viernes, 30 de agosto de 2013

Restos de corazón – Blas Valdez







Reseña personal: Restos de corazón (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1998) es el primer libro de Blas Valdez (escritor y guionista mexicano, Los Mochis, Sinaloa, 1972). En 73 páginas y 13 cuentos se encuentran reunidos suicidas y asesinos reales y en potencia, la indiferencia y la incertidumbre, posibilidades y confesiones, realidades alternas, accidentes e infortunios, actos irreverentes para unos y sacros para otros, duelos amorosos y finales infaustos, hoteles, fotografías, iglesias, armas de fuego, aeropuertos y estacionamientos en penumbra, todo sumergido en una estela de violencia que el ser humano es tan asiduo a crear.

Ya se que llevas el diablo por dentro.
Y mira, ¡yo llevo el infierno!, ¡el infierno!...
¡Cásate conmigo!
¿Me escuchas?
¡Cásate conmigo!

Este libro me lo prestó una gran amiga hace unos meses, y debo decir que desde el primer cuento quedé enganchada, por lo que lo terminé ese mismo día. La locura, los celos y la inestabilidad emocional crean la base de estas historias que se entrelazan para poder crear un solo escenario en el que diversos personajes tienen más en común de lo que podrían imaginar y donde la cordura sólo es una invención del hombre civilizado. Es de los restos de corazón precisamente de donde surgieron estas historias, estos individuos etéreos que cobran vida con la inquina, con el resentimiento y la animadversión que sienten incluso por sí mismos, pero también ese amor remanente que impide buscar un final individualista, que los empuja a buscar a alguien más y hacerlo cómplice de ese destino fatídico del que ninguno puede escapar: la muerte.

Sólo he conocido dos tipos de mujeres en mi vida:
las que me hacen desear el celibato y las que me ponen suicida.

Mención especial merece el cuento El club de los futuros suicidas, que inevitablemente, desde la primer lectura, me recordó El club de los suicidas de Stevenson. En él, un grupo de individuos se conocen a través de una terapia grupal para personas que se han intentado suicidar o no logra suprimir esos fatalistas pensamientos:

Los cuatro nos brindábamos ayuda para combatir esos
repentinos deseos de vivir, de trabajar,
de enamorarse y formar una familia.
De sobra sabíamos que esos deseos son una trampa, la trampa del
mañana mejorarán las cosas”, del “esta vez será diferente”;
pero no, nada cambia, nada cambiará.
Todo apesta a humano, a sufrimiento.

Esta descripción de uno de los integrantes me encantó, además de que su nombre es el mío:

Y Dolores, ella parecía hipnotizarnos con su mirada,
con su olor, con sus recuerdos. 'Desde chica ha habido
alguien más dentro de mí, alguien que me está enloqueciendo',
nos aseguró un día con ese aire de desadaptada que tanto cautivaba.

Blas Valdez mantiene un perfil bajo en las redes sociales y en realidad hay poca información sobre él, pero he conseguido recopilar lo siguiente: en 2002 publicó Rompecabezas, un libro en el que coexisten novela, cuento, poesía, guiones cinematográficos e emails... tan raro como pueda parecer, y, si mal no recuerdo, en algún sitio leí también que su tirada, con este libro, era crear una nueva Rayuela... tan catastrófico y ambicioso como esto pueda sonar. Pero, como ya he dicho, no hablo de lo que no conozco, así que tendré que conseguirlo pronto. En 2008, su cuento Violanchello fue llevado al cine por el director Alfonso Pineda, bajo el título de Amor, dolor y viceversa, que, por cierto, también está en mi lista de pendientes:





 
Una tarde para un libro y para una reseña, una tarde de análisis introspectivo y de reunir (con toda la fuerza de esta palabra) los restos de corazón...

jueves, 22 de agosto de 2013

La última noche del mundo - Ray Bradbury

 
Continuamos siendo imperfectos, peligrosos y terribles, y también maravillosos y fantásticos.
 Pero estamos aprendiendo a cambiar.”  
Ray Bradbury


Ray Douglas Bradbury (escritor estadounidense, 22 de agosto de 1920 - 5 de junio de 2012) autor representativo de terror, ciencia-ficción y fantasía cumpliría hoy 93 años de edad. Su obra está conformada por cuentos, novelas, poemas y ensayos, también fue guionista para series de televisión y películas, una de sus colaboraciones más importantes fue la adaptación de la novela Moby Dick al cine, en 1956.
A pesar de ser considerado como un gran exponente de la ciencia-ficción, se declaraba como un autor de fantasía y sólo reconocía como ciencia-ficción su obra Farenheit 451:
En mis obras no he tratado de hacer predicciones acerca del futuro, sino avisos. Es curioso, en mi país cada vez que surgía un problema de censura salía a relucir como paradigma de la libertad Farenheit 451. Los intelectuales, ya sean de derechas o de izquierdas, siempre tienen miedo a lo fantástico porque les parece tan real ese mundo que creen que estás intentando engañar y, evidentemente, así es. (…) Vivimos en un mundo que nos absorbe con sus normas, con sus reglas y la burocracia, que no sirve para nada. Hay que tener mucho cuidado con los intelectuales y los psicólogos, que te intentan decir lo que tienes que leer y lo que no.”
La última noche del mundo es un cuento que se publicó en la compilación El hombre ilustrado, en 1951. Está formado por un breve diálogo de una pareja horas antes de un esperado acontecimiento: el fin del mundo, pero las reacciones son las que menos se esperarían dado el caso, según las predicciones humanas, siempre tan fatalistas.
Falleció hace poco más de un año y fue él mismo quien escribió su epitafio: “Autor de Farenheit 451”:

Antes de seguir con el cuento, dejo 19 frases para celebrar su cumpleaños y, por supuesto, las reseñas que hice ya hace algunos meses, sobre la novela Crónicas marcianas y su libro de ensayos Zenen el arte de escribir, indispensable para cualquier escritor en formación.
El dato irreverente pero divertido, es este video hecho hace tres años, con motivo de la celebración del aniversario número 90 del autor (y su reacción al verlo):

 
¡Que lo disfruten!
La última noche del mundo
¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?

-¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?

-Sí, en serio.

-No sé. No lo he pensado.

El hombre se sirvió un poco más de café. En el fondo del vestíbulo las niñas jugaban sobre la alfombra con unos cubos de madera, bajo la luz de las lámparas verdes. En el aire de la tarde había un suave y limpio olor a café tostado.

-Bueno, será mejor que empieces a pensarlo.

-¡No lo dirás en serio!

El hombre asintió.

-¿Una guerra?

El hombre sacudió la cabeza.

-¿No la bomba atómica, o la bomba de hidrógeno?

-No.

-¿Una guerra bacteriológica?

-Nada de eso -dijo el hombre, revolviendo suavemente el café-. Solo, digamos, un libro que se cierra.

-Me parece que no entiendo.

-No. Y yo tampoco, realmente. Solo es un presentimiento. A veces me asusta. A veces no siento ningún miedo, y solo una cierta paz -miró a las niñas y los cabellos amarillos que brillaban a la luz de la lámpara-. No te lo he dicho. Ocurrió por vez primera hace cuatro noches.

-¿Qué?

-Un sueño. Soñé que todo iba a terminar. Me lo decía una voz. Una voz irreconocible, pero una voz de todos modos. Y me decía que todo iba a detenerse en la Tierra. No pensé mucho en ese sueño al día siguiente, pero fui a la oficina y a media tarde sorprendí a Stan Willis mirando por la ventana, y le pregunté: “¿Qué piensas, Stan?”, y él me dijo: “Tuve un sueño anoche”. Antes de que me lo contara yo ya sabía qué sueño era ese. Podía habérselo dicho. Pero dejé que me lo contara.

-¿Era el mismo sueño?

-Idéntico. Le dije a Stan que yo había soñado lo mismo. No pareció sorprenderse. Al contrario, se tranquilizó. Luego nos pusimos a pasear por la oficina, sin darnos cuenta. No concertamos nada. Nos pusimos a caminar, simplemente cada uno por su lado, y en todas partes vimos gentes con los ojos clavados en los escritorios o que se observaban las manos o que miraban la calle. Hablé con algunos. Stan hizo lo mismo.

-¿Y todos habían soñado?

-Todos. El mismo sueño, exactamente.

-¿Crees que será cierto?

-Sí, nunca estuve más seguro.

-¿Y para cuándo terminará? El mundo, quiero decir.

-Para nosotros, en cierto momento de la noche. Y a medida que la noche vaya moviéndose alrededor del mundo, llegará el fin. Tardará veinticuatro horas.

Durante unos instantes no tocaron el café. Luego levantaron lentamente las tazas y bebieron mirándose a los ojos.

-¿Merecemos esto? -preguntó la mujer.

-No se trata de merecerlo o no. Es así, simplemente. Tú misma no has tratado de negarlo. ¿Por qué?

-Creo tener una razón.

-¿La que tenían todos en la oficina?

La mujer asintió.

-No quise decirte nada. Fue anoche. Y hoy las vecinas hablaban de eso entre ellas. Todas soñaron lo mismo. Pensé que era solo una coincidencia -la mujer levantó de la mesa el diario de la tarde-. Los periódicos no dicen nada.

-Todo el mundo lo sabe. No es necesario -el hombre se reclinó en su silla mirándola-. ¿Tienes miedo?

-No. Siempre pensé que tendría mucho miedo, pero no.

-¿Dónde está ese instinto de autoconservación del que tanto se habla?

-No lo sé. Nadie se excita demasiado cuando todo es lógico. Y esto es lógico. De acuerdo con nuestras vidas, no podía pasar otra cosa.

-No hemos sido tan malos, ¿no es cierto?

-No, pero tampoco demasiado buenos. Me parece que es eso. No hemos sido casi nada, excepto nosotros mismos, mientras que casi todos los demás han sido muchas cosas, muchas cosas abominables.

En el vestíbulo las niñas se reían.

-Siempre pensé que cuando esto ocurriera la gente se pondría a gritar en las calles.

-Pues no. La gente no grita ante la realidad de las cosas.

-¿Sabes?, te perderé a ti y a las chicas. Nunca me gustó la ciudad ni mi trabajo ni nada, excepto ustedes tres. No me faltará nada más. Salvo, quizás, los cambios de tiempo, y un vaso de agua helada cuando hace calor, y el sueño. ¿Cómo podemos estar aquí, sentados, hablando de este modo?

-No se puede hacer otra cosa.

-Claro, eso es; pues si no estaríamos haciéndolo. Me imagino que hoy, por primera vez en la historia del mundo, todos saben qué van a hacer de noche.

-Me pregunto, sin embargo, qué harán los otros, esta tarde, y durante las próximas horas.

-Ir al teatro, escuchar la radio, mirar la televisión, jugar a las cartas, acostar a los niños, acostarse. Como siempre.

-En cierto modo, podemos estar orgullosos de eso... como siempre.

El hombre permaneció inmóvil durante un rato y al fin se sirvió otro café.

-¿Por qué crees que será esta noche?

-Porque sí.

-¿Por qué no alguna otra noche del siglo pasado, o de hace cinco siglos o diez?

-Quizá porque nunca fue 19 de octubre de 2069, y ahora sí. Quizá porque esa fecha significa más que ninguna otra. Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.

-Hay bombarderos que esta noche estarán cumpliendo su vuelo de ida y vuelta a través del océano y que nunca llegarán a tierra.

