jueves, 30 de noviembre de 2017

Alta costura - Beatriz Espejo (cuento)

Beatriz Espejo



Beatriz Espejo (escritora mexicana, 1939) es autora del libro Alta costura (Tusquets, 1997), obra por la que recibió el Premio Nacional de Cuento 1996 y al que pertenece esta historia homónima.



Alta costura 


Cuando llega esa mañana al taller de Poiret, Roma Chatov no sospecha siquiera que empieza a ser un instrumento de Dios. Se dirige al rincón donde se apoyan contra la pared los pesados tubos que envuelven el crepé de seda. Hace a un lado el azul índigo, el blanco helenio y atrae hacia sí el rojo sangre. Rectifica el ancho, uno veinte. Será un chal magnífico, piensa. Lo confeccionaré por entero, aunque reflexionándolo bien quizá convendría pasárselo a una bordadora para que cosiera las orillas; pero todas trabajan atareadas en los elaborados diseños del maestro. 

       Urge terminar los trajes que usarán la duquesa de Guiche y madame Castellane en la recepción ofrecida por los polignac la semana entrante. Así pues Roma regresa con su tela y se sienta junto a una ventana buscando la mejor luz del día. Gira el carrusel de carretes, elige un hilo de tono idéntico e inicia hábilmente la hilera de puntadas escondidas bajo el doblez. Fue parte de su entrenamiento ejecutar cualquier tarea relacionada con el oficio, aunque se especializa en la pintura de gasas, rasos que llevan ramos de violetas, faroles chinescos, manojos de corolas y pistilos o prismas y rectángulos en el más puro estilo art-decó; pero ahora da impulso a su imaginación sin obligarse a las exigencias de un modelo. Dibujará una golondrina fantástica que se remonte al cielo, metáfora clara, homenaje para aquella impredecible que intentaba volar y a quien sólo vio una vez en pleno descenso. 

       Roma Chatov la recuerda con sensaciones contradictorias. Había acompañado a Poiret que, por deferencia a una de sus clientas más famosas y leales, aceptó complementar la escenografía de una velada dancística; algunos telones azules de diferentes matices, hojas de acanto y cirios encendidos en lugares estratégicos. Entre los contados concurrentes varios intelectuales. La pequeña Roma Chatov, recién llegada de Moscú, los reconoció fácilmente. Son personas célebres y sus fotografías aparecen en periódicos y revistas que ella hojea como parte de una educación mundana. Será pájaro. Sí, un pájaro fantástico y amarillo con las alas abiertas de un extremo a otro del rectángulo. Se repartía champán en esbeltas copas burbujeantes y se escuchaban trozos de conversaciones divertidas.

    Jean Negulesco le confesó a Rex Ingram que encontraba prodigiosa la iluminación. Otros comentaban, bajando la voz, que la anfitriona había dejado atrás sus triunfos, no era ni su sombra. El peso de los años y el de la tragedia ya no le permitían despegarse del suelo. Las alas extendidas abarcan el material encarnado y aún queda sitio para otros elementos que complementen la plasticidad de la figura. Ha quedado atrás la ninfa ingrávida que aplaudíamos rabiosamente por la originalidad de sus coreografías, comentó Marguerite Jamois. Sin embargo siempre podría darnos sorpresas, dijo Marie Laurecin. 

       Se escucharon las primeras notas de una sonata de Bach. Desde sus telones la bailarina surgió con una vela entre los dedos, el cabello suelto teñido de púrpura, descalza, cubierta por una toga blanca. Nadie supo cómo avanzó hasta el punto donde se hallaba, metida en su música escuchándola con unción, para si misma, ajena a sus invitados, al mundo tangible y cotidiano. Entregada a un rito del que era sacerdotisa única. Permanecía estática, imagen detenida, congelada por la cámara de un fotógrafo portentoso. Estaba ahí y estaba en otra parte. Luego, de manera insensible prendió uno tras otro doce candeleros colocados alrededor del piano. ¿Se mueve? ¿Se ha movido? preguntaban. Sus pies no parecían dar un paso, como si las pisadas obedecieran al ritmo interior de una armonía secreta. Tenía un halo de plata, una expresión demudada. ¿Seguía la música? ¿La música la seguía? Nadie lo hubiera asegurado, nadie cambiaba postura ni profería palabra por miedo a romper la magia; como si el silencio fuera respuesta al milagro producido hasta que ese encanto se esfumó en un acto de prestidigitación. 

