martes, 31 de enero de 2017

Advertencias que fascinan (reseña publicada en Revista Tierra Adentro núm. 220)





Tengo el placer de anunciarles que «Advertencias que fascinan», mi reseña sobre Material sensible (Salamandra, 2016), última compilación de cuento fantástico de Neil Gaiman, se publicó en la Revista Tierra Adentro núm. 220,  Bowie. Locura & creación (enero-febrero 2017). 

La revista ya está disponible en todas las librerías Educal del país.








«A un año de la muerte de David Bowie, exploramos aspectos poco conocidos de la vida del gran músico y artista total inglés, como su relación con la enfermedad mental, su faceta como coleccionista de arte, y apasionado lector.
También dedicamos nuestro especial a encontrar respuestas al futuro de la literatura pop; lo acompañamos en esta ocasión con el trabajo de reconocidos fotógrafos mexicanos jóvenes como José Luis Cuevas, Paula Islas y Melba Arellano.
Por último, en nuestras secciones tradicionales como Cuento, Poesía, Expresión mínima, Cómic jóvenes escritores y creadores mexicanos, nos muestran distintas caras de su talento.»

lunes, 30 de enero de 2017

Amniótico - Alfredo Carrera








Amniótico (Editorial Paraíso Perdido, colección Instantánea, 2016) de Alfredo Carrera (escritor mexicano, 1984) es el segundo libro de cuento del autor. 

Reúne siete relatos cuyas temáticas giran en torno a la muerte, la derrota y la pérdida, pero también al deseo y a la procreación. 

Estos relatos de Carrera son historias en caída libre hacia el abismo de cada personaje, son batallas que se saben perdidas desde el principio, pero donde la venganza del vencido quedará latente, esperando el momento preciso para desatarse.

Otras de las figuras fundamentales en estas letras son la de los padres ausentes, desnaturalizados o que simplemente condicionan, de la manera más egoísta y reprobable, la existencia de sus descendientes a las expectativas y deseos propios.

«Amniótico», cuento que da nombre a la colección, se desarrolla frente a un mar que se alimenta de almas, pues contiene aguas profundas e hipnóticas que atraen hacia la muerte, como les ocurrió a Virginia Woolf, Alfonsina Storni o Safo de Mitilene, por mencionar algunos nombres. El padre del protagonista disfruta de la soledad acompañada, de mujeres menudas que incitan cuidados y frenesí a la vez. El despertar sexual de un adolescente donde la desnudez femenina es algo natural se da en el mismo sitio donde rondan sombras de una traición y culpas, inmerso todo en una esencia salina que se adhiere al recuerdo y que persigue como una advertencia de fatalidad.

En «Fábrica de colchones», el autor nos muestra una ficción dentro de la ficción, una historia-matrioska que alterna entre dos escenarios posibles para exponer un mismo crimen pero con un solo y funesto desenlace.

«Embrión» describe la trivial existencia de una pareja en la que la principal habilidad del hombre es el fracaso, y donde la mujer no logra llevar un embarazo a término. él desea evitarle más sufrimientos y ya ni siquiera sabe cómo reaccionar ante ella ni con la mirada. Ya no queda nada por hacer para sobrellevar su ruina, pero a la distancia, en la inmensidad del océano, reluce la salvación. 

«Purificación del fuego» narra un accidente causado por la ira de una madre, mismo que trastoca todos los aspectos de la vida de uno de sus hijos, un ser humano que es el reflejo de una catástrofe que pudo haber sido evitada. En estos párrafos podemos comprender lo que sucede en la mente de la víctima, empatizar con quien se sabe presa de las circunstancias e injusticias del azar: un joven cuyo futuro se consumió en las mismas llamas que se llevaron la piel y los rasgos de su rostro y la suavidad de su cuerpo. Esta víctima expiará entonces las culpas de alguien más con otro incendio que, si se le otorga el tiempo necesario, reducirá todo a cenizas. 

Un hombre es el culpable, indirectamente, de la muerte de su esposa tras la fuga de su hijo en «Segunda oportunidad». Los recuerdos han secuestrado su juicio y sólo se lo devuelven cuando ya es demasiado tarde para alterar la realidad. A pesar de lo anterior, resiste lo suficiente para tratar de hacer las cosas bien o, simplemente, terminar de arruinarlas.

