Tres veces la mujer de
gris de Carmen Pacheco (escritora española, 1980) es una novela
infantil publicada en 2009 y finalista de la XXX edición del Premio
Barco de Vapor de la Editorial SM. Este es el primer libro de
literatura infantil que reseño, a pesar de que me encantan los
libros infantiles y en especial los álbumes ilustrados (la editorial
Fondo de Cultura Económica tiene muchos títulos increíbles). Este
es el segundo libro publicado por la autora y lo descubrí después
de investigar un poco sobre su última publicación, El corazón
del sueño (2011), y seguirle la pista en todos los medios
electrónicos posibles, llegando a instagram y twitter.
porque han de saber que, cuando conozco a un autor que me interesa y
sobre todo después de leerlo, entro en un estado stalker en
donde no paro hasta encontrar sus webs
personales y todo tipo de sitios donde pueda obtener más información
de él/ella (y las entrevistas son mis favoritas). Mea
culpa.
Encontré
el libro en algún evento masivo literario hace algunos meses y me
sorprendió tanto ver algo de la autora, que no pude dejar pasar la
oportunidad y lo compré. Retrasé la lectura porque (como toda la
vida) hay libros atrasados por leer y constantemente se añaden más
a la lista infinita, pero finalmente puedo constatar el talento de
Pacheco para la narrativa y creación de personajes, mundos alternos
y la profundidad en ciertas ideas que, sinceramente, no
adjudicaría a la literatura infantil.
Don
Roberto y Róber son los protagonistas de esta singular aventura de
misterio donde se refleja más de una problemática social actual,
como la alienación o enajenación que, por diversas razones, crea
individuos cada vez más enclaustrados en sí mismos. Tiene algunas
ilustraciones sobrias y precisas, a blanco y negro, que completan la
imagen de los personajes y algunos escenarios.
A
pesar de la diferencia de edad tan marcada entre estos personajes que
comparten el nombre, el anciano malhumorado y el niño son
físicamente muy parecidos debido a una enfermedad que sufrió el
pequeño Róber, que lo dejó calvo, y conforme conocen más uno sobre
el otro de lo que han vivido, crean una relación que se fortalece
con el brote de un cariño inesperado, pues es precisamente la
empatía que sienten mutuamente la que los hace comprender que el
dolor no se mide por los años de vida de una persona, y tampoco la
felicidad. Don Roberto, a pesar de no sentir ninguna simpatía por
los niños, logra sentirla por Róber, pues “... algo en la conducta del niño y en su manera natural de afrontar la desgracia
le había recordado a sí mismo.”
Don
Roberto nunca pensó que podía aprender tanto de una persona tan
pequeña, y sorprendido de que uno de esos mundos diminutos e
inexpertos hubiera sufrido y entendiera tanto de la pérdida y el
dolor le hizo comprender que no hacía falta vivir más de sesenta
décadas en la faz de la tierra para interpelar a los demás, a sí
mismo o al universo con interrogantes sobre la muerte y el recuerdo.
El
libro está dividido en nueve capítulos y sin duda en el capitulo
cinco, Algunas pistas,
reside una melancolía abrumadora que, confieso, me tuvo al borde de
las lágrimas (y sólo me contuve por estar en un espacio público).
Y es que con preguntas como -¿A usted se le ha muerto
alguien? Róber toca los
recuerdos más dolorosos de Don Roberto y del lector, a nuestros
muertos. A través de un pequeño diálogo llegan a la conclusión de
que el lugar al que se van todas las personas que parten es a la
memoria, al recuerdo. Y es quizá un conocimiento universal pero que
necesita reafirmarse no tres o cuatro veces, sino cientos, miles, un
conocimiento colectivo que habrá que confirmar cuantas veces sea
necesario, cuantos momentos de angustia y oscuridad sean necesarios. Y
aquí es donde lo infantil del libro me crea conflicto, pues trata de
forma más profunda que libros “para adultos” un tema bastante
complicado, y lo mejor: lo resuelve de manera maravillosa.
Justo
por los días en que estaba en esta lectura, alguien posteó en
Facebook un enlace (en
inglés) precisamente sobre lo que estaba pensando sobre la
literatura infantil, es un texto en inglés de The guardian que habla sobre las razones por las que la literatura infantil debería ser considerada tan importante como la “gran literatura” basándose en un hecho
tan simple como ser capaz de cambiar al lector y al mundo.
Una
de las frases más bellas que encontré en el libro fue: “...
le colocó la mano sobre la espalda, con ternura y con cuidado, como
se tocan las cosas frágiles y desconocidas que uno cree que puede
romper.” Esa imagen que alude
a la fragilidad no sólo física del niño, sino anímica, una
fragilidad total por la que surge un sentimiento natural de
protección.
Les
comparto mis hallazgos como el blog de la autora, su fanpage en facebook, y de paso
el blog de su hermana,
que hace unos cómics monísimos y divertidos y con quien, por
cierto, publicó un libro en conjunto titulado Let's Pacheco.
Por
último, una entrevista de 2011, de la que transcribo una de las
preguntas (y donde vienen muy buenas referencias literarias para
anotar en las listas infinitas de lecturas):
¿Cuáles
han sido tus principales influencias literarias y cuáles tus libros
favoritos? ¿Y en literatura juvenil en concreto?
Mi
eclecticismo en lecturas roza casi la esquizofrenia literaria, pero
es que siento la necesidad de pasar de un extremo a otro, terminar
una novela de ciencia ficción hard de Dan Simmons, por ejemplo y
pasarme a Virginia Woolf. Creo que esta mezcla delirante es
precisamente lo que me influye y así surgen cosas como Misterioso
asesinato en Oz,
donde hay ciencia ficción, un toque victoriano y mucho de las
novelas de Agatha Christie que devoré de pequeña. Me encanta la
novela negra, sobre todo si la escribe Raymond Chandler, la novela de
misterio, la fantasía hard, la ciencia ficción (todos los
subgéneros), las novelas de espías (Graham Greene y John Le Carré
son dos de mis escritores favoritos), y todo lo que ha escrito para
niños y adultos Roald Dahl. También me gustan mucho las escritoras
Karen Blixen, Katherine Mansfield, Dorothy Parker, Carson McCullers,
Nancy Mitford, Clarice Lispector... Sé que un libro me está
gustando si estoy deseando terminarlo para leerme la vida de su
escritor en wikipedia (no me dejo hacerlo antes, es una manía). Como
libros preferidos siempre he citado
El
guardián entre el centeno
de
J.D. Salinger y La
campana de cristal
de Sylvia Plath porque los dos llegaron a mi vida en momentos
difíciles y fueron lecturas que me ayudaron mucho. El problema es
que hace un par de años me los encontré a ambos en la mesa de un
Urban Outfitters y que tus libros preferidos los vendan en una tienda
de ropa moderna te da qué pensar. Así que a partir de esta
entrevista los cambiaré por El
corazón de las tinieblas
de
Joseph Conrad, Cerca
del corazón salvaje
de
Clarice Lispector y El
corazón es un cazador solitario
de
Carson McCullers que me parecen muy dignos sucesores y que además
explican un poco el título de mi último libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario