domingo, 23 de agosto de 2015

Irreverencias maravillosas: Justificación oportuna

Ritual de Eleanor "Ray" Bone 



¡Irreverencias maravillosas, mi columna mensual en VozEd, cumple su primer aniversario! Pueden leer el texto completo de mi justificación directamente en la revista en este enlace.


Miles de palabras se han acumulando al puntualizar mensualmente sobre diversos temas «extraños»: Venus anatómicas, Urbex, criptozoología, autómatas, taxidermia moderna, amputaciones y prótesis, edificaciones hechas con osamentas humanas, fotografía post mortem, ritos mortuorios, filias, talismanes, amuletos e imágenes de instantes previos a decesos comparten el mismo espacio virtual junto con fotógrafos, filósofos y escritores como J. R. R. Tolkien, Juan José Arreola, Edgar Allan Poe o Isaac Asimov, con datos históricos y culturales, con recomendaciones de cuentas en Instagram y diversos sitios de internet.
Pero, ¿por qué alguien querría escribir sobre temas poco comunes, relegados generalmente al olvido o excluidos por prejuicios? Sencillo: lo raro, lo singular, atrae o causa temor, y aunque logre generar sentimientos contrarios, lo esencial es precisamente eso, que causa sensaciones, provoca.
La finalidad de estas irreverencias maravillosas es precisamente compartir información esencial sobre temas específicos que, por diversas circunstancias, son poco conocidos y han sido generalmente sometidos a prejuicios o tabús, de ahí que generen cierto repudio.
En palabras de Schweitzer, «según vamos adquiriendo conocimiento, las cosas no se hacen más comprensibles, sino más misteriosas». Estos ensayos irreverentes indagan en los orígenes de sus temáticas, exponen sucesos y justifican hechos que alimentan la intriga y curiosidad. Pretenden crear un acervo, una colección de lo inusual, un gabinete de curiosidades, crear fantásticas cronologías de lo adverso; desperdigar conocimiento, por mínimo que sea, sobre peculiaridades del ser humano. Indagar y ligar sucesos a través del tiempo, otorgar de nuevo vida al asunto en cuestión en la mente de todo aquel que preste por unos minutos sus ojos y atención. Y crear vínculos, por efímeros que sean, con quienes sean afines a esta columna; mandar un mensaje dentro de un frasco al infinito universo de información y esperar otro de vuela, por más tiempo que se deba esperar.
Bierce lo afirmó ya en el siglo XIX: «No hay nada nuevo bajo el sol, pero cuantas cosas viejas hay que no conocemos.» Estas irreverencias buscan mostrar todo aquello que  ha sido apartado, que irrumpe en los convencionalismos de la sociedad actual, aunque en el intento de comprender siempre existan dos posibilidades: cavar con pasión en el vacío del desconcierto o en el de la fascinación del placer y el deleite, y ambas acciones serán tan gratas como se quiera, pues, en voz de Russell, «cuánto placer se obtiene del conocimiento inútil», del que se podría pensar que no sirve para algo práctico, pero que sin duda lo es para la imaginación, para el ingenio.

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