Lo anterior es sólo una muestra del universo creativo articulado con pericia por el autor. Carrera narra con habilidad cómo el dolor puede unir a las personas de la manera más íntima y cómo las heridas a veces, en lugar de buscar sanar, se vuelven más profundas al disfrazar el dolor.

El libro está a la venta en la tienda de Kichink de la editorial.


viernes, 27 de enero de 2017

Purificación del Fuego - Alfredo Carrera (cuento)

Alfredo Carrera



Este cuento forma parte del libro Amnióticopublicado en 2016 por Editorial Paraíso Perdido.



Purificación del Fuego



Veo tras bambalinas a una mujer que a su vez no deja de observarme. No parpadea. No descubro si me ve por morbo o por asco. Se lo he dicho a mi madre y me dice que no me ve a mí, sino a la fotografía proyectada en el escenario. Es el niño que fui antes del incendio. No debería existir o en su defecto tendría que estar enmarcada en uno de esos anuncios con los que buscan a las personas que se han extraviado, a los que han secuestrado o a aquellas víctimas de desapariciones forzadas. El único que llega al espejo en la noche buscándolo soy yo.

Entro al escenario porque mi madre me obligó a decir que sí, no puedo deshacerme de ella. Están explicando el motivo de la cena y concierto de beneficencia, hablan un poco de accidentes, de la vida tan frágil para romperles las sonrisas, para que donen. Ven el antes y el ahora. Se fue la mujer que me veía. La maestra de ceremonias continúa su discurso sobre los accidentes, el fuego, las quemaduras. Mi foto cambia por una gráfica. Ella dice mi nombre y se acerca para abrazarme. Las personas entonces me relacionan con la fotografía que estaba proyectada. Me pusieron un traje que sólo deja ver los restos de mi cara. En la comparación ella dice que yo soy un luchador que enfrenta la vida, que enfrenta a su propio rostro. Mi cuerpo es peor.

Son unos juguetes como me lo habían mencionado: las personas vestidas de etiqueta se ponen de pie para aplaudirme, pero no soportan verme. Logro distinguir con dificultad, por la luz directa, a varias personas que me señalan, después a la fotografía, para explicar a los distraídos de qué va el asunto. Las fábricas de extinguidores y detectores de humo están en deuda conmigo, afuera podrían haber puesto stands de información. Giro la cabeza para ver a mi madre tras bambalinas, está tan emocionada que llora. Tengo ganas de gritar y explicarles que la culpa es de la mujer oculta, que salga a recibir esos mismos aplausos.

Me convertí en la mascota de mi madre y de una asociación que me toma como una botarga. Hasta este momento me pregunto si acaso eso significa que no donarán una parte del dinero recaudado para alguna de mis operaciones pendientes. ¿Para qué lo harían si soy el que les sirve para causar lástima, la muestra de la estupidez humana?

Empieza la intervención de la orquesta de cámara, tienen un programa que cumplir. Bajo por el frente del escenario. Me siento en una mesa de la orilla para que hablen conmigo los curiosos y aumentar las donaciones. Yo sólo puedo pensar en la intensidad del dolor cuando mi cuerpo era de fuego, no veía nada, al apagarme, cuando me quedaba poca piel, la intensidad aumentó hasta que caí inconsciente. Dijeron “consiguiéramos”, aunque los cheques no los hacen a mi nombre. Las operaciones son demasiado caras, hay que ir a uno de los pocos hospitales en el mundo que las pueden hacer y luego esperar a que alguno de los pocos doctores que saben del tema tenga tiempo de ir a atender a un pobre pendejo como yo, sin contar que son impagables.

El fuego lo provocó mi madre porque la casa no estaba arreglada. Mi hermano salió, yo me había quedado a trabajar solo. Al llegar vio que no había terminado, aventó cosas sin mediar palabra. El alcohol me cayó encima después una vela. Ella tardó en reaccionar, tenía un librero sobre mí. Lo quitó y me hizo ir a la regadera. Si hay alguien que merece lo que me ha pasado es ella. Quemarla viva.