       Sobre el crepé rojo el pájaro toma forma cercado por signos negros que semejan una caligrafía oriental y en realidad nada significan. Pausa breve. Las teclas de marfil se hundieron precipitando en la atmósfera una mazurca de Chopin. La danzarina coronada de rosas volvió semicubierta con una túnica traslúcida a la mitad de sus muslos desnudos. Ella, que hacía unos instantes recordaba el retrato que en el apogeo de su gloria le hizo Arnold Genthe, brazos en alto, cabeza hacia atrás, garganta ebúrnea. Ella, que minutos antes resucitaba la simplicidad perfecta de la escultura griega, se contorsionaba en un espectáculo grotesco. Resultaba obsceno su rostro hinchado por el alcohol, su escote sudoroso, las piernas celulíticas saltando pesadamente contra el piso, los brazos que alguna vez emularon guirnaldas de laurel y entonces simulaban aros circenses dispuestos para que saltaran dentro una camada de perrillos. Carreras absurdas, arriba y abajo del reducido espacio, y ubres colgantes que las transparencia revelaban impúdicamente. Gracia de avestruz, decrepitud precipitada en una resbaladilla. Redundante su respiración sonora, estertor producido por el esfuerzo. Un último brinco y se clavó con un pie al frente y las manos extendidas hacia los espectadores que suspiraron aliviados cuando la música cesó. 

      Después la ocultista se fue para vestirse dejando a sus amigos paralizados en sus respectivos lugares, sin abrir la boca o atreverse a cruzar miradas en la quietud silenciosa. Sentían vergüenza y culpabilidad cómplice de un crimen, el de haber constatado un derrumbe. Picasso, con las brasas de sus ojos fijas en el hueco que la bailarina había dejado, se sobresaltó con la voz puntiaguda de Jean Cocteau que silbó en el aire: admítelo, este genio ha matado la fealdad. 

       Al regresar, Poiret se negó a los comentarios y la pequeña Roma Chatov se quedó callada en la incomodidad del coche experimentando la despreocupada compasión que sienten las mujeres jóvenes por las que dejaron de serlo, y también queriendo solidarizarse contradictoriamente con quien intentó fundar una escuela para bailarinas pobres en su país de nieves remotas. Por eso ahora dibuja las plumas ficticias de un ave, el pico agresivo, el gordo pecho figurado en una línea, y decide enviarlo a Niza sin suponer que en el intrincado tapiz del destino ella es el hilo y la aguja, los colores, el pincel de Dios. Y sin saber tampoco que su bello, delicadísimo, poderoso, resistente regalo dobladito en albos papeles será el instrumento liberador con que Isadora Duncan morirá estrangulada.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Hibridaciones y desnacimientos (edición de Vozed)




Vozed cuenta con varias ediciones novedosas e interesantes, entre ellas las #intervenciones. En este mes publicó Hibridaciones y (des)nacimientos, editada por Enrique Urbina, en la que encontrarán textos intervenidos de Canek Zapata, Gabriela Damián, Roberto Cruz Arzabal y un cuento mío.

Estas hibridaciones son textos «alterados» con ciertos enlaces a videos, gifs, fotografías o entradas de otros sitios en internet que enriquecen la lectura de una manera sorprendente, y que incluso crean otros originales universos que surgen a partir de las ideas propuestas en las obras literarias.


