sábado, 29 de febrero de 2020

El vals de los monstruos - reseña de Macaria España

Fotografía de Macaria España



La última reseña de mi libro de cuentos El vals de los monstruos la escribió Macaria España para el sitio digital Neotraba, y también grabó un divertido video para la FIL Guadalajara 2019. Le agradezco mucho ambos detalles.






No, no vamos a hablar de música ni tampoco de monstruos de caras horripilantes. Sino del más reciente libro de la escritora Lola Ancira, El vals de los Monstruos, publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA) en 2018.
Son once cuentos que nos llevan, con una melodiosa y siniestra  armonía a los lugares más oscuros del ser humano, que regularmente son en donde habitan las emociones.
Este no es un libro para permanecer inmóvil, porque Lola sabe colocarnos en una posición incómoda en cada historia, que nos lleva a tratar de leer lo más rápido posible y saber qué final tuvo el protagonista. Si acaso después de las tinieblas hubo un final feliz, pero no siempre es así, porque de eso se trata este baile lento en el que deambulan los personajes cuyo aspecto más aterrador es el de la normalidad.
Hombres y mujeres que pueden pasar desapercibidos en el transporte público, en las calles, pero que dentro de ellos esconden los deseos más infames. (Continuar leyendo en Neotraba...)

viernes, 21 de febrero de 2020

Revista Ritmo núm. 35 y núm. 36, Imaginario fantástico mexicano






Una muy buena noticia: en 2019, Miguel Lupián me invitó a coordinar el volumen 2 (creación literaria) de Imaginario fantástico mexicano de la revista Ritmo. Imaginación y crítica (CCH/UNAM), ¡y ya está disponible en línea!

Podrán leer cuentos de excelentes escritores como Josué Sánchez, Andrea Ciria, Laura Baeza, Efraím Blanco, Kareve Gasca, Julian Mitre, Edna Montes, Iliana Vargas, Enrique Urbina, Jimena Jurado, Alfonso Franco Aguilar, Yesenia Cabrera, Aura García-Junco Moreno, Aniela Rodríguez, Miranda Guerrero y Edgar Lacolz, a quienes les agradezco enormemente su disposición para formar parte de este bello proyecto.

Además, Miguel y y escribimos un breve prólogo en torno a la literatura fantástica y, como cierre, incluimos una bibliografía representativa del género titulada «Biblioteca fantástica mexicana».






En este enlace pueden leer el volumen teórico, que Miguel coordinó junto con el Seminario de Literatura Fantástica Hispanoamericana.

Y en este otro, el de creación, que coordinamos juntos (la portada no es la que corresponde).

martes, 18 de febrero de 2020

Escritoras Latinoamericanas en Minería 2020




Este miércoles inicia la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería número 41, y tendré el enorme gusto de participar en el programa de Escritoras Latinoamericanas en Minería, un ciclo de actividades literarias organizadas por Odette Alonso desde 2007 en el marco de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería que este año reúne a poetas y narradoras excepcionales como Elma Correa, Jimena Jurado, Julia Piastro García, Mariana Orantes, Valeria List y Zel Cabrera.






Participaré en una lectura de narrativa junto con Elma Correa, moderada por Odette Alonso, el sábado 22 de febrero a las 14:00 horas. La cita es en el auditorio Sotero Prieto. El programa completo está disponible en su página de Facebook.

¡Allá nos vemos!







miércoles, 12 de febrero de 2020

La escalera azul - Aída Blanco (cuento)




Hace unos meses impartí un taller de cuento en el Reclusorio Femenil Santa Martha Acatitla, actividad que resultó muy enriquecedora para todas. La revista digital Tierra Adentro publicó recientemente uno de los textos leídos en la última sesión, "La escalera azul", de la interna Aída Blanco (Spica), quien me sorprendió en muchos aspectos. Haber contribuido a llevar la literatura a las mujeres de Santa Martha fue de lo más gratificante, y que el texto de una de ellas (con una atinada ilustración de Isabel Del Valle Gutiérrez) vea la luz, lo es todavía más. Como prólogo al emotivo cuento de Spica, narro un poco sobre mis visitas.


