Musiquito del talón
(Premio Nacional de Cuento Joven
Comala 2013) de Alfonso López Corral (escritor mexicano, 1979) es un
libro conformado por nueve cuentos que se
desarrollan en la ciudad de Navojoa, Sonora.
Tuve el placer de leer este libro hace poco más de un mes, pero por cuestiones de tiempo no había tenido oportunidad de escribir la reseña. Les presumo la dedicatoria:
En estas páginas, López
acerca a los lectores de latitudes distantes no sólo la violencia,
sino el aspecto más humano de quienes la ejercen y sufren por ella,
convirtiendo a la ferocidad actual que reina en ciertas partes de nuestro país en un sólo sentimiento, en
historias palpables donde la comprensión de otras realidades se
convierte en empatía.
Este musiquito es
una especie de exposición para conocer las razones existentes de los
movimientos del otro lado del tablero, son un puñado de
explicaciones y piezas de rompecabezas en los que las historias más
disímiles cobran sentido y donde la naturaleza humana y su ambición
siguen siendo el principal misterio.
Pero incluso estas
verdades cambiarán según la versión que estemos leyendo: la del
vencedor o la del vencido; o según el ánimo de López para venerar
o degradar a sus personajes, justo como pasa en el relato más corto
del libro, El último hombre de pie.
Dos
de mis cuentos preferidos fueron Treinta balazos y
Diablos sin cruces. Treinta balazos narra
de forma sardónica las travesías del Flaco Irene, un policía
ineficaz al que le es asignado el urgente levantamiento de un cuerpo.
Entre burlas de sus compañeros y contratiempos inesperados, el Flaco
logra finalizar su misión de la mejor manera que le es posible y
que, por supuesto, no era la esperada. En Diablos sin
cruces se desarrolla la historia
de dos hombres, Esquela y Martincillo, que intentan llegar a través
del desierto a Sonora tras haber sido asaltados y golpeados
brutalmente. Durante un tramo del camino y sus diálogos, se
esclarece un poco lo sucedido, pero uno de ellos no logra resistir
más y muere. El sobreviviente decide volver e indicar a la esposa
del difunto el lugar donde deberá clavar una cruz para alejar a los
diablos y, de paso, poder rescatar los restos del banquete que
seguramente buitres y coyotes no tardarán en devorar.
Como el propio autor lo
menciona en esta entrevista, las historias que conforman Musiquito
del talón (titulo que surgió
de un corrido de los Hermanos Vega y que pueden escuchar al final de
la entrevista) favorecen
la ficción sobre la crónica, lo
que convierte a estos cuentos en posibles acontecimientos verdaderos
pero únicos, con protagonistas particulares que quizá, en alguna
realidad alterna, tuvieron precedentes o tendrán sucesores.
En
esta otra entrevista, realizada por uno de sus amigos (lo que permite
cierta cercanía con el autor) López nos habla, entre otras cosas,
del significado del premio nacional que ganó con Musiquito
del talón, de algunos autores
imperdibles, del panorama que viven los escritores contemporáneos y,
por supuesto, de su literatura.
¿Cómo se fue
fraguando “Musiquito de talón”?
En un primer momento
quise que “Musiquito del talón” fuera un homenaje a mi barrio,
al barrio donde crecí, y su gente. También quería que se viera
reflejado mi gusto por el corrido. Lo demás fue una amalgama entre
cuentos leídos y admirados (el lector no batallará para notar las
deudas de esas historias) y el exceso de realidad que tuve (por mi
adicción a la lectura de los periódicos) a causa del desastre que
ha sido este país a raíz de la llamada guerra contra el narco. Una
palabra que enseguida se hizo frase fue la que detonó el libro:
“Camposanto. Este país se convirtió en un camposanto. Este país
se llenó de muertos“.
Pueden adquirir el libro
a través de la página de novedades de Tierra Adentro o en las
librerías EDUCAL.
Por último, transcribo
algunas de mis frases favoritas dentro de los relatos:
“(...) cuando alguien
dispensa a los muertos un trato distinto al que están acostumbrado,
entonces sí se enojan, se sienten. (...) ya nomás se comunicaba con
los muertos, con números, panegíricos o canciones. Eran los únicos
que le importaban.” En Musiquito del talón.
“Yo
ya tengo los años para empezar a olvidar (...)” En Héroes
entre nosotros.
“(...)
sabía que los muertos nunca llegan solos.” En Treinta balazos.
“Los
jotos nunca deben ser viejos ni feos (...)” Ibídem
“(...)
se fue al infierno, no cabía en otra parte.” En Diablos sin
cruces.
“Nomás
no cierres los ojos que así llegan las malas ideas.” Ibídem
“-Pues
dicen -el dicen le amargó el hígado, palabra culona que
usaban todos para no quedar fuera de algo, pero sin ser
responsables-” En Derelicción.
“Es
cierto que las cosas rara vez son como las cuentan, mucho menos como
uno las imagina, si bien conservan la virtud de ser mejores o peores;
pero cuando son inocuas, sin remedio ni ponzoña, entonces la
expectativa cae al vacío, estéril, incapaz de hacer nuevos llamados
al deseo, al miedo o a la esperanza.” Ibídem
“No
es bueno que un hombre beba solo, porque corre el riesgo de que el
diablo se acerque a hacerle compañía, pero todavía es peor no
beber.” Ibídem
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