jueves, 26 de marzo de 2015

Irreverencias maravillosas: El recuerdo como ritual







El texto de este mes para mi columna mensual, Irreverencias maravillosas, de la Revista VozEd, está dedicado a la historia y características de una tradición europea de dos siglos atrás, la fotografía post mortem

Pueden leer una versión extendida del texto, directamente de la revista, en este enlace.



El recuerdo como ritual


«Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales».
Miguel Delibes

Una de las costumbres más particulares en la inquietante y doble moralista era victoriana (s. XIX), en la que proliferaba el adulterio, la prostitución, las drogas, los narcóticos «sociales» y el trabajo infantil, era la fotografía post mortem (después de la muerte): se retrataba a las personas que habían fallecido recientemente, solos o acompañados por algunos de sus familiares, ataviados con sus mejores ropas, arreglados y peinados tradicionalmente, sin evocaciones directas a la muerte (como ataúdes, tumbas o cementerios). Si varios miembros de la familia habían muerto el mismo día, los fotografiaban juntos, por lo que en algunas imágenes pueden aparecer varias personas fallecidas.
El daguerrotipo fue el primer método fotográfico «popular» difundido a partir de 1939 en Europa, y le permitió a la mayoría de las familias que no contaban con la solvencia necesaria para solicitar un retrato hecho por un artista, conservar un recuerdo (a veces el primero y último) de sus seres queridos para inmortalizarlos a través de frágiles imágenes sobre superficies de plata o cobre plateado que resultaban en piezas únicas y que tardaban varios minutos en realizarse, tiempo durante el cual las personas debían mantener la misma posición. Generalmente se hacían en estudios fotográficos, a menos de que el cuerpo no pudiera ser transportado.
Debido al propósito de representar a los cadáveres como cuerpos con vida, en varias fotografías es difícil saber quién había muerto, pues incluso los fotógrafos crearon un pequeño artefacto que sostenía a los cuerpos por la espalda y el cuello para poder tenerlos en pie, y no retratarlos únicamente sentados o recostados. 



En las fotografías también podían aparecer los objetos favoritos o mascotas (de las que, por cierto, también hay algunas fotografías post mortem) del difunto, e incluso portar una corona de flores o estar rodeado por las mismas.


Algunas particularidades que pueden ayudar a detectar entre los fotografiados quién había fallecido, son las miradas, pues los familiares por lo general veían directamente a la cámara o tenían semblantes que reflejan sentimientos particulares, mientras que los finados no tienen posturas naturales, su piel podría tener un color levemente diferente, los párpados cerrados o un rostro rígido, y cuando parecían mirar a un objetivo en particular, las pupilas eran retocadas a mano en la fotografía para dar un toque realista a su figura.



Que la mayoría de fotografías sean de bebés o niños pequeños tiene una razón: más allá de ser sobrecogedora, esta prática demuestra un contexto social trágico en el que la tasa de mortalidad infantil era algo usual y donde la falta de métodos anticonceptivos y lo primitivo en los procedimientos del parto ponía en riesgo tanto vida de la madre como la de la criatura. No debe cuestionarse la belleza que existe en estas fotografías que, a pesar de ser funestas, demuestran el amor de las familias en duelo por los seres queridos que partieron, así como ese anhelo tan humano de conservar un recuerdo infalible al tiempo de quienes han muerto.



Aunque actualmente esta práctica (o al menos sus particularidades) ha desaparecido, hay un sitio de Internet, The Thanatos archive, dedicado a preservar y digitalizar todas las fotografías antiguas post mortem que les han facilitado para crear un banco de imágenes disponible para sus miembros, quienes al pagar un mínimo de 25 dólares, tienen acceso a más de 2 000 fotografías y pueden ponerse en contacto con los otros asociados.



Preparar y ataviar a los cadáveres para impedir la putrefacción, al menos de manera temporal para las fotografías, no dista mucho de lo que hacían en el Antiguo Egipto respecto a la momificación (3500 a. e. c.), y es algo que se practica en diversas culturas: en occidente suele prepararse el cadáver para el velorio (se deja presentable el cuerpo, se le viste con sus mejores ropas se maquilla para que luzca con vida) al igual que lo hacían para las fotografías post mortem. La única diferencia es que con la tecnología actual y los teléfonos inteligentes, las fotografías digitales abundan por doquier y ya no es necesario tomar una del cadáver como recuerdo.
En México, el fotógrafo Enrique Metinedes es conocido mundialmente por su trabajo en nota roja en el que muestra «(…) la exposición de emociones de situaciones límite de tragedias humanas, tomadas con talento y recursos artísticos fotográficos». La colección de Metinedes se conforma de accidentes, asesinatos, catástrofes y desgracias humanas: ha perpetuado en la memoria fotográfica a innumerables cadáveres (algunos incluso sin identificar) y sucesos históricos, como el fatídico terremoto del 85, de manera magistral. 101 tragedias de Enrique Metinedes es un libro que muestra una selección de fotografías y textos realizados por el autor y que muestran las escenas más impactantes que ha presenciado. 



En Alemania, el fotógrafo Walter Schels realizó, en 2008, un proyecto increíble titulado «Time before death» con personas en estado terminal a las que entrevistó y retrató antes y después de sus muertes. La importancia de su proyecto, además de la belleza de las fotografías, radica en que revela los pensamientos y reflexiones que tienen las personas conscientes de que morirán en muy poco tiempo. Las fotografías se expusieron durante el mismo año en un museo de Londres.




Maria Hai-Anh Tuyet Cao, 52
First portrait:
December 5 2003
"Death is nothing,” says Maria. “I embrace death. It is not eternal. Afterwards, when we meet God, we become beautiful. We are only called back to earth if we are still attached to another human being in the final seconds.”

Walter Schels/Wellcome Trust





Second portrait:
February 15 2004
Maria’s thoughts on death are permeated with her belief in the teachings of her spiritual guru, Supreme Mistress Ching Hai; she believes she has already visited the afterlife in meditation. What Maria hopes is that she can achieve a sense of total detachment at the moment of death: she spends most of her time in the days leading up to her death preparing mentally for this.

Walter Schels/Wellcome Collection


El ritual de la fotografía post mortem ha desaparecido casi por completo (al menos de la forma tradicional) y ello conlleva a olvidar en cierto aspecto a la muerte, hacerla a un lado o ignorarla, olvidar el proceso del duelo con el cuerpo y relegar a la figura física a un recuerdo vago en la memoria o a representaciones mentales de aquel en vida.
La fotografía post mortem es una muestra de cariño, de eterno amor filial y de aceptación frente a lo infalible.


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