jueves, 31 de enero de 2013

Horacio Quiroga – El arte funesto desplazado a las letras

 Horacio Quiroga


Esta entrada inaugura una nueva sección en el blog: datos biográficos de célebres escritores, debutando con Horacio Quiroga, uno de mis favoritos.

Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació en Salto, Uruguay el 31 de diciembre de 1878 y murió el 19 de febrero de 1937 en Buenos Aires, Argentina, fue un destacado escritor latinoamericano conocido principalmente por sus relatos cortos y cuyo estilo está caracterizado por el declive del modernismo y el surgimiento de las vanguardias, envuelto por una atmósfera melancólica. A lo largo de su vida se vio afectado por amores tormentosos y diversas muertes inesperadas de sus seres queridos, iniciando con el deceso accidental de su padre al disparar un arma de fuego en 1879.

Sus primeros estudios los realizó en Montevideo y su atracción por la literatura surgió desde entonces, empezó haciendo diversas publicaciones y colaboraciones para La Revista y El reforma y escribió sus primeros poemas entre 1894 y 1897, creó el círculo literario “Los tres mosqueteros” y se forma como pupilo de Leopoldo Lugones, al tiempo que fundó la Revista de Salto, pero en el mismo año presenció el suicidio de su padrastro Ascencio Barcos. En 1900 viaja a París y como resultado de ese experiencia escribe Diario de viaje a París. Al siguiente año mueren dos de sus hermanos a causa de la fiebre tifoidea y accidentalmente activó el revolver que mataría a su amigo Federico Ferrando.

 Hogar de Horacio Quiroga en Misiones.

En 1902 decide mudarse a Argentina y trabaja como profesor de castellano en un colegio de Buenos Aires. En ese mismo año, decide acompañar a Lugones a una expedición a la provincia de Misiones, lugar que sería su hogar por mucho tiempo, donde criaría a sus hijos en sus primeros años de vida y donde recibiría la mayor inspiración para escribir sus cuentos: a través de la difícil vida en la selva., en constante interacción con la vida salvaje y sus peligros. En 1904 publica su primer libro de cuentos, El crimen de otro, donde la influencia de Edgar Allan Poe salta a la vista. Quiroga estaba más que satisfecho al ser comparado con Poe, pues para él era su principal maestro. En esa época trabajó en la creación de diversos cuentos por varios años y publicaba periódicamente en la revista Caras y Caretas, convirtiéndose gracias a esto en un escritor reconocido y prestigioso.

 Horacio Quiroga con su primera hija.

En 1906 Quiroga publica su novela corta Los Perseguidos y vuelve a Misiones, donde desarrolló diversos empleos gubernamentales durante años, a la par de su creación literaria. Regresa a Buenos Aires en 1916, tras el suicidio de su primera esposa, Ana María Cirés. Cría solo a sus dos hijos y continúa con sus diversos proyectos literarios y clases de literatura. Tiempo después conoce a la que sería su segunda esposa, nuevamente se mudan a al selva y ahí crían a su pequeña hija, hasta que en 1935, ella lo abandona, llevándose a la niña con ella. Quiroga queda entonces solo y enfermo, pues los primeros síntomas de su cáncer de próstata ya se hacían notar.

Horacio Quiorga con su segunda esposa.

Entre 1901 y 1935 Quiroga publicó diversos poemas, cuentos, un libro de cuentos infantiles, novelas e incluso una obra de teatro. Dejó una obra basta y opulenta tanto en contenido como en forma, particularmente decadente y sorpresiva. Mención particular merecen sus Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) donde todos los cuentos hacen honor al título, especialmente a la muerte. Así mismo, cuenta con publicaciones póstumas, como Cartas Inéditas de H. Quiroga (1959).

Otra de sus obras más célebre, específicamente porque en ella Quiroga describe su método de escritura creativa, es el Decálogodel perfecto cuentista, donde describe singularidades sobre el proceso de la creación literaria, las fases de la escritura y del cuento y características narrativas (que no se reconocen en toda su obra debido a las diferentes etapas de su desarrollo como escritor).

Quiroga estaba influenciado por Poe, Kipling y Muapassant, y los estilos de estos escritores son la esencia de Quiroga, quien a través de sus peculiaridades logró crear una nueva narrativa con un riguroso estilo y se enfocó en una atmósfera por completo diferente pero no menos misteriosa y letal: la selva y los animales que viven en ella. Sus narraciones magníficas y enérgicas, crudas pero sin salir de ese espectro que pudiera ser real, es lo que causa más estremecimiento.

La vorágine de la muerte por mano propia no paró con su primera esposa, pues el mismo Quiroga se quitó la vida ingiriendo veneno en 1937, tras sufrir agudos dolores y ser diagnosticado con cáncer de próstata. El año siguiente Alfonsina Storni y Leopoldo Lugones, dos de sus amistades literarias, siguieron el mismo camino. Su primera hija, Eglé, se suicidó en 1938 y su hijo Darío en 1952. Su tercera y última hija, María Helena, se suicidó al arrojarse de un edificio en 1988.

El funesto sino de la estirpe de Quiroga y sus allegados finalmente no pudo ser evadida, pero su magnífico genio creativo nos ha dejado un legado literario que será conservado para la posteridad y su inmortalidad depende de que alguien decida descender en sus abismales crónicas a través de su lectura.

Para despedirnos de él, habrá que evocarlo con algunas de sus más sabias palabras:

¡Qué locura! Los amantes que se han suicidado sobre una cama de hotel,
puros de cuerpo y alma, viven siempre. Nada nos ligaba a aquellos dos fríos y duros
cuerpos, ya sin nombre, en que la vida se había roto de dolor.”


Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte.
Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.”


No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.”



 Horacio Quiroga

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