Mar negro (Almadía, 2014) de Bernardo Esquinca (escritor mexicano,
1972) es el tercer libro de cuento del autor, y concluye la trilogía que inició
con Los niños de paja y Demonia. Esta colección se inscribe
dentro de los «subgéneros» del terror y la weird
fiction.
El
epígrafe del libro, Similia Similibur
Curantur, («lo similar se cura con lo similar») es un magnífico guiño al
lector: el horror se contrarresta con más terror, un susto se mitiga con un
susto peor. Y esta fórmula puede continuar ad
infinitum. Para Esquinca —y para beneficio del lector—, «por fortuna, aún
hay unos pocos que no quieren que olvidemos, cuya labor es preservar ese
conocimiento antiguo: el miedo y su antídoto». El autor es una suerte de
antropólogo e historiador que rescata el pasado, que recrea narraciones
populares y de la tradición oral mexicana.
Aunque
la Ciudad de México resalta como el escenario de varios de los relatos,
antiguas ciudades y países europeos cobran importancia en algunas historias
cuyos protagonistas se vuelven más próximos porque forman parte de temáticas de
horror creadas desde hace cientos de siglos —como el vampiro— con la misma
finalidad que ha tenido la narración desde sus inicios: crear vínculos, acercar
entre sí a los seres humanos.
Esquinca
reinventa ciertos mitos y acontecimientos reales; les otorga un desenlace a
historias que de otra forma no lo tendrían, y a través de datos históricos,
científicos, religiosos y culturales, le da un nuevo sentido a sucesos que
sacuden la realidad; plantea interpretaciones a modo de solución a aquello que,
de otra forma, se mantendría oculto a los ojos humanos. La lectura de estos
diez relatos fantásticos y terroríficos resulta tan cautivadora como
escalofriante.
Esta
continua búsqueda de esperpentos físicos o imaginarios se evidencia claramente
en las primeras páginas con la siguiente frase: «Le molestaba que los humanos
buscaran monstruos donde no los había».
Una
particularidad de este libro es la metaficción que incluye en varias de sus
páginas: a través de reflexiones o justificaciones sobre la creación literaria,
el autor crea una especie de decálogo imprescindible para un escritor.
Familiares
lunáticos, una pareja de zombis, bellas muñecas embrujadas, vampiros
melancólicos, minúsculas alimañas en una batalla eterna por reconquistar la tierra,
hermanos abandonados que nunca olvidan, supuestos ciegos y dimensiones alternas
donde la memoria y un asesinos serial se recrean una y otra vez en rituales
ancestrales son algunos de los personajes y situaciones plasmados en Mar negro como una amenaza latente:
«Todos los supersticiosos del mundo poseían un Mar Negro; es decir, un mar interior, con sus tormentas, sus
abismos… Y sus criaturas».
El
terror, en cualquier de sus facetas, fascina porque se sabemos irreal, porque
otorga cierto placer inconscientemente y genera temores gratificantes. La
empatía con lo monstruoso hace comprender los miedos propios y sus orígenes,
volviéndo cómplice a todo el que se sumerge en el tema. El terror de Esquinca vigila
a quien tome sus libros desde cada párrafo, lo observa desde la oscuridad. El
horror reside en que lo ya conocido, en lo pretendidamente familiar o cercano porque
esto siempre encubre elementos tenebrosos que se encuentra al acecho.
En
algunos de los cuentos de Esquinca, lo extraño aparece sutilmente, como una
fractura apenas perceptible. En otros, aparece desde el inicio y permanece a lo
largo de la atmósfera de la narración, y en algunos más es el núcleo de la
propia trama.
«Mar
de la tranquilidad, Océano de las tormentas» describe momentos clave de una
familia particular junto con una conspiración que aparentemente nada tendría
que ver con ellos, pero que encierra el secreto de un hecho sin precedentes
anunciado sólo a quien está dispuesto a prestar atención.
En
«El ciego», uno de los personajes principales es una figura que recuerda con
nostalgia a uno de los grandes escritores argentinos que falleció hace poco más
de tres décadas. La mención emblemática de uno de los mercados más conocidos de
la Ciudad de México y todo el misterio que circunda a los personajes vuelven a
esta historia un pasaje tétrico e intrincado en el que se busca esclarecer un
enigma vital para los involucrados.
«Ven
a mí» muestra, con un humor negro bastante marcado, cuál podría ser uno de los
aspectos negativos de cierto tipo de magia cuando se obra a través del egoísmo
y la ambición.
La
siniestra muñeca de la portada del libro alude al cuento «Sueña conmigo»,
relato con una construcción original que une cierta clase de fichas o registros
pretendidamente realistas con el relato mismo, un recurso genial —una especie
de matrushka con forma de muñecas antiguas— que dota de mayor credibilidad a la
historia fantástica que desarrolla la consumación de una venganza. Esquinca ha
mencionado ya que, tras conocer la noticia de un coleccionista de muñecas
antiguas que aseguraba que una de ellas le hablaba, pensó de inmediato en
escribir este cuento. Una temática muy similar se toca en el relato «Las furias
de Menlo Park» de otro gran escritor mexicano, Ignacio Padilla, quien se bas ó en las muñecas «parlantes»
creadas en 1890 por la Compañía Edison para escribirlo.