-Eso también lo explica, en parte.

-Bueno -dijo el hombre incorporándose-, ¿qué hacemos ahora? ¿Lavamos los platos?

Lavaron los platos, y los apilaron con un cuidado especial. A las ocho y media acostaron a las niñas y les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces del cuarto y entornaron la puerta.

-No sé... -dijo el marido al salir del dormitorio, mirando hacia atrás, con la pipa entre los labios.

-¿Qué?

-¿Cerraremos la puerta del todo, o la dejaremos así, entornada, para que entre un poco de luz?

-¿Lo sabrán también las chicas?

-No, naturalmente que no.

El hombre y la mujer se sentaron y leyeron los periódicos y hablaron y escucharon un poco de música, y luego observaron, juntos, las brasas de la chimenea mientras el reloj daba las diez y media y las once y las once y media. Pensaron en las otras gentes del mundo, que también habían pasado la velada cada uno a su modo.

-Bueno -dijo el hombre al fin.

Besó a su mujer durante un rato.

-Nos hemos llevado bien, después de todo -dijo la mujer.

-¿Tienes ganas de llorar? -le preguntó el hombre.

-Creo que no.

Recorrieron la casa y apagaron las luces y entraron en el dormitorio. Se desvistieron en la fresca oscuridad de la noche y retiraron las colchas.

-Las sábanas son tan limpias y frescas…

-Estoy cansada.

-Todos estamos cansados.

Se metieron en la cama.

-Un momento -dijo la mujer.

El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.

-Me había olvidado de cerrar los grifos.

Había ahí algo tan cómico que el hombre tuvo que reírse.

La mujer también se rió. Sí, lo que había hecho era cómico de veras. Al fin dejaron de reírse, y se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.

-Buenas noches -dijo el hombre después de un rato.

-Buenas noches -dijo la mujer.
FIN

viernes, 9 de agosto de 2013

La máquina de pensar y otros diálogos literarios – Alfonso Reyes / Jorge Luis Borges

 



Reseña personal: La máquina de pensar y otros diálogos literarios de Alfonso Reyes Ochoa (escritor y diplomático mexicano, 1889-1959) y Jorge Luis Borges (escritor argentino, 1899-1986) es el volumen número diecinueve publicado por la Asociación Nacional del Libro A. C. con motivo del Día Nacional del Libro (en México) que se celebra cada 12 de noviembre, conmemorando el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz. Se distribuyó de manera gratuita en esa misma fecha, en 1998, bajo la premisa de “promover el hábito de la buena lectura y mejorar el nivel de educación.” Sin duda un buen esfuerzo por hacerlo, pero habrá que investigar que ha sucedido con la mayoría de los ejemplares.



Encontré uno de estos libros a principios de año, en una biblioteca pública. No sabía de su existencia, pero el simple título en la portada fue suficiente para sentir la necesidad de leerlo y, por supuesto, reseñarlo.



El libro es una compilación de ensayos de ambos autores, los de Borges proceden de sus publicaciones en la revista de Buenos Aires El Hogar (que se encuentran reunidas en Textos Cautivos, por Tusquets Editores) y los textos de Reyes de diversas revistas y diarios que después de reunieron en sus Obras completas, publicadas por el FCE. Estas obras van construyendo un gran diálogo entre estos dos geniales escritores a través de temas, otros autores, lecturas y diferentes obras de las cuales disertan y departen con un conocimiento y una filosofía particulares y únicas que forman redes de vínculos de diversa índole y fuerza que siempre vuelven ese 'diálogo' continuo y profundo: los autómatas ajedrecistas de los siglos XVI Y XVIII, la novela policial, el lenguaje, la fantasía, Utopias, Unamuno, Chesterton, Wells, los Huxley, Eliot...



