jueves, 26 de noviembre de 2015

Los que hablan a gritos - Josemaría Camacho (Presentación en FIL Guadalajara)



El sábado 28 de noviembre tuve el placer de presentar el libro de cuento Los que hablan a gritos junto con su autor, Josemaría Camacho, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2015.

Esta presentación fue peculiar porque después de las palabras que ambos le dedicamos a Los que hablan a gritos, nos interrogamos para precisar algunos aspectos y criterios de nuestra creación literaria y otros temas relacionados con la literatura. 

El texto que leí en la presentación está integrado en la reseña.








Los que hablan a gritos (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015) de Josemaría Camacho (ciudad de México, 1979) es el segundo libro de relatos publicado por el autor y reúne siete cuentos que comparten escenarios sombríos donde los personajes viven bajo una presión constante, y en algún punto deben encontrar la evasión perfecta para poder continuar respirando. En estas páginas, Camacho describe fotografías, postales decadentes de un país que se ha convertido en su totalidad en una escena del crimen.

El autor declara que aquellos que son tocados por la violencia pueden reaccionar de dos formas: con un grito o con una conmoción silenciosa, un mutismo que pareciera igualar a las víctimas y a quienes han aceptado la agresión y la crueldad como algo común, incluso esperado. El grito manifiesta una imposición, es la necesidad de elevar la voz sobre factores externos, que acalla la mente propia pero también las múltiples voces que ahí se encuentran, éstas presentes no como un símbolo de locura, sino como consciencia de los demás.

Entre las imágenes descritas se encuentran el retrato fiel de una catástrofe histórica en la ciudad de México en el 85, narrada desde la perspectiva de un protagonista alienado que, a pesar de la desgracia, no reconoce la magnitud del desastre ni al estar en su epicentro, desastre en que las vidas que no se esfumaron quedaron eternamente marcadas.

En “La presencia” encontramos el imaginario religioso convertido en lastre y la veneración de una figura antiquísima que representa el suplicio, similar a la fotografía donde aparece un hombre oriental en éxtasis que está siendo torturado y en la que se inspiró Salvador Elizondo para escribir Farabeuf.

En el cuento “Manu”, uno de los personajes, para justificar la atracción infantil hacia la violencia, dice: “Así es el ser humano. Siempre ha mezclado el juego y la guerra”. Encontramos entonces el juego y la guerra unidos por la imperante necesidad eterna de establecer siempre niveles de poder, rangos, jerarquías.

Estación Eloy” relata cómo incluso un objeto puede ser más perceptivo y empático con su usuario que otro ser humano, justo como el carrito malévolo de supermercado con voluntad propia de uno de los cuentos de César Aira.

“La eternidad” muestra a la Historia condenada a perpetuarse en aleaciones de metales, en una figura ignorada por la mayoría pero que en un proceso inverso al síndrome de la estatua trata de recobrar el poder que poseía en el pasado. La siguiente frase de los directores de cine Chris Marker y Alain Resnais es perfecta para este relato: "Cuando los hombres mueren, se vuelven historia. Cuando las estatuas mueren, se vuelven arte". 

Los que hablan a gritos demuestra que la violencia se ha vuelto la norma, se ha desplazado e irrumpido de tal manera en nuestras vidas, que actualmente lo raro es no haberla experimentado en cualquiera de sus formas, lo mismo como protagonistas que cómo testigos.

En este enlace pueden leer "Mercedes sale de su casa", otro de sus cuentos publicado en su blog. Pueden comprar este libro en Amazon y en las librerías de EDUCAL


Para concluir, transcribo mis frases favoritas del libro:


Los que hablan a gritos

Los fieles volvían flacos y ligeros, con el cuerpo –y a veces también con el alma– reducido a su mínima expresión.” P. 21

La gente le tenía un respeto que se parecía mucho al miedo.” P. 26

Somos yaquis, somos gente que sabe gritar cuando es necesario, que sabe defenderse.” P. 28

“Estaba convencido de que la violencia, física o psicológica, era necesaria para sacar de su ignorancia a algunas personas.” P. 30

El escándalo de las aguas era insoportable. De ahí que comenzaran a llamarles yaquis, que significa, en esa lengua desposeída y rasgada que usaban, los del río que hablan a gritos.” P. 30

La gente quiere saber cuándo alguien se ha acostado con quien no le corresponde. Así es la naturaleza humana. El morbo es una condición necesaria para la propagación de una noticia en cualquier sitio.” P. 34

Miraba siempre por la ventana o, más bien, miraba la ventana como lo hacen los pasajeros de conciencia intranquila.” P. 34

Tenía la mirada perdida. Quizá también la esperanza.” P. 41


El derrumbe

“…más que miedo era pavor” p. 52

“…estaba que se lo llevaba el carajo, pero por dentro. Por fuera había logrado anestesiarse con el brandy.” P. 54

Si no te tira un gancho, te tira la misma tierra.” P. 56


La presencia

Era un agüero terrible, un testigo recurrente o quizás simplemente un voyeur.” P. 57

Nunca volteaba a verlo. Casi nadie lo hacía, acaso por respeto, por temor o por olvido.” P. 58

Su figura capturada en un momento pleno de dolor.” P. 58

Nunca se preocupó por entender la distancia entre Cristo y su imagen tallada en madera.” P. 59

Sus miedos, igual que sus creencias, eran siempre de corte místico, relacionados con el final de los tiempos, el juicio último, el rostro de Dios Padre o las garras de Belcebú.” P. 62

Dios como un cáncer, como un poder caprichoso que se divierte haciendo sufrir a quienes no lo merecen, que apuesta con soberbia la vida de algunas personas para poner a prueba la fe de otras.” P. 64


Manu

“…jefe, dicho así, como regañando anticipadamente a los subordinados desde la primera letra. Una jota que era ya un rasguño, un oprobio, una ofensa disfrazada de resbaladilla.” P. 69

“…no es correcto aunque sea normal.” P. 75

“…brindaban porque el futuro del país no fuera el que se antojaba más próximo: un doloroso y desolador rastro humano.” P. 78


La eternidad

Estaba en el punto medio entre el miedo y el morbo.” P. 83

Quizá era un ser divino o semidivino. O por lo menos improbable y único.” P. 83


Estación Eloy

“…memorizando de forma inconsciente y calculando de manera primitiva.” P. 91

“…intuyendo el tiempo y el espacio sin llegar a entenderlo realmente. Su materia, su espíritu y la enorme máquina que ambos acarrean como un segundo cuerpo, son una acción.” P. 92

Las cosas mismas parecían nerviosas en las manos de Rodrigo, como trémulas, en espera de un salto final que las haría volar por los aires y aterrizar hechas añicos.” P. 95

Tenía esa sensación que genera la mediocridad en los espíritus emprendedores, que oscila entre ternura, repulsión, comprensión y lástima, en proporciones semejantes.” P. 96

“…hay personas que tienen la función de permanecer siempre abajo para que los demás puedas ascender, para que el orden del mundo se conserve.” P. 96



miércoles, 25 de noviembre de 2015

El pájaro azul - Rubén Darío (cuento)




"El pájaro azul", cuento de Rubén Darío (escritor y diplomático nicaragüense, 1867-1916), fue escrito en 1886  y se publicó en su libro Azul... dos años después, libro con el que se consolidó como escritor y gran exponente del modernismo.

El color azul ha significado, a lo largo de la historia, tristeza, y se relaciona con la nostalgia, la melancolía y la depresión. No hay mejor ejemplo de lo anterior que este cuento de Darío.


Es imposible no mencionar también el poema que Charles Bukowski publicó en 1992 (dos años antes de su muerte): "Bluebird", uno de mis favoritos. Pueden leerlo completo y ver su video animado en este enlace. Existe también una versión del poema leído por Tom O'Bedlam, un personaje que suele prestar su encantadora y fuerte voz para leer poemas en Youtube.

Darío, con su pájaro azul en la cabeza, y Bukowski, con el suyo en el corazón, revelan uno de los padecimientos más frecuentes de los escritores.


...there's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I'm too clever, I only let him out
at night sometimes
when everybody's asleep.







Ilustración de Ryan Milner basada en el poema de Charles Bukowski "Bluebird".



Y ahora, el cuento.

El pájaro azul


París es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos y decididos muchachos -pintores, escultores, poetas- sí, ¡todos buscando el viejo laurel verde!, ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen bebedor de ajenjo, soñador que nunca se emborrachaba, y, como bohemio intachable, bravo improvisador.



En el cuartucho destartalado de nuestras alegres reuniones, guardaba el yeso de las paredes, entre los esbozos y rasgos de futuros Clays, versos, estrofas enteras escritas en la letra echada y gruesa de nuestro amado pájaro azul.

El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le bautizamos con ese nombre.

Ello no fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenía el vino triste. Cuando le preguntábamos por qué cuando todos reíamos como insensatos o como chicuelos, él arrugaba el ceño y miraba fijamente el cielo raso, nos respondía sonriendo con cierta amargura...

-Camaradas: habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro, por consiguiente...

* * *

Sucedía también que gustaba de ir a las campiñas nuevas, al entrar la primavera. El aire del bosque hacía bien a sus pulmones, según nos decía el poeta.

De sus excursiones solía traer ramos de violetas y gruesos cuadernillos de madrigales, escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho cielo sin nubes. Las violetas eran para Nini, su vecina, una muchacha fresca y rosada que tenía los ojos muy azules.

Los versos eran para nosotros. Nosotros los leíamos y los aplaudíamos. Todos teníamos una alabanza para Garcín. Era un ingenuo que debía brillar. El tiempo vendría. Oh, el pájaro azul volaría muy alto. ¡Bravo! ¡bien! ¡Eh, mozo, más ajenjo!

* * *

Principios de Garcín:

De las flores, las lindas campánulas.

Entre las piedras preciosas, el zafiro. De las inmensidades, el cielo y el amor: es decir, las pupilas de Nini.

Y repetía el poeta: Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad.

* * *

A veces Garcín estaba más triste que de costumbre.

Andaba por los bulevares; veía pasar indiferente los lujosos carruajes, los elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparate de un joyero sonreía; pero cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba, y al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba. Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, casi llorando, pedía un vaso de ajenjo y nos decía:

-Sí, dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad...

* * *

Hubo algunos que llegaron a creer en un descalabro de razón.

Un alienista a quien se le dio noticias de lo que pasaba, calificó el caso como una monomanía especial. Sus estudios patológicos no dejaban lugar a duda.

Decididamente, el desgraciado Garcín estaba loco.

Un día recibió de su padre, un viejo provinciano de Normandía, comerciante en trapos, una carta que decía lo siguiente, poco más o menos:

"Sé tus locuras en París. Mientras permanezcas de ese modo, no tendrás de mí un solo sou. Ven a llevar los libros de mi almacén, y cuando hayas quemado, gandul, tus manuscritos de tonterías, tendrás mi dinero."

Esta carta se leyó en el Café Plombier.

-¿Y te irás?

-¿No te irás?

-¿Aceptas?

-¿Desdeñas?

¡Bravo Garcín! Rompió la carta y soltando el trapo a la vena, improvisó unas cuantas estrofas, que acababan, si mal no recuerdo:

¡Sí, seré siempre un gandul, 
lo cual aplaudo y celebro, 
mientras sea mi cerebro 
jaula del pájaro azul!

* * *

Desde entonces Garcín cambió de carácter. Se volvió charlador, se dio un baño de alegría, compró levita nueva, y comenzó un poema en tercetos titulados, pues es claro: El pájaro azul.

Cada noche se leía en nuestra tertulia algo nuevo de la obra. Aquello era excelente, sublime, disparatado.

Allí había un cielo muy hermoso, una campiña muy fresca, países brotados como por la magia del pincel de Corot, rostros de niños asomados entre flores; los ojos de Nini húmedos y grandes; y por añadidura, el buen Dios que envía volando, volando, sobre todo aquello, un pájaro azul que sin saber cómo ni cuándo anida dentro del cerebro del poeta, en donde queda aprisionado. Cuando el pájaro canta, se hacen versos alegres y rosados. Cuando el pájaro quiere volar abre las alas y se da contra las paredes del cráneo, se alzan los ojos al cielo, se arruga la frente y se bebe ajenjo con poca agua, fumando además, por remate, un cigarrillo de papel.

He ahí el poema.

Una noche llegó Garcín riendo mucho y, sin embargo, muy triste.

* * *

La bella vecina había sido conducida al cementerio.