Intervenciones (noviembre  2017) #literaturaDigital

Hibridaciones y (des)nacimientos

Toda #intervención tiene algo de exceso: se acerca (con lo grotesco y todo) al acto de un dios jugando con los hilos de una creación. Suya o de alguien más. Al final, se la apropia: si la literatura actúa en el vacío, en lo que no está, en lo que no se dice y, por lo tanto, en el hecho puro que va más allá de la constricción de la palabra, las #intervenciones llevan los ecos y atmósferas de los textos hacia regiones que ni el lector y el autor (que son lo mismo en este ejercicio) se imaginaban. Los textos toman consciencia y actúan.
Ocurren hibridaciones: se unen lenguajes distintos en especie y surgen piezas más que lecturas. Por eso, en esta nueva época de #intervenciones, donde Rodolfo JM me dio el honor de curar los textos que se avecinan, quise que, en esta primera entrega se explorara esa hibridación. Como tema sobre forma y/o visceversa. Siempre, en todo arte, incluso en el proceso de creación, la hay, pero la #intervención la muestra desnuda porque en sí misma es un objeto que nace, es y se encuentra suspendido entre lo artificial y orgánico. Tiene algo de estéril por su desescritura y algo orgánico por su lectura infinita.
Estamos planeando sobre terrenos no poco explorados, pero sí muy pantanosos y cambiantes; es necesario recorrerlos desde distintas formas y perspectivas. Por eso, estos cuatro autores y trabajos (jinetes digitales de un fin y comienzo simultáneo, en el peor de los casos) que dan (re)inicio a las #Intervenciones son muy diferentes entre sí. Y por eso funcionan.
Canek Zapata realiza, sublima y experimenta a través de el lenguaje que habitamos. Estudio sobre la historia de la fotografía I, Sherrie Lavine es un performance donde la imagen y palabra se invocan, pliegan sobre sí mismas y reescriben como teoría y arte. Ya no leemos la pieza, sino que, cuando se activa, somos a partir de ella.
Gabriela Damián, con La Calle en que crecí nos regala una entrañable memoria que es todas. Se clava en la carne multimedia y desnuda al tiempo: muestra que es un híbrido, nacido de sus propios hijos. Nos vacía y nos llena: es un espejo cóncavo donde nos vemos con otro rostro, uno hecho de muchos, que reconocemos muy bien. Lo virtual es lo real.
Roberto Arzabal nos recuerda que los textos son palpables. Con Materia e hibridez, breve ensayo y recorrido (material) por el término en cuestión, podemos acceder a una puerta, la primera entre muchas que hay en este tema. Nos muestra la entrada al laberinto.
Lola Ancira nos otorga una mirada sobre una mirada sobre una mirada. Con Circuito cerrado, cuento donde suceden empalmes de realidades, ojos y referencias, podemos ser y pensar El Ojo Que Todo Lo Ve, gran responsabilidad.
Queda, entonces, sumergirnos en las #intervenciones. Dejarnos ir. Infectarnos y ser otros. Ser híbridos.
Enrique Urbina, editor de #Intervenciones

martes, 28 de noviembre de 2017

Sleepwatcher - Luis Pérez de Sevilla





El miedo es una sensación natural que genera angustia debido a una amenaza o a un riesgo de cualquier tipo. La oscuridad representa un miedo primigenio porque era el refugio perfecto para los depredadores del hombre primitivo.

Actualmente los papeles se han invertido y somos la especie dominante del planeta; nuestros depredadores ya no pertenecen a la megafauna, sino a la ficción, son criaturas espeluznantes creadas por la fantasía: los monstruos, esos seres terroríficos que no necesariamente tienen tentáculos, pelo excesivo o largos colmillos y que incluso muchas veces sólo existen en la imaginación. Para el escritor Norman Mailer, los auténticos monstruos son quienes escriben las historias más agradables, de lo que se puede deducir que quienes se comportan de manera extraordinaria podrían ser, en la intimidad, los seres más atroces.

            Esta premisa se cumple en Sleepwatcher (Ediciones B, 2016) una novela policíaca de Luis Pérez de Sevilla (escritor español, 1979) que inicia con un epígrafe de Alejandro Dumas que describe a la perfección el desasosiego que genera lo ignorado: «No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor».

Los personajes y las tramas en las que se ven envueltos son descritos por un narrador omnisciente. Tres son los personajes principales: Daniel y Bryan, ambos hombres jóvenes que inician sus vidas profesionales, y el misterioso y temible Sleepwatcher, un ser aterrador que irrumpe en los dormitorios de las mujeres durante la madrugada para observarlas dormir.

Para el psiquiatra Carl Jung, la Sombra es la parte inconsciente de la personalidad y es representada a través de seres despreciables como monstruos y demonios. Precisamente las características del Sleepwatcher son la sombra que oculta su rostro, la agresión y los actos impulsivos relacionados con lo sexual, por lo que simboliza a la perfección la Sombra de Jung. El Sleepwatcher actúa conforme al principio del placer freudiano y el ansia de poder.

La novela inicia cuando Lourdes invita a Daniel, su hermano que vive en España, a visitarla en Canadá. A pesar de que ni siquiera se hablan desde hace años, Daniel decide realizar el viaje transatlántico sin dudarlo demasiado, pero esto no es una muestra de valentía, sino de su actitud contrafóbica: él no huye de lo que lo atemoriza, al contrario, se dirige a ello para encontrar respuestas, inicia una difícil búsqueda a la que no renuncia a pesar de lo aterrador que resulta en ocasiones. Enfrenta sus miedos esperando superarlos, confronta sus angustias para eliminarlas al tiempo que experimenta emociones fuertes. Actúa por instinto, y esto le añade a la novela una vorágine de sensaciones intensas que vuelven imposible abandonar la lectura.