La amistad que existió entre Reyes y Borges tuvo una duración de más de tres décadas, durante las cuales Borges siempre vio a Reyes como un admirable y preciado maestro del que llegó a expresar: “Es probable que haya influido en mi manera de escribir. Para mí, el y Groussac han sido los principales renovadores de la prosa moderna en lengua española.”



Antes de conocerse en persona, Borges le envió a Reyes, en 1924, un ejemplar de Fervor en Buenos Aires, su primer libro de poesía, publicado en 1923. Fue hasta 1927 que, tras el viaje de Reyes a Buenos Aires como embajador de México en Argentina, lograrían crear un fuerte vínculo de amistad y admiración mutuos nacido de las letras. Reyes le escribió a Borges, tras leer El Aleph, en una de sus cartas de 1949: “Usted me ha reconciliado con las letras”.



En los últimos 4 textos, en el Epílogo, se encuentran algunas de los textos que se escribieron mutuamente. El último de ellos fue escrito por Borges, pocos años después de la muerte de Reyes, a manera de cierre de los diálogos. El respeto y la admiración que se inspiraban entre ellos sin duda son una gran muestra de lo que escritores trascendentales pueden expresar cuando su genio creativo encuentra un parangón.



A continuación, el Índice onomástico hace gala de más de doscientos nombres que hacen acto de aparición en los diálogos por orden alfabético, que van desde Aristófanes, Amadís y Artaud hasta Wilde, Woolf y Zola. Para finalizar, el índice de obras es una gran lista de recomendaciones literarias para tener en cuenta y añadir a esa lista interminable que todo buen lector debe tener, donde se encuentran títulos como Fedra, Madame Bovary, El suicida o Los viajes de Gulliver.



Para terminar, transcribo dos fragmentos de la nota preliminar que resumen a la perfección el libro:



Este libro pretende recordar a estos dos esforzados,

eruditos y curiosos formadores de nuestra conciencia,

sobre todo, como dos grandes lectores.



De eso se ocupa la máquina de pensar:

de dar testimonio, así sea azaroso y fragmentario,

de unas muy pocas de las muchas lecturas que,

cada quien por su cuenta, Reyes y Borges compartieron.



Estas frases son indispensables en estos diálogos, pues a través de ellas se condensa gran parte del pensamiento de los autores:



“Cada referencia abre nuevos horizontes; todos los senderos de bifurcan; todas las sombras convocadas en esta asamblea son grata compañía.” Felipe Garrido en la Nota preliminar, p. 13.



“Su pública y famosa inutilidad no disminuye su interés.” Borges, p. 15.



“El escritor solía exagerar lo desagradable para obtener efectos terroríficos o grotescos.” Borges, p. 29.



“(leer) me permite satisfacer esa necesidad de desdoblamiento psicológico que todos llevamos dentro...” Reyes, p. 32.



“Los antiguos retóricos se acercaron muchas veces (y el primero, Aristóteles) a este tema de la relación entre el lícito engaño literario y la dimensión del poema.” Reyes, p. 32.



“Todos devoran un libro de escándalo, aunque sea de pésima literatura.” Reyes, p. 34.



“Krutch exclama (¡y con cuánta razón!): “Acaso se inicia la decadencia de la novela el día que el novelista se propone discernir conscientemente entre lo importante y lo interesante. Sí: la golosina puede hartar e indigestar. Pero es un pésimo síntoma de salud preferir, en sí, la purga a la golosina.” La novela policial es el género clásico de nuestro tiempo.” Reyes, p. 36



“La convalecencia y las fantasías criminológicas se llevan bien...” Borges, p. 38.



“'...'la palabra interior'. Vago antecedente de la escritura sonambúlica suprarrealista...” Borges, p. 45.



“Se dice que a un autor debemos buscarlo en sus obras mejores; podría explicarse (paradoja que no hubiera desaprobado Unamuno) que si queremos conocerlo de veras, conviene interrogar las menos felices, pues en ellas -en lo injustificable, en lo imperdonable- está más el autor que en aquellas otras que nadie vacilaría en firmar.” Borges, p. 55.