Llego a la mesa y ya está mi madre. Nos toman fotos para el periódico. La mujer que estaba encantada conmigo regresa a su mesa y voy por ella. Las personas me detienen para decirme las mismas cosas que tanto he escuchado, lo admirable que soy. Un quemado. Un despojo. Me harto, a una señora le explico que mi madre me incendió por no terminar de reparar unos muebles. Queda sin palabras y continúo mi camino.

La mesa está sola. Me siento a su lado. “Eres un especialista en causar lástima, ¿no?”. Es más de lo que esperaba. “Imagino que tú crees que me hice esto a propósito”. En su cara no encuentro reacción, como si no me hubiera escuchado; en mi cara es muy difícil encontrar gestos. Me cuenta de su hermano, de un incendio en sus vacaciones y cómo los bomberos la rescataron a ella, pero no a su hermano. No esperaba tener la culpa de que ella estuviera viva, además del cliché en que me diría que prefería a su hermano vivo aunque fuera como yo. Con facilidad le podría decir que yo tomaría el lugar de su hermano, si se pudiera me gustaría más estar muerto. Lo anticipa, me dice lo que pienso y revira, le digo que sí, pero yo pienso en ser su hermano quemado para estar con ella, no con la mujer que me incendió. Algo despierta en sus ojos la conversación sobre mi familia, sobre la desaparición de mi hermano desde ese día y la locura de mi madre. Toma mi mano y salimos del lugar sin que a nadie parezca importarle. Siento que por fin he recuperado mi cara, que soy normal.

Me cubre la cara con su abrigo. Abre la puerta trasera de su carro para que entre. Enciende el coche y nos vamos. Conduce despacio y pienso en mi madre, en la reacción que tendrá al terminar la noche y que yo no aparezca por ningún lado. Mi fotografía del periódico, un quemado en traje, saldrá en la televisión, enmarcada en el “Se busca”, “Desaparecido”, no así la primera fotografía. La imagen de ese niño la tengo yo nada más, nadie la puede encontrar.

Llegamos a su casa, me explica que vamos a mi habitación, sin importarle nada me dice: “Carlos, éste es tu cuarto, te había extrañado mucho”. Adentró hay un portarretrato en el que está ella más joven y él que imagino era su hermano. Me acuesto en la cama. Entra sin avisar, trae dos pijamas de ella. Me ayuda a cambiarme, me observa sin morbo el cuerpo. Sale y me avisa antes que en media hora merendamos. La pijama es un conjunto de saco y pantalón que me quedó perfecto.

Bajo, escucho que canta, tiene puesta una pijama igual a la mía, pero a ella le quedaba muy holgada. Pone dos platos de cereal en la mesa y nos sentamos. Le pregunto su nombre, se molesta un poco. Me dice “Claudia, acuérdate, ¿el fuego también te quemó el cerebro, tontito?”. El tono me sorprende. Termino el cereal en silencio.

Uso el mismo cepillo dental que ella y me arropa como si fuera un niño pequeño. Pienso otra vez en mi madre, las diferencias obvias de mi casa a esta nueva casa tan reluciente, tan limpia.

Suena el despertador, todavía es de noche. Hay humo y hace demasiado calor. Salgo de la casa, pero Claudia no. No puedo dejar de oler mis dedos con aroma a gasolina.

domingo, 22 de enero de 2017

El problema de los tres cuerpos - Aniela Rodríguez





El problema de los tres cuerpos (FETA, 2016) de Aniela Rodríguez es el segundo libro de cuento de la autora, reconocido en 2016 con el Premio Nacional de Cuento Joven Comala.

Nueve cuentos se desarrollan en noventa páginas donde predomina el narrador en primera persona y un lenguaje cuidado salpicado de crudeza. La mayoría de los personajes vive en una esfera que comprende violencia, agresiones o atropellos de los que son víctimas; son eslabones en una cadena interminable de brutalidad. En su narrativa, Aniela se enfoca con destreza en delimitar los perfiles de sus peculiares personajes. Imágenes duras y escenarios cercanos conforman el universo creado por esta hábil autora en un libro donde el mismo título alude ya al caos y la inestabilidad.

Un sueño, que bien podría ser una reminiscencia del pasado, se presenta en «Caja de cerillos» como una anécdota fatídica grabada para siempre en la memoria de su autor, revivida una y otra vez por el inconsciente: es un temor insistente, una culpa que no le otorga ni un minuto de tregua.