                           
Ilustración por Isabel del Valle






Hace algunas semanas, tuve la oportunidad de impartir un taller de cuento breve en el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla, cuya finalidad era acercar a las internas a este género literario y que crearan sus propios textos.
El proceso para ingresar a Santa Martha es rutinario: solo podía entrar con hojas, plumas y cuadernos. Después de cambiar mi identificación por un papel que avalaba mi identidad para poder salir, pasaba por una revisión y me colocaban un sello de tinta invisible. Atravesaba las primeras rejas junto con la coordinadora y avanzábamos hasta llegar al patio de actividades, entrábamos a pasillos grises y extensos donde nos encontrábamos con mujeres vestidas completamente de color azul o café. Algunas pasaban con indiferencia, otras nos veían con curiosidad, unas más saludaban y había otras, de mirada dura, que nos inspeccionaban preguntándose qué hacíamos en su territorio. También había algunas madres con niños pequeños, lo que le daba cierto toque acogedor al sitio. Pasábamos dos o tres rejas más, en donde mostrábamos el sello para seguir avanzando, y subíamos unas escaleras.
En el transcurso sobresalían murales hechos por las internas, y en gran parte de los dormitorios había ropa y cobijas tendidas entre lazos y palos que asomaban de pequeños orificios, exhibiendo la poca intimidad sobrante.
Una vez en el área de talleres y clases, era cuestión de dar unos pasos más hasta el salón asignado. A éste, amplio y con numerosas sillas, llegaban mujeres tan diferentes en edad como en apariencia física e incluso nacionalidad. Las dos más interesadas desde el inicio fueron Aída «Spica», una mujer de la tercera edad, y una muchacha muy joven, de no más de veinticinco años. La intriga de saber por qué estaban ahí era grande, pero fue una incógnita que permaneció sin respuesta. Finalmente, nos había reunido el interés por la literatura, por aprender y escribir. Conversamos sobre las características y la estructura básica del cuento, sobre las obras que conocían, y al hablar de Sherezade, descubrí que los libros y la literatura ya eran parte de la vida de varias. Algunas veces nos interrumpía el barullo propio del sitio que entraba por las ventanas siempre abiertas.
Entre textos teóricos de escritores como Onetti o Bosch, cuentos de Rulfo, Cortázar, Arreola y Quiroga, la charla fluyó. Incluso tras leer “El guardagujas”, nos enfrascamos en un debate político. Para acercarlas a la literatura contemporánea, lleve textos de autores como Iliana Vargas, Gerardo Lima, Laura Baeza (de las favoritas) y Gabriel Rodríguez Liceaga. Todas participaron leyendo fragmentos y comentando, en especial Spica y su joven compañera, quien nos mostró la biblioteca en una ocasión, pues trabaja ahí.
El último día del taller debían llevar textos escritos por ellas. Spica fue la última en leer, y su texto resultó realmente maravilloso. En el clímax, se le quebró la voz y soltó algunas lágrimas, me miró y yo le sonreí, queriendo abrazarla. Ella continuó leyendo. Escribió sobre la espera y la incertidumbre, sobre un asesinato enmascarado de suicidio, sobre la solidaridad que se crea entre mujeres, pero también sobre el encono que surge en el aislamiento. Al terminar, se sentó de nuevo entre una oleada de aplausos y frases de apoyo.
En «La escalera azul», Spica nos toma fuerte de la mano para llevarnos hasta la intimidad de su celda y de sus sentimientos, nos muestra las incomodidades que la rodean y los deseos que tiene de recuperar la libertad. Nos mira de frente, a los ojos, y nos muestra la entereza que aún late dentro de ella a pesar de llevar más de una década tras las rejas. Las palabras de esta mujer nos muestran con fidelidad cómo es la vida en reclusión, cómo se vive el encierro. Y es precisamente ahí, en Santa Martha Acatitla, donde comenzó a pintar y escribir: ella afirma que «La libertad es un arte». Y no está equivocada.
Valoro inmensamente esta experiencia, la oportunidad de intercambiar puntos de vista, pensamientos y reflexiones, más allá de la literatura, que involucraron cada aspecto de nuestras vidas. También estoy muy agradecida con las instituciones que hicieron posible este taller que, definitivamente, es una labor cultural necesaria.
La reiterada gratitud de las participantes fue, además, un gran aliciente. Cualquier acercamiento al arte es liberador. En este caso, una breve aproximación a la literatura generó lazos empáticos, un intercambio y una reciprocidad de aprendizaje en un sitio donde el aislamiento es la norma.
Yo solo espero que, ahí dentro, las palabras y las letras sigan generando lazos, hermandad, cariño, puertas y ventanas por donde asomarse más allá de las paredes y los barrotes. Y que éstas les permitan, a su vez, conocerse y comprenderse, a sí mismas y a las demás, a fondo.

Lola Ancira



Soy Antígona, hija de Spica, la estrella más grande de la constelación de Virgo, nací en el siglo XX, un miércoles. Hoy es viernes, 17:00 horas.
En el comedor de la crujía E, Martacatitla me lee el tarot. Del maso de cartas me dice que barajee, que parta tres veces en forma de cruz con la mano izquierda y que saque una carta. Mira la carta. Dice: “La muerte te protege”. Exaltada, repito: “¿Muerte?”. La miro asustada.
—No es tu muerte… Es la otra. Llévale un cigarro o una manzana y con fe pídele que te conceda tu libertad.
—Sí, eso haré —contesto convencida.
Martacatitla mira las cartas, se las acerca a la boca, les da un soplido, desdobla un paño rojo, las envuelve y las guarda en el bolsillo de su chamarra azul.
Terminamos la sesión. Se despide. Al levantarse del asiento frío de lámina agrega:
—Luego me platicas qué tal te fue.
Su aspecto es desaliñado: poco más del metro y medio de estatura, cabello grisáceo entreverado por finos rizos cortos despeinados, su tez blanca manchada de paño, y los dientes que le faltan, marcan sus quizá cincuenta años. Padece de gastritis crónica que la pone de mal humor frecuentemente; huele a hierbas y al caminar se contonea, pues cojea un poco de la pierna izquierda. (Continuar leyendo en Tierra Adentro...)