sábado, 9 de febrero de 2013

El necrófilo – Gabrielle Wittkop






Reseña personal: El necrófilo de Gabrielle Wittkop (escritora francesa, 1920-2002) es una novela publicada en 1972 por la Bibliotèque Noire y publicada en español hasta 1995 por la Editorial Tusquets. Wittkop dejó una obra que podría etiquetarse dentro de lo siniestro, trágico y escalofriante, de lo que se puede deducir, de manera certera, que su musa era la muerte y todo lo que esta implicara; empezando por algo tan amplio como la vida misma, lo que la posterga: el sexo; y lo que logra crear vínculos humanos: el amor. 



Esta novela es la historia de un anticuario comprendida en un año en entradas de su diario personal. En cuanto a la extensión, es un fragmento mínimo de una vida, pero de una intensidad impresionante. Aparecer a Lucien N. como por generación espontánea y dejar un final abierto y un futuro incierto para él le dan el último toque de misticismo para volverla una novela de singularidad espléndida.



Lucien vive en una gran casa antigua donde comercia con antigüedades, pero lleva esta afición por lo decrépito (en cierto sentido) más allá de los objetos: hacia cuerpos humanos sin vida. Es un necrófilo que forma parte de una sociedad invisible de personas con gustos afines. Leyendo los obituarios, descubre donde podrá encontrar a su próximo amor. El siguiente paso es realizar una visita al cementerio y desenterrarlo, para llevarlo con él a su hogar.



La pasión que les profesa es libre y exenta de toda discriminación, pues adora por igual a cadáveres de bebés y niños que de hombres o mujeres, jóvenes o ancianos. Dejando de lado la putrefacción, es un amor honesto y perfecto aunque no recíproco, que deja fuera de su casa cualquier tipo de prejuicio social y que se podría poner en duda al involucrar el aspecto sexual, pues es un tipo de violación o invasión al cuerpo del otro sin su consentimiento, pero también sin su vida, y es quizá ese detalle el que anule la profanación carnal. El problema son los tabúes religiosos que se han creado en torno a la cáscara física que deja cualquier ser humano en este plano existencial tras su deceso.



Tenemos aquí dos problemáticas, una referente al sexo y otra al ritual mortuorio que involucra el cuerpo del fallecido. En cuanto a la primera cuestión Foucault, a través de una entrevista, explica a la perfección que es lo que sucede en nuestra sociedad: “El sexo existe y representa el noventa por ciento de las preocupaciones de la gente durante gran parte de las horas de vigilia. Es el impulso más fuerte que se conozca en el hombre; en diferentes aspectos, más fuerte que el hambre, la sed y el sueño. Disfruta incluso de cierta mística. Se duerme, se come y se bebe con otros, pero el acto sexual -al menos en la sociedad occidental- se considera como una cuestión del todo personal. Por supuesto, en ciertas culturas africanas y aborígenes se lo trata con la misma desenvoltura que a los demás instintos. La Iglesia heredó los tabúes de las sociedades paganas, los manipuló y elaboró doctrinas que no siempre se fundan en la lógica o la práctica.” El problema se vuelve más grande e ideológico en cuanto a los cadáveres, pues lo juzgo igual de legendario pero enigmático y mucho más misterioso, del que no tengo los argumentos suficientes para poder analizar. Mirando el conjunto y aunando a esto las declaraciones de Wittkop, sinceras y libres de convencionalismos sociales sobre su forma de vida e ideología, se logra entender porqué fue víctima de la desaprobación social pero también fue un símbolo de lucha para muchos otros, pues como ella misma lo dice: “Hay ciertas verdades que escandalizarían a un espíritu rudimentario como el suyo.”



En cuanto al aspecto literario de la obra, la narración en primera persona logra por completo que el lector se vuelva Lucien, el necrófilo mismo, que a través de una sensibilidad majestuosa narra como posee a los cuerpos y refiere una cantidad de detalles tan singulares que se logra crear, a través de la lectura, un escenario completo, detallado y hermético, ideal para que se desarrolle el fúnebre relato, exento de ojos curiosos e indiscretos creados con el afán de censurar y condenar. La narrativa de Wittkop está dotada de una sensibilidad tal, que logra transmitir al lector la hermosura que posee un cadáver y la belleza de la muerte en sí, incluso de la putrefacción que se advierte por las diferentes funciones fisiológicas de las sensaciones.



Wittkop crea de una invención todo un universo real, donde las emociones son detalladamente descritas y existe siempre un ambiente de seducción y afecto. Los actos de Lucien no son específicamente sexuales, son acciones de un intento de restituir vida a la muerte a través de lo que puede dar como ser viviente aún. No son simples depravaciones, son acciones naturales que encierran espiritualidad y un anhelo de regresar al origen, Tánatos en su máxima expresión: “El olor de los muertos es el del retorno al cosmos, el de la sublime alquimia.”



El tema de la necrofilia es algo que me ha atraído desde hace bastante tiempo y antes de leer está novela (que se convirtió en una de mis favoritas) vi las películas de Necromanitk (I y II), la más cruda (quizá algo tenga que ver con que es japonesa): Flowers of flesh and blood y la más cuidada y artística de todas y que se asemeja bastante a la obra de Wittkop, sólo que protagonizado por una mujer: Kissed. Escribiendo esto, me doy cuenta que es necesaria otra entrada para tratar sobre la necrofilia y toda la obra artística que le rodean.



Tras una necesaria búsqueda literaria sobre el tema, di con esta maravilla. Por alguna razón no puedo subir fotos, pero quería, desde hace algunas entradas, subir la foto de la portaba del libro del que hago la reseña y poner los datos. Les comento por lo pronto que es de la colección La Sonrisa Vertical y por ahora no he logrado encontrarlo en las librerías populares.



He aquí algunas magníficas frases de la novela:

“...hasta llegar a la pureza final de esa gran muñeca de marfil con la sonrisa muda, y las piernas perpetuamente abiertas, que está en cada uno de nosotros.



“Noviembre siempre me aporta algo inesperado, aunque esté aguardándolo desde siempre.”



“Me gustarían mucho sus ojos en blanco, sus labios mudos, su sexo glacial, ojalá estuviera usted muerto. Por desgracia, tiene el mal gusto de estar vivo.”



“Pues la clandestinidad exige unas murallas que protejan del aliento de la tierra y unas cortinas que detengan la mirada de los astros.”



"Durante catorce días, he sido inefablemente feliz. Inefablemente pero no del todo pues, para mí, la alegría siempre va acompañada de la pena de saberla efímera, la felicidad lleva siempre, ostensiblemente, el germen de su propio final. Sólo la muerte —la mía— me liberará de la derrota, de la herida que nos inflige el tiempo.



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