del Instituto Karolinska, de Suecia, la Universidad Médica
más grande a nivel mundial, quienes al realizar estudios neurológicos a más de
un millón de personas con algún trastorno mental (como ansiedad, esquizofrenia,
bipolaridad, depresión o paranoia), encontraron vínculos con diversas aptitudes
artísticas; específicamente en aquellos pacientes con bipolaridad, descubriendo
también que los pacientes con historial familiar de bipolaridad o esquizofrenia
tendían a desarrollar mucho más su creatividad. Los resultados, en el campo de
los escritores, fueron contundentes: presentaron aproximadamente el doble de
posibilidad de cometer suicidio que el resto de las personas.
El libro cuenta con un total de 27 escritores vinculados
por el acto del suicidio, de los cuales a 13 se les asigna una cantidad considerable
de páginas y 14 cuentan sólo con una reducida biografía. Entre ellos figuran Jack
London, Ernest Hemnigway, Gérard de Nerval, Virginia Woolf, Stefan Zweig, Jorge
Cuesta, Yasunari Kawabata, Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Alfonsina Storni.
No conozco la explicación de la selección de
escritores suicidas de Gamboa, pero sí que esta lista se queda corta con el
total (y que sin duda seguirá en aumento) del catálogo, en la que figuran
literatos suicidas de diversas nacionalidades, edades y métodos, como los estadounidenses Sylvia Plath (30 años),
Anne Sexton (45 años) y William Faulkner (65 años), el colombiano Andrés
Caicedo (24 años), el francés Jacques Rigaut (31 años) o el español Ángel
Ganivet (33 años).
Este libro no es una simple compilación de
información, pues Gamboa, a través de su estilo personal, relata los momentos
difíciles y mortales de personalidades que han dejado el legado de su
genialidad a través específicamente de sus letras, quienes mediante sus méritos
literarios y una insondable sensibilidad y particular visión de la vida,
lograron trascender de la simple existencia terrenal.
Transcribo a continuación algunas de las frases memorables de Gamboa en
referencia a sus suicidas:
“…uno de los rasgos principales de todo neurótico
obsesivo es la necesidad de duda permanente en el terreno afectivo…” P.94
En referencia a Muerte en la tarde de Hemingway: “En este libro sostiene que la
muerte es un enemigo del que se puede sacar partido; puede ser nuestra esclava
simplemente llamándola en el momento oportuno, pues finalmente se rendirá y nos
obedecerá respecto a la hora y lugar que la llamemos.” P.106
Sobre Heinrich von Kleist: “Para ilustrar el
estado de ánimo que lo tiene preso después del fracaso de su primer intento
poético, escribe una carta: ´Me dio el
infierno la mitad de lo que es un talento; el cielo o no lo da o, si lo da, lo
da entero.’ En lugar de premio, escribir era un castigo del infierno, una
condenación: ‘Logro estar contento
punidamente si estoy en compañía de mí mismo: solamente entonces puedo ser
sincero.’ P. 133
“Nerval describe cómo es la muerte en Octavie: ‘¿La muerte? Esa palabra no transmite nada sombrío en mi pensamiento.
Me parece coronada de rosas pálidas como el fin de una fiesta; he soñado
algunas veces… que me decía: Ven, ven a reposar en mis brazos. No soy bella,
pero soy buena y caritativa, no doy placer, pero sí la calma eterna.’ P.
152
“Los genios lo son en proporción al costal de
traumas que arrastran. O tal vez porque su inteligencia desmesurada reacciona
ante los estímulos mucho más retorcidamente que las personas normales, y no
serían lo geniales que son si no fuera por lo traumados que están.” P. 187
“Al escribir una de sus mejores obras, Mishima
plantea que la creación literaria es un don divino que hace pensar pero margina
a los seres pensantes hasta crear un muro entre ellos y la sociedad que,
finalmente, ya no es tan suya.” P. 189
Sobre Stefan Zweig: “Las leyes le resultaban
demasiado restrictivas, la envidia de los otros le pisaba los talones y es que
los despreocupados sólo admiten la envidia de los otros despreocupados, pero no
la de los agobiados.” P. 232
“…pero así como critica Kleist su egoísmo de querer que sus amigos o
alguien más se suicide con él, Zweig obliga (no estoy convencida de que la haya
obligado, precisamente) a su mujer, años más joven, a suicidarse con él. Veamos
lo que Zweig dice de Kleist: ‘Ni los
amigos ni las mujeres comprenden esa pasión por una muerte compartida con otra
persona: nadie tampoco comprendió nunca sus hipertrofias del entendimiento.’”
P. 234
“Amor a primera incongruencia” (Refiriéndose a
la relación entre Jorge Cuesta y Guadalupe Marín).
Para finalizar, dejo algunos fragmentos del capítulo final, Comentarios:
Podría ser digno de
consideración que varios de ellos
mantenían
correspondencia y eran
amigos entre sí (Esenin-Maiakovski,
Cuesta-Torres Bodet,
Dazai-Akutawaga, Quiroga-Hemingway,
Quiroga-Lugones);
otros se admiraban (cuando Asunción Sila de
entera de la muerte de
Nerval, decide seguirlo se mata más tarde).
En el paraíso de los
suicidas literatos, que imagino intemporal
e ingrávido, probablemente se discute y se
habla con familiaridad
y conocimiento probado de amor, locura,
muerte, magia y erotismo.
Temas tan viejos como
el pensamiento del hombre.
Podríamos imaginar a
Alfonsina Storni y Virginia Woolf
narrando sus acuosas experiencias. A Pavese y
Hemingway corrigiéndose
la plana respecto a Por quién doblan las
campanas.
La mejor conclusión
será omitir juicios y esperar
a que el propio lector
los formule. Tal vez las líneas finales de Pavese
nos ayuden: “Basta de palabras. Un gesto. No
escribiré más.
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