«La
otra noche de Tlatelolco» describe una terrible injusticia ocurrida en México
en el 68 desde una perspectiva muy creativa y pasional, pero sin dejar de lado
la denuncia social. Este cuento forma parte de la antología Festín de
muertos (Océano, 2015), coordinada por Raquel Castro y Rafael Villegas,
donde el zombi es la temática principal.
Esquinca
mencionó en una entrevista para Vice
en 2014, que en estos cuentos buscó «reescribir el Centro Histórico a través
del terror», objetivo que logra a la perfección. Iván Farías publicó en el sitio Letras explícitas, en el mismo año,
la interesante entrevista que le realizó a Esquinca, donde éste habla un poco
más sobre su proceso creativo y su proyecto literario.
El
imaginario siniestro de Esquinca incomoda y tensa al lector, y eso es
precisamente lo que la literatura debe hacer: generar emociones, exaltar,
inquietar, sorprender y fascinar. En la literatura de Esquinca lo terrible del
pasado es tan palpable como lo aterrador de todas las posibilidades abiertas.
Lo ordinario se presenta aquí como un evento de probabilidades a las que sólo
se necesita asomarse un poco para conocerlas.
Una
de las particularidades del terror de este autor es la cercanía de la posibilidad
de suceder, es saberse a merced de lo indescifrable, volverse consciente de que
cada pared y cada puerta con décadas de vida han sido testigos de un misterio o
de un crimen, que cada calle en esta ciudad a sido escenario por lo menos de un
delito, de un suceso misterioso o de sus consecuencias.
Finalmente,
en Mar negro el propio Esquinca deja
muy claro cuál es su objetivo como creador: «A veces la vida es generosa y
comienza a perecerse a un cuento. Eso es, finalmente, lo que busco como
escritor: que este mundo no se parezca tanto a sí mismo». Y su sólido proyecto
narrativo sólo puede darle la razón.
Esta es una entrevista por Librerías Gandhi al autor con motivo de Mar negro:
En este otro video, Esquinca da sus principales argumentos
para atraer lectores en menos de un minuto:
También
pueden leer el primer cuento del libro aquí, en el sitio digital de la editorial en Issuu.
El
libro se puede conseguir en Gandhi y El Péndulo.
Para
finalizar, transcribo algunas de las mejores frases de Mar negro:
Los padres antiguos
“…le
molestaba que los humanos buscaran monstruos donde no los había.” p. 18
“En
el sexo somos más animales que nunca” p. 19
“Le
dije a MacCarthy que no teníamos que preocuparnos por ti. Que eras escritor y
que si decías algo, nadie te creería.” p. 26
Torre latino
“Nada
era una sola presencia, sino la suma de sus avatares.” p. 33
Mar de la tranquilidad, océano de las tormentas
“En
mi familia siempre hubo secretos, pero la locura no puede ocultarse.” p. 37
“…contar
las vidas de los otros. Desde muy joven entendí que mi destino estaba en las
biografías.” p. 38
“…la
fragilidad de su cordura.” p. 39
“…el
astronauta más célebre de la historia estaba condenado porque sólo los
lunáticos podían captar la frecuencia de sus mensajes.” p. 45
“Nosotros
somos la plaga. (...) Ellos sólo quieren asegurarse de que nunca salgamos de
nuestro planeta.” p. 45
“No
lo pensé dos veces y me arrojé al vacío.” p. 48
“…una
absoluta y asfixiante soledad.” p. 50
La otra noche de Tlatelolco
“Comprendió
entonces que había algo peor: que la vida siguiera su curso normal.” p. 77
El ciego
“Escribo todo esto porque estoy rodeado de
fantasmas. Pero hasta ellos han comenzado a desaparecer. Carajo, pensé.
¿Qué le puede quedar a un anciano si pierde contacto con sus fantasmas? El
terror del vacío absoluto.” p. 89
“…podría
tomarme por un fisgón entrometido. Y lo eres –todos los escritores debemos serlo
si queremos escribir buenas historias (…)” p. 90
“…tengo
un sentido trágico de las cosas.” p. 90
“Sé
que mi actitud era tan egoísta como cruel, pero si los escritores no somos
egoístas y crueles no llegamos a ningún lado. Al menos, a ninguno que sea
interesante.” p. 91
“A
veces la vida es generosa y comienza a parecerse a un cuento. Eso es,
finalmente, lo que busco como escritor: que este mundo no se parezca tanto a sí
mismo.” p. 93
El brazo robado
“La
curiosidad no abandona, incluso a aquéllos que son indignos de ella.” p. 103
“…a
los muertos se les atrae con otros muertos.” p. 109
Sueña conmigo
“Todo
relato debe incomodara su audiencia, si no corre el riesgo de dejarla
indiferente.” p. 137
“Cada
que tenemos miedo volvemos a ser el niño que busca con desesperación el
interruptor de la luz, y que no atina a hacer otra cosa que manotear en la
oscuridad.” p. 141
“…el
peor de los miedos anida en las preguntas sin respuesta.” p. 144
El encorvado
“…aún
hay unos pocos que no quieren que olvidemos, cuya labor es preservar ese
conocimiento antiguo: el miedo y su antídoto.” p. 150
“…era
un recolector de supersticiones, y de las huellas que las sustentaban.” p. 151
“Si
existía la saudade para los
portugueses y para los melancólicos en general, entonces en Europa Oriental
tenían la superchería. Por extensión, todos los supersticiosos del mundo
poseían un Mar Negro; es decir, un mar
interior, con sus tormentas, sus abismos… Y sus criaturas.” Ibídem
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