Talisman encontrado en 2011 (con una antigüedad aproximada a los 1500 años) en la antigua ciudad de Nea Paphos, con un palíndromo de 59 letras inscrito detrás
El texto de este mes para mi columna mensual, Irreverencias maravillosas, de la Revista VozEd, está dedicado a los talismanes y los amuletos, esos objetos fascinantes a los que les hemos atribuimos ciertos poderes desde hace milenios o que son en sí mismos fuentes de energía.
Pueden leer la versión completa del texto directamente de la revista, en este enlace.
La
trascendencia de los símbolos
Los
primeros seres humanos atribuían los fenómenos meteorológicos y climáticos a
los dioses creados a su semejanza, y también eran conscientes de la necesidad
de idear una serie de objetos para protegerse del mal y las fuerzas negativas a
las que eran vulnerables por completo. La espiritualidad generalmente va unida
a la superstición e, incluso, podría afirmarse que los símbolos de cualquier
religión funcionan como amuletos. Sí la ansiada protección llegó en forma de
talismanes y amuletos, ambos son representaciones ideológicas y de protección
pero con sutiles diferencias.
La
palabra «talismán» proviene del persa telesmat
y éste a su vez del griego telesma, y
representa a un objeto activo al que se le atribuyen cualidades sobrenaturales
positivas. A través de un ritual con una finalidad definida y, a veces,
mediante una inscripción, se le confiere al objeto en cuestión el poder
necesario para resguardar a su creador o propietario u otorgarle algún
privilegio.
El término «amuleto» tiene su origen en el latín amuletum, es un elemento simbólico que
se lleva puesto y al que se le otorga la capacidad de atraer beneficios o de
repeler la maldad, y su energía es inmanente. Son objetos denominados pasivos, sencillos
y que se pueden encontrar directamente en la naturaleza, como piedras preciosas,
gemas o metales, o ser de origen vegetal o animal, y se portan en anillos,
dijes o monedas; o son por completo fugaces e inmateriales, como las plegarias.
Amuletos austriacos de Siglo XIX
Una
de las principales culturas en hacer uso de los amuletos fue la del Antiguo
Egipto: están presentes en todas las excavaciones de tumbas y descubrimientos
arqueológicos que se han realizado hasta ahora. Hechos de piedra o metal
(generalmente lapislázuli, turquesa, oro o hierro) y portados por las momias; o
representados en inscripciones lapidarias, el Udyat u Ojo de Horus (protección), el Ankh o la crux ansata (vida eterna) y el Escarabeo
(resurrección) eran sus amuletos principales. El Libro Egipcio de los muertos contiene información sobre los nombres
y cualidades de la mayoría de ellos, pues algunos eran usados específicamente
para la protección del difunto. En ocasiones, también era necesario que
transcribieran sortilegios para depositados en las tumbas.
Uno
de los amuletos más conocidos es la Mano de Fátima o Jamsa, que es la representación simétrica de una mano con la palma
abierta. Sus primeras apariciones datan del siglo III, en Siria, y
posteriormente en Israel. Representa fuerza y protección (principalmente contra
el «mal de ojo»).
Entre
los talismanes más populares se encuentra el pentáculo o pentagrama, una
estrella de cinco picos y ángulos agudos que representa un elemento de la
tierra (una figura humana), omnipotencia y protección. También la esvástica, suástica o cruz gamada –que
tiene los extremos doblados en ángulos rectos–, que a pesar de estar asociada
negativamente con el régimen fascista de Hitler en el siglo XX, ha sido
utilizada por el hinduismo, el budismo e incluso por el cristianismo y las culturas
paganas. Debido a que es uno de los monogramas más antiguos, ha representado
diversos conceptos, pero los principales son la reencarnación,
la divinidad absoluta y la fortuna.
Moneda de la Grecia Antigua
Un
conocido talismán de la literatura fantástica es el Anillo Único, con una
poderosa inscripción en lengua negra, que aparece en varias obras de J. R. R.
Tolkien.
Lo cierto es que la necesidad humana de crear
vínculos y atribuir poderes a ciertos objetos significativos y con un valor
sentimental los hace cobrar un carácter único. Indistintamente de la posición
que se tenga al respecto, existen una realidad inalienable: el poder de lo
místico, de lo esotérico y de cualquier tipo de magia, reside siempre en la
convicción y credulidad que tengan los involucrados. Esta necesidad se puede
explicar con la Regla F o fictivización del filósofo Siegfried J.
Schmidt que, resumiendo, explica la existencia implícita de un pacto donde los
participantes aceptarán como «real» o «verdadero» todo lo creado por el autor,
haciendo un acuerdo para no juzgar una obra, que en este caso se extrapolaría a
cualquier tipo de talismán o amuleto, como algo verdadero o falso, pues los
criterios de veracidad quedan suspendidos. Un amuleto o talismán es un pacto
aceptado tácitamente y se da según el contexto o la diferente realidad interpretativa
mediante la cual sea percibido.
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