A través de la mirada de Daniel conocemos la ciudad canadiense de Halifax, específicamente la zona de la Universidad de Dalhousie, y parte de su folclore. Descripciones precisas nos transportan al otoño de 2010, dos años después desde que las pesadillas de los residentes dejaron el terreno del inconsciente y se volvieron reales.




Halifax, Nueva Escocia


Conforme avanzan las páginas, las diferentes historias de los personajes se entrelazan sutilmente hasta quedar vinculadas por completo, y guiños de un pasado oscuro actúan como ganchos perfectos para el lector. Cada párrafo de los cuarenta y un capítulos intercalados ayuda a construir una trama perfectamente planeada que vincula desapariciones, secuestros, robos de cadáveres, una feroz venganza y ataques cada vez más terribles del Sleepwatcher.

Aunque varios capítulos funcionan perfectamente como una historia independiente, en conjunto aportan diferentes características del extraño criminal, y las visiones de todos los personajes nos ofrecen distintos ángulos para analizar un mismo hecho, crean conexiones y esclarecen el conflicto principal de la novela. La trama avanza a un ritmo constante gracias a las sucesivas acciones, y todos los personajes están bien construidos sin importar que sólo aparezcan en algunas páginas. En la parte final del libro, uno de los capítulos es un flashback crucial que muestra la razón que desata esta oleada tenebrosa de violencia.

La novela tiene ciertos visos de ficción histórica, pues el argumento principal está basado en una aparatosa colisión de un buque de Francia con un barco de Noruega que provocó una gran explosión y dejó miles de heridos y muertos en Halifax durante 1917. En esta novela, el autor juega con prácticas antiguas como la brujería, leyendas tradicionales como la del wendigo e historias reales como la del criminal Anatoly Moskvin.




Fotografía tras la explosión en Halifax


En cuanto a la brujería, incorporar un tema tan particular es fundamental para esta obra, ya que a través de este elemento el autor refleja supersticiones y fenómenos que incluyen ceremonias o ritos funestos rodeados de acontecimientos brutales en los que la ignorancia y la ambición llevan a realizar los actos más infames.

En la ficción, el terror es fascinante porque es irreal, entretiene, genera un miedo consciente y gratificante. Conocer lo monstruoso lleva a comprender mejor el origen de los miedos propios, y al desvelar las tribulaciones de los personajes de Sleepwatcher, surgen la empatía y la aflicción, mismas que desvanecen la incertidumbre y la tensión del lector.

Esta extensa novela reúne ciencia, historia, magia, un final abierto y prometedor y una esclarecedora e íntima nota del autor en la que especifica ciertas características de la obra que vuelven más íntima la experiencia de la lectura. Sleepwatcher es una novela sorprendente donde el misterio, las intrigas y las situaciones límite mantienen el suspenso hasta el punto final.


El pasado 18 de noviembre tuve el placer de presentar esta novela junto al autor, y desde el sábado 25 que inició la FIL de Guadalajara, Luis estuvo visitando en el stand de Ediciones B para conversar con los lectores.

Para conocer más sobre su proceso creativo, sus autores y lecturas favoritos y el universo del Sleepwatcher, pueden leer las entrevistas publicadas en los blogs El aventurero de papel, La morada del Búho Lector y La boca del libro. En la página www.sleepwatcher.org también pueden acceder a más noticias sobre el autor y su obra.

El libro está a la venta en Librerías GandhiEl SótanoPéndulo Amazon.






martes, 7 de noviembre de 2017

Sleepwatcher - Luis Pérez de Sevilla (presentación)





El sábado 18 de noviembre tendré el gusto de presentar, junto con Luis Pérez de Sevilla, la novela policíaca Sleepwatcher publicada por Ediciones B México (que ahora es un sello de Penguin Random House Grupo Editorial) en 2016. El autor viene desde Los Ángeles, así que será una oportunidad única. 

La cita es a las 19:00 en Librerías Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo, en la Ciudad de México. 

Una de las peculiaridades de esta novela es que está basada en hechos reales, y esto se atisba en el texto de cuarta de forros:


Tras años de distanciamiento entre Daniel y su hermana, ella le ha enviado 
a España una misteriosa carta acompañada por una llave invitándolo a visitarla. 
Proviene de Halifax, Nueva Escocia, ciudad en la que está trabajando en un 
laboratorio de investigación y donde, décadas atrás, ocurrió una tragedia naval 
que ha acarreado diversas consecuencias fatales. Sin dudarlo mucho, 
Daniel vuela a Canadá sin imaginar que tendrá que revelar una serie de horribles 
misterios que incluso ponen en riesgo su propia vida.