“No es imposible (y sin duda es ofensivo) asimilar todos los géneros literarios a la novela. El cuento es un capítulo virtual, cuando no es un resumen; la historia es una antigua variedad de la novela histórica; la fábula, una forma rudimental de la novela de tesis; el poema lírico, la novela de un solo personaje, que es el poeta.” Borges, p. 57.



“Esa omnipresencia de un yo, esa continua difusión de un alma en las almas, es una de las operaciones del arte, acaso la esencial y la más difícil. Yo entiendo que Unamuno es el primer escritor de nuestro idioma. Su muerte corporal no es su muerte; su presencia, discutidora, gárrula, atormentada, a veces intolerable, está con nosotros.” Borges, p. 58.



“Ya decía Montaigne que el sumo goce tiene más de severidad que se alegría. “ Reyes, p. 66.



“Los personajes van sin la defensa de la epidermis, como en los desollados del maestro flamenco.” Reyes, p. 66.



“El efecto artístico puede resultar algo enturbiado, sin dejar nunca de ser excelso.” Reyes, p.67.

“El hombre no descubre el mundo de una vez para siempre, sino a través de renovadas sorpresas.” A. Reyes, p. 69.



“La solución, en las malas ficciones policiales, es de orden material: una puerta secreta, una barba suplementaria. En las buenas, es de orden psicológico: una falacia, un hábito mental, una superstición.” Borges, p. 71.



“Yeats declara en un verso, olímpicamente: “No hay un imbécil que pueda tratarme de amigo”. Chesterton lo pondera, y añade: “En cuanto a mí, supongo que hay muchos imbéciles que pueden tratarme de amigo y también -reflexión más edificante- muchos amigos que pueden tratarme de imbécil.” Borges, p. 75.



“...dotados provisionalmente de albedrío, como los títeres humanos.” Reyes, p. 77.



“La felicidad no es un estado, sino un cambio de estado.” (Darwin el nieto) Reyes, p. 77.



“...el aristócrata de Anatole France (Los dioses tienen sed) se ganaba la vida fabricando muñecos para el guiñol y solía repetir: “Yo soy un dios piadoso, yo no concedo alma a mis criaturas.”” Reyes, p. 78.



“...pasaje de Julián: “La continua corriente vital llamada género humano está rota en pedacitos aislados llamados individuos.”” Borges, p. 81.



“Las doctrinas de la predestinación, del pecado original, de la depravación innata del hombre, de la desdicha de de los más, del reino de Satán en la tierra, de un demiurgo malévolo, me parecen (por extravagante que sea su forma) mucho más razonables que nuestra ilusión liberal de que todos los chicos nacen buenos y de que luego los deteriora el ejemplo de una sociedad corrompida... Tampoco puedo creer que la Providencia sea un oculto filántropo y que todo, a la larga, mejorará.” Borges, p. 83.



“Ante el suicidio de cierto enamorado del mundo cuyo caso analizaba yo en algún libro, me escribía Unamuno: “Esos que aman la Vida, así con mayúscula, acaban suicidándose.” Reyes, p. 98.



“Y cuanto no se cuenta con una isla al tamaño de los deseos, será porque se ha dispuesto, para mayor seguridad, de otro planeta.” Reyes, p. 131.



“Para eludir una total desesperación, resolvió pensar en el Universo: procedimiento general de los desdichados, y a veces bálsamo.” Borges, p. 137.



“Borges es un mago de las ideas. Transforma todos los motivos que toca y los lleva a otro registro mental. Los solos libros de sus títulos hace reflexionar sobre una nueva dimensión de las cosas y parece que nos lanza a un paseo por la estratosfera: El tamaño de mi esperanza, Historia de la eternidad, Historia universal de la infamia, etcétera.” Reyes, p. 146.