-¡Una noticia! ¡una noticia! Canto último de mi poema. Nini ha muerto. Viene la primavera y Nini se va. Ahorro de violetas para la campiña. Ahora falta el epílogo del poema. Los editores no se dignan siquiera leer mis versos. Vosotros muy pronto tendréis que dispersaros. Ley del tiempo. El epílogo debe titularse así: "De cómo el pájaro azul alza el vuelo al cielo azul".

* * *

¡Plena primavera! Los árboles florecidos, las nubes rosadas en el alba y pálidas por la tarde; el aire suave que mueve las hojas y hace aletear las cintas de los sombreros de paja con especial ruido! Garcín no ha ido al campo.

Hele ahí, viene con traje nuevo, a nuestro amado Café Plombier, pálido, con una sonrisa triste.

-¡Amigos míos, un abrazo! Abrazadme todos, así, fuerte; decidme adiós con todo el corazón, con toda el alma... El pájaro azul vuela.

Y el pobre Garcín lloró, nos estrechó, nos apretó las manos con todas sus fuerzas y se fue.

Todos dijimos: Garcín, el hijo pródigo, busca a su padre, el viejo normando. Musas, adiós; adiós, gracias. ¡Nuestro poeta se decide a medir trapos! ¡Eh! ¡Una copa por Garcín!

Pálidos, asustados, entristecidos, al día siguiente, todos los parroquianos del Café Plombier que metíamos tanta bulla en aquel cuartucho destartalado, nos hallábamos en la habitación de Garcín. Él estaba en su lecho, sobre las sábanas ensangrentadas, con el cráneo roto de un balazo. Sobre la almohada había fragmentos de masa cerebral. ¡Qué horrible!

Cuando, repuestos de la primera impresión, pudimos llorar ante el cadáver de nuestro amigo, encontramos que tenía consigo el famoso poema. En la última página había escritas estas palabras: Hoy, en plena primavera, dejó abierta la puerta de la jaula al pobre pájaro azul.

* * *

¡Ay, Garcín, cuántos llevan en el cerebro tu misma enfermedad!

domingo, 22 de noviembre de 2015

Mastodonte – Jaime Reyes




(Éste es el texto que leí en la presentación del libro en el Tec de Monterrey Campus Ciudad de México el 4 de marzo.)

Mastodonte se forma con una pluralidad de voces, tramas y tiempos intercalados, donde encontramos, entre otros, a un anciano que recuerda su niñez con dificultad, a una hermosa adolescente que transmuta de amante decidida en fugitiva enajenada y a un coloso (un hombre, un animal extinto) que conoce a fondo su  propósito en este mundo: eliminar a otros del incierto juego que es la vida. El Mastodonte es una máquina de destrucción que a su vez se aniquila a sí misma y su nombre se ha convertido, al igual que sus lamentos, en un mantra para él, en una afirmación de salvación, en una pretendida libertad.

El propio título, Mastodonte, nos remite a la fuerza del significado de esa palabra, a esa figura mítica y primitiva, que aquí se ha convertido en una bestia antropomorfizada extraviada entre la realidad y Shanghai, aquella ciudad que es un sueño y a la que poco le falta para ser perfecta.

El Mastodonte es un gran monstruo infernal. La sexualidad, la violencia y el dolor de los personajes son tan explícitos que todas las páginas despiden una sensación de delirio, misma que debe imperar en la mente de ese animal sin temores y de la cual sólo se puede deshacer momentáneamente a través de las drogas duras.

A lo largo de la obra, ciertas incógnitas suspicaces y afirmaciones contundentes como “¿Cuánta tristeza puede soportar el cuerpo de un hombre?” crean una sensación de desesperanza con la que el protagonista ha aprendido a sobrevivir. También podemos encontrar distintas definiciones profesionales e instructivos cortazarianos (que evoca las Instrucciones parallorar, Instrucciones para dar cuerda a un reloj o a Instrucciones para subir una escalera) para la técnica y ejecución del golpeo.

Reyes ha incluido en este ebook un playlist en Spotify donde aparecen bandas como Anthema, Ministry, Porcupine Tree, Opeth, Nine Inch Nails, Type O Negative, Tool, Daft Punk, Slayer o VNV Nation son las «drogas auditivas» que forman parte de esta bestia construida con letras. La lectura de esta obra escuchando el soundtrack crea una experiencia mucho más profunda, la reacción precisa que quiere causar el autor en el lector.

