jueves, 30 de julio de 2015

Solana - Fernando Trejo



Solana (Fondo editorial Tierra Adentro, 2014) es el último libro de poesía de Fernando Trejo (escritor mexicano, 1985) y reúne una serie de poemas en prosa divididos en cuatro segmentos: Carlos, Solana, Poemas escritos en el edificio y Los sueños de Carlos. 







Cabe mencionar que con Solana, Fernando ganó una mención honorífica del Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2014.

Es poco usual que lea (y por lo tanto reseñe) poesía, y soy consciente de que es algo que debo cambiar. Conocí a Fernando en el  VIII Carruaje de pájaros, y tuve la oportunidad de charlar con él sobre Solana, el libro de la añoranza. Supe más detalles de lo que nos relató al respecto de su libro en la presentación en San Cristobal de las Casas, en la que,  si bien estuvo permeada por la nostalgia, hubo un momento especificamente emotivo. Mi vínculo con Solana es más profundo por compartir esa experiencia en tiempo y circunstancias demasiado parecidas con el autor: haber perdido a alguien muy cercano siendo jóvenes y permanecer aún en esa búsqueda eterna, especulando sobre el pasado y ansiando encontrar la catarsis a través de la palabra.

Solana contiene símbolos familiares, reconocibles para quien vive en la cercanía de un fantasma, para quien ha pasado más de una vez por el umbral del luto e incluso está condenado a permanecer en ese sitio. Está construida con epígrafes célebres y precisos, por conmovedoras y duras imágenes que reflejan el dolor de la pérdida, por el abandono por parte de los que se marchan a quienes permanece con vida, por la soledad insondable que abre sus brazos para recibir a cuantos no han tenido oportunidad de despedirse y por la imponente melancolía que surge al saber lo inadmisible del retorno.

Solana es la historia compartida de Fernando y su primo Carlos, la evocación de una niñez contemporánea rodeada de consolas de videojuegos, de las problemáticas de la pubertad y las primeras muestras de violencia real, de amor, de amistad, de fraternidad.  Solana es un golpe de tristeza certero, ineludible y necesario. Es un grito de desesperanza a media noche para ahuyentar a los demonios y pedir, rogar por una tregua y así encontrar sosiego en los recuerdos.

Solana habla de aquellas cosas pequeñas que en realidad son terrible y desoladoramente enormes, de las cicatrices que dejamos a nuestro paso por la vida no sólo en los recuerdos de los demás, sino también en las cosas, en los lugares; habla de las sombras que nos repiten ya sin nosotros, de la opacidad que deja todo cuerpo en los sitios que marcaron su existencia, como aquellas sombras en Hiroshima y Nagasaki, únicos vestigios lóbregos de decenas de miles de muertes.

Quizá está de más decir que esta lectura fue reveladora y demasiado significativa para mí, y en este complemento cultural se reúnen palabras profundas, descripciones más que acertadas y sentimientos hermanados hacia la historia de Carlos y Fernando.

Pueden adquirir el libro en las librerías Educal.

Para finalizar, transcribo algunos de los fragmentos más significativos de los poemas:


…este cansancio de invierno, esta pesadez, tú la forjas. Sólo tú forjas este esqueleto en mí…

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Alguna vez hablamos de los muertos.

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Por las fechas de lluvia cuando el paraíso es un infierno y la ciudad (cualquiera) se vuelve un terraplén de hojas y fantasmas.

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…me narra tu nombre, helado como una lengua que cruza mi garganta.

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Alguna voz hablaba de los muertos.

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Y no eras tú.

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El miedo se tiende siempre como un pasillo largo.

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Las lluvias se encargaron de enterrar más el recuerdo, aquel oro perdido.

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Una estrella tiene su nombre, una galaxia.

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Rutina, sí, rutina, necesaria. Pero todo termina por descomponerse. Sí. Todo termina, también, por desaparecer.

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El edificio da muestras, reverbera, suena. En la oscuridad vislumbra, da sombras, camina.

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Un poema del abuelo que decía “fugarse de este mundo es muy fácil”.

…nadie supuso al día siguiente cómo tallar  al a pared tu nombre, cómo entablar  una conversación contigo por medio de la nada.

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Los ojos, cada uno, de aquel hombre cosiéndose a la eternidad.

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Sí, era de noche pero la luz existe en el refugio de los ciegos.

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Sé de ti en esta garganta: se ahoga.

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…como un carbón ardiendo, como la punta de un carbón ardiendo la brasa costuró la soledad.

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…para nombrar un esqueleto asido a los designios de Dios.

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