“Pero yo estoy arrepentido de casi todo lo que yo escribo, cada uno escribe lo que puede y no lo que quiere.” Borges, p. 150.



“Reyes ha sido uno de los mayores escritores de las diversas literaturas cuyo instrumento es la lengua española.” Borges, p. 151.



“La memoria de Alfonso Reyes (...) era virtualmente infinita y le permitía el descubrimiento de secretos y remotas afinidades, como si todo lo escuchado o leído estuviera presente, en una suerte de mágica eternidad.” Borges, p. 157.

sábado, 3 de agosto de 2013

Old Possum's Book of Practical Cats – T. S. Eliot



Reseña personal: Old Possum's Book of Practical Cats es una compilación de ingeniosos y cómicos poemas de T. S. Eliot (escritor y crítico literario anglo-estadounidense, 1888-1965), poeta célebre del siglo XX y quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1948. Los poemas fueron escritos para Alison Tandy y Tom Faber (nietos del autor) en la década de 1930 y finalmente publicados en 1939, bajo el seudónimo de Old Possum.

Se ha encontrado una cantidad significativa de referencias felinas en la obra de Eliot, pero es precisamente en este libro donde el autor toma como protagonistas a más de una docena de particulares mininos para describor el comportamiento y carácter singulares y únicos que poseen, analizando la naturaleza gatuna con un ojo crítico y a la vez creativo, a través de un lenguaje distinguido e ingenioso que juega lo mismo con las imágenes que con la fonética inglesa.

Es un libro digno de ser leído por todo amante de los gatos y también de las letras, pues atrapará a los primeros al enaltecer las cualidades y defectos propios de los seres que se saben únicos y admirados, tales como la vanidad y el orgullo, y a los segundos por el imaginario y la perspicacia del autor.

The naming of cats nos enseña la importancia de que todo gato en un hogar debe tener al menos tres nombres diferentes: el de casa, el formal y el que sólo debe pertenecerle a él...

But above and beyond there's still one name left over,
And that is the name that you never will guess;
The name that no human research can discover-
But THE CAT HIMSELF KNOWS, and will never confess.

En menos de 60 páginas conviven, entre varios más, Munjojerrie and Rumpelteazer, un par de gatos acróbatas que disfrutan haciendo fechorías en una enorme casa; The Old Gumbie Cat quien, por el contrario, mantiene el orden de la casa cuando los dueños duermen; Mr. Mistoffelees, un gato mago que logra asombrar con sus trucos a todos, y del que sólo pueden expresar:

OH!
Well I never!
Was there ever
A Cat so clever
As Magical Mr. Mistoffelees!

Skimbleshanks: The Railway Cat, otro gato que pone en orden su hogar y que en este caso es un tren, por más extraño que parezca. Me recordó la historia real de Tama-chan, un gato jefe de estación de trenes en Japón y del que pueden encontrar más información aquí y un pequeño documental con fotografías por acá.

La primera edición, de 1939, apareció sin ilustraciones y la de la portada fue hecha por el mismo autor. La edición de 1940 fue ilustrada por Nicolas Bentley, en 1982 fue ilustrado por Edward Gorey y en 2009 por Axel Scheffler. La edición que me regalo un muy buen amigo (en la fotografía se puede apreciar la dedicatoria) es la ilustrada precisamente por Gorey, uno de mis ilustradores favoritos y por lo que el libro, ya valioso por sí mismo, se convierte en una verdadera maravilla.

Otro dato que se debe conocer en relación con el libro es que el famoso musical de Broadway Cats está basado en él gracias a una adaptación del compositor británico Andrew Lloyd Webber. Confieso haber escuchado del musical y haberme sentido atraída hacia él, pero ahora que se en qué obra está basado, sin duda buscaré la oportunidad de verlo antes de morir.

Para terminar, comparto el video del número de Munjojerrieand Rumpelteazer en el musical, donde se disfruta de una enérgica coreografía y un atractivo visual encantador.