Entre las diferentes voces narrativas que utiliza, contundentes frases de canciones como «Live together, die alone», aparecen como apéndices necesarios que subrayan sus principales temáticas: la soledad, el dolor, la rabia, la furia, la indignación y el abandono.  

En Mastodonte, la melodía lo es todo: “En el fondo la música. En el aire la música”. La música, el sexo y los estupefacientes de toda índole son usados como una falsa expiación momentánea, como un inmerecido elixir.


Como bien lo afirma el autor, el Mastodonte es “Un animal torpe hace mucho tiempo extinto. Un paréntesis olvidado de la biología y de la historia. Una presa fácil para el tiempo y la evolución de las especies”. Reyes nos acerca, a través de un lenguaje cercano y directo, al abismo del protagonista, lo que nos hace comprender nuestro propio abismo, pues, finalmente, ésa es una de las muchas virtudes de la literatura: crear empatía para reconocernos en el sufrimiento del otro.

Usaré una de las frases de mi canción favorita del playlist, Flowers, de Rozz Williams, que refleja a la perfección la historia del Mastodonte: This is my favourite sad story, Forget me not or I'll forget myself. Como bien lo afirma el autor, el Mastodonte es “Un animal torpe hace mucho tiempo extinto. Un paréntesis olvidado de la biología y de la historia. Una presa fácil para el tiempo y la evolución de las especies”.

Pueden leer una parte de la novela en este enlace, comprarlo directamente en la página de la editorial y saber cómo se escucharía con el siguiente booktrailer:






Para finalizar, transcribo las mejores frases de la novela:

“Su casa se veía arruinada. Cansada. ¿Y cómo hace un hombre para que las cosas adquieran el estado de su espíritu?” p. 17

“La ira y la sangre eran otro tipo de droga tan adictiva como el opio y la heroína y las prostitutas.” p. 23

“Pero la felicidad, incluso en los sueños, es cosa que caduca pronto y que apesta al tercer día. Felicidad. Qué maldito nombre tienes.” p. 24

“Esa vida paralela lo salvó muchas veces de desmoronarse. Hasta que lo venció el tiempo. Y la verdad. Y entonces se derrumbó.” p. 34

“Cada domingo el niño vestía su traje de soledad hasta llegado el mediodía.” p. 38

“El animal buscaba venganza. Lo confundió todo. Se volvió idiota.” p. 43

“La vida siempre fue simple. La memoria lo complicó todo.” p. 52

“¿Qué fue primero, la música o la tristeza?” p. 58

“¿Cuánta tristeza puede soportar el cuerpo de un hombre?” p. 65

“La bestia comienza a parecerse a un hombre.” p. 79

“Lo que sucede al interior de mi mente es una enfermedad.” p. 85
“Huyó con su soledad.” p. 94

Mi vida es una larga lista de gente diciendo adiós.” p. 105

“El Mastodonte tenía de su lado la serenidad para estar siempre un paso adelante de su ¿enemigo? El Leviatán estaba en el infierno. Tenía la forma del Mastodonte.” p. 115

“¿Y cómo sabe un hombre cuando el odio ha sido suficiente?” p. 122

“La bestia en comunión con el cosmos. Algo telúrico. Sangriento.” p. 124

“Su mente se fugó. Su cuerpo también.” p. 129

“Afuera el frío. Adentro la bestia. El vértigo.” p. 140

“Estamos extraviados. Perdidos. Siempre lo estuvimos.” p. 147

“Le dio un propósito para vivir. Matar.” p. 172

“En el cuarto de entrenamiento el saco para golpear se balancea como el péndulo que da orden y mueve al mundo.” p. 179

“Alguien escribió antes sobre mi destino. Es el grito desesperado de un otro que intenta ser yo. ” p. 184

“Busca que su lamento se convierta en un mantra.” p. 183


“La mano izquierda está rota. El libro también. ¿Qué es necesario reparar primero?” p. 194

sábado, 21 de noviembre de 2015

Irreverencias maravillosas: La afinidad con lo singular






El texto de este mes para mi columna mensual, Irreverencias maravillosas, de la Revista VozEd, está dedicado a los espectáculos dedicados a exhibir seres humanos con algún tipo de anomalía física como un entretenimiento para las masas basados en lo desconocido y lo aterrador: los freak shows


Pueden leer la versión completa del texto directamente en la revista, en este enlace




La afinidad con lo singular



We’re all pretty bizarre. Some of us are just better at hiding it, that’s all.
                                                                           John Hughes


EL MIEDO, LA reacción natural frente a una amenaza o peligro, es una de las emociones más elementales. Lo fuera de lo común o extraordinario resulta interesante porque pone en duda los paradigmas, expone lo oculto y muestra lo que generalmente no es bien recibido porque provoca un cambio en la forma usual de percibir la existencia.