En «Las fiestas de Caín» (cuyo epígrafe y dedicatoria merecen una mención especial, pues Ignacio Padilla fue un excelente cuentista mexicano) relucen la traición, el engaño, el orgullo herido y la doble moral, todo lo anterior presto para destrozar la vida de cualquiera, incluso del más respetable. Lo carnal siempre como un claro distintivo de la naturaleza humana.

«Tratado general del contragolpe» refleja a la perfección esta sociedad apresurada donde los ídolos son destituidos con la misma facilidad con la que fueron encumbrados, la abnegación de una madre y la irritación mortal de un fanático.

Uno de los títulos, «Instrucciones para perder los zapatos», remite a los sagaces instructivos de Cortázar. Los personajes involucrados en este relato fueron tocados por la desgracia, ésa a la que están más próximos precisamente porque no hay alguna barrera que los pueda proteger. Elías, o mejor dicho, el estorbo en el que se ha convertido, está destinado a una inyección letal porque no hay tiempo ni ganas para su recuperación, porque es sólo un número más de cualquier estadística. 

«Los regimientos de Dios» describe la ira de los farsantes, las estafas y mentiras al servicio de la religión. La envidia es el alimento de un odio creciente y fermentado que se descarga en quien no lo merece pero que, aún así, trata de comprenderlo. En este cuento, las “cajitas” (personas supuestamente divinas) venden salud y favores a los feligreses, suceso similar a las indulgencias que negociaba la iglesia durante el siglo XVI, cuando el Papa León X promulgó la Taxa Camarae, un documento que informaba las tarifas a pagar para recibir el perdón de faltas atroces, asesinato y pederastia incluidos.






La depresión, todos los eventos traumáticos y la tristeza se refugian sólo en un hemisferio del cuerpo del protagonista de «El lado izquierdo de la tristeza» que, desesperado, busca a toda costa alguna solución. Su condición particular lo lleva al borde de la muerte, y prefiere seguir venerando la causa de su mal que perder a la mujer amada. 

En todos los relatos los personajes son conscientes del detonante, del elemento externo y devastador que hace acto de aparición para destruir sus vidas.

Para finalizar, transcribo algunas de mis frases favoritas:

Caja de cerillos

«Para ser un buen hijo de puta se necesita mucha suerte.» p. 16

«¿Te acuerdas cuando éramos jóvenes? No había manera de hacerlo mal, y lo logramos.» p. 17

«Alguien debería contarles que lo que espanta de las pesadillas es que son imposibles.» p. 18


Las fiestas de Caín

«Estaba segura que de nuevo, como otras ocasiones, había echado todo a la mierda. Sabía también que todavía era muy joven y, si así lo quisiera, podría arruinar su vida otras siete veces.» p. 27

«El infierno es un lugar donde no caben tantas almas.» Ibídem


Tratado general del contragolpe

«Uno no conoce a qué sabe el terror hasta que se siente así del precipicio.» p. 33


Instrucciones para perder los zapatos

«Si tan sólo hubieran enviado un manual para no estar triste, la Chole lo habría leído completito una y otra vez. Por ejemplo: paso número 77, Eleve las piernas al aire, teniendo cuidado de no perder el equilibrio. Bájelas al tiempo que siente el pecho desinflarse. Haga serie de ocho repeticiones cada tercer día, hasta recuperar las riendas de su vida.» p. 43

«Todavía no tenía ni ganas ni tiempo para ver morir a un amigo.» p. 45


Los regimientos de Dios

«Dicen que la fe es el mejor motivo para desatar una catástrofe. Así han comenzado guerras interminables que dejan a su paso generaciones de locos, obtusos y pendejos.» p. 64


El lado izquierdo de la tristeza

«Ya era muy tarde cuando desperté y entendí que el llanto sirve para ocho cosas: para nada y para siete chingadas.» p. 72

«La ecuación de mi desgracia es una ecuación imperfecta.» Ibídem 

«La tristeza es un cáncer incurable.» Ibídem


Kamikaze

«Con ella se sentía seguro, y al mismo tiempo, todos los días eran un nuevo cagarse de miedo.» p. 80 



El libro está a la venda en las librerías EDUCAL de todo el país.