Freak Show, la cuarta temporada de la popular serie televisiva American Horror Story, que salió al aire en octubre de 2014, acerca a la actualidad una actividad que estuvo en boga hace dos siglos, los freak shows. Debido a la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, a los avances científicos y médicos que lograron esclarecer los problemas de los «fenómenos» y a factores económicos, este tipo de espectáculos fueron disminuyendo, pero gracias a los efectos especiales podemos tener la experiencia cercana de un freak show en Florida en la incipiente década nuclear, la década de los 50.


Aunque los primeros freak shows (funciones de entretenimiento protagonizadas por seres humanos con anomalías congénitas, enfermedades irremediables o trastornos genéticos) se presentaban mucho antes del siglo XIX, ganaron popularidad gracias al empresario y político Phineas Taylor Barnum, quien inició su trayectoria en Nueva York en 1834 con un espectáculo de variedades llamado Barnum’s Grand Scientific and Musical Theater. Posteriormente adquirió el gran Scudder’s American Museum, cuyo nombre cambió por el de Barnum’s American Museum, que destinó para la exhibición de algunas de sus estrafalarias creaciones, que presumía como reales, y a exponer rarezas humanas, instaurando así el primer freak show permanente. Gracias a múltiples carteles y textos redactados por él mismo y de las artimañas con las que engañaba a su audiencia, logró aumentar considerablemente su popularidad. Como resultado, un sinnúmero de personas asistían a sus presentaciones, que no eran más que grandes embustes para recaudar miles de dólares. Incluso su museo tenía muchas más visitas que el Museo británico.



Fuente: New York Public Library for the Performing Arts 
Aquel reducido espacio era un sitio donde la gente «diferente» ganaba protagonismo y encontraban una forma para sustentarse, pues usualmente eran sacrificados al nacer o excluidos en orfanatos o manicomios, a pesar de que en ocasiones poseían una gran inteligencia y diversos dotes. Quienes trabajaban con Barnum lo hacían por voluntad propia e incluso varios llegaron a tener familias y una vida mucho más plena, pues por lo general sus posibilidades de desarrollo eran mínimas. La ignorancia e ingenuidad de la sociedad permitía que Barnum se beneficiara económicamente, y su repertorio era tan basto como excepcional. Tres décadas y tres incendios severos más tarde, se vio obligado a clausurarlo.


Sabernos seguros, advertir que hay cierto espacio que divide el estrado de los espectadores crea cierta inmunidad necesaria para sentirnos a salvo. En el caso de American Horror Story, la pantalla es el salvoconducto que nos permite presenciar el horror sin exponernos, saciar nuestras ansias de terror sin tomar ningún riesgo, volver más de 60 años en el tiempo y acudir a un espectáculo que significaba una de las pocas distracciones en Jupiter, un pequeño y aislado pueblo costero.

Algunos de los personajes de American Horror Story: Freak Show 
La mayor parte del elenco de la película Freaks
Los freak shows confrontaban a la audiencia con sus propios estándares sobre lo diferente y lo anormal, imponiendo cierta aceptación o tolerancia, incluso quizá cierto entendimiento hacia lo «diferente». American Horror Story supera lo anterior llevando al espectador a presenciar la vida privada de estos «fenómenos», que es mucho más próxima de lo que se pudiera pensar. Las estrellas de los freak shows eran, a pesar de sus diferencias, tan humanos (o incluso más) que sus espectadores, como lo demuestran El hombre elefante (David Lynch, 1980) y Fenómenos (Freaks, Tod Browning, 1932), dos ejemplos cinematográficos que representan a la perfección la ambivalencia sentimental y los prejuicios que suscitaban estos espectáculos ante el público. A través de la exposición de las tribulaciones de los protagonistas, la empatía y la aflicción suplantan las sensaciones de desagrado y el temor del espectador, logrando reconocer en aquellos seres singulares a congéneres admirables.~