Fotografía tomada de la página de Amnistía
El texto de este mes para Irreverencias maravillosas, mi columna mensual en la Revista VozEd, indaga en la historia de la tortura en diversas civilizaciones, y el estrecho vínculo que ha tenido desde su aparición con las autoridades.
El sufrimiento y el dolor al servicio del poder
«Tortura», del latín torquere, retorcer: ¡qué clase de instrucción etimológica visual!
G. Sebal
EL EXILIO FUE una de las primeras formas de castigo severo en las sociedades primitivas. Conforme éstas se desarrollaron, cualquier castigo físico era aplicado únicamente a los enemigos o a los animales. Los primeros conjuntos de normas se basaron, con frecuencia, en la Ley del talión, un principio jurídico que demanda un castigo lo más similar posible a la ofensa cometida, mismo que se propinaba en público. Esa misma ley fue utilizada también para el Código de Hammurabi de Babilonia alrededor del 1 800 a. e. c., e incluso apareció en el Antiguo Testamento mil años después.
Siguiendo estas prácticas, los primeros gobernantes romanos torturaban solamente a sus enemigos como ejemplo para sus adversarios, y sus posteriores peleas de gladiadores derivaron en las masacres del circo romano en las que obligaban a los esclavos a participar. Diversas culturas antiguas como la de los romanos, los asirios, los griegos, los egipcios y los judíos, utilizaban la violencia física como parte esencial de sus sistemas de justicia.
Pollice Verso por Jean-Léon Gérôme (1872)
El agitado y feroz contexto histórico de la Edad Media, específicamente en la España del siglo XV, durante la época de los Reyes Católicos y la transición hacia el Renacimiento en el que el humanismo se abría paso tras la publicación de la primera Gramática castellana, destaca la unificación de la península ibérica y la imposición del cristianismo, lo que culminó con la Inquisición española o de la Edad Moderna. Tras la aparición de la Ilustración en dicho país durante el siglo XVIII, las persecuciones disminuyeron considerablemente. Poco más de un siglo después sería suprimida por Napoleón Bonaparte.
Ya dos Inquisiciones previas habían perseguido la herejía: la episcopal, realizada por los obispos a finales del siglo XII por órdenes del Papa Lucio III, y la pontificia o medieval, perpetrada por el papa Gregorio IX durante poco más de una década del siglo XIII. Algunos años más tarde, el Papa Inocencio IV autorizaría el uso de la tortura para lograr la confesión de toda persona que rechazara la religión oficial a través de un acto público que resultaba en un terrible —pero esperado— espectáculo para los asistentes.
Hulton Archive, Getty Images
Actualmente, diversos museos como el de la Inquisición El Solar (Cantabria, España), el Museo de la tortura (Brujas, Bélgica), y el Museo de la Tortura y la Pena Capital (Ciudad de México), exhiben cerca de un centenar de instrumentos utilizados en el Medioevo y en siglos posteriores por, entre otras autoridades europeas, la Santa Inquisición. Sus principales clasificaciones son «aparatos de tortura» (la doncella de hierro, el toro de Falaris y la sierra), «instrumentos de pena capital» (el desollamiento, la guillotina, el suplicio de la cruz) e «instrumentos de humillación pública» (la picota y las jaulas colgantes).
Interrogatorio en la prisión de Alessandro Magnasco (c. 1710)
Amnistía Internacional comenzó, desde 1972, una lucha contra la tortura. Doce años después, la ONU aprobó la Convención contra la Tortura, misma que logró, en 1998, la detención del dictador Augusto Pinochet. En 1997, Amnistía denunció que un centenar de empresas en todo el mundo fabricaban y lucraban con instrumentos de tortura. Para 2015, al menos 150 países aceptaron la Convención contra la Tortura.
Tras el ataque a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, el gobierno aprobó el uso de «técnicas de interrogatorio mejoradas» en todos los sospechosos de terrorismo, e incluso el presidente Barack Obama reconoció que la CIA incluyó la tortura en sus interrogatorios. No obstante, existe un gran debate en torno a este tema debido a que muchos funcionarios y exfuncionarios estadounidenses niegan que dichas técnicas constituyan tortura alguna.
Supuestos integrantes de Al-Qaeda y talibanes detenidos y capturados en Afganistán tras los ataques terroristas del 2001 antes de ser trasladados a la base naval estadounidense en Guantanamo, Cuba. ©Shane T. Mccoy (Dod/US Navy/AFP/File)
En 2012, el descubrimiento de una carta que pedía ayuda en un kit de Halloween vendido en un supermercado de Oregon, en Estados Unidos, dio a conocer la terrible realidad de un practicante de Falun Gong en China, donde los seguidores de esta disciplina espiritual pueden ser arrestados arbitrariamente y que de hecho han sido brutalmente torturados a partir del auge de esta práctica en dicho país desde 1992. El seguidor fue detenido y encarcelado durante más de dos años en el campo de trabajo forzado de Masanjia, una conocida «escuela» de tortura en China. En 2015, el escritor chino Du Bin publicó el libro Roar of Masanjia, en el que narra las aterradoras experiencias del protagonista y autor de la carta durante su reclusión. Al igual que en la antigüedad, la tortura hoy en día es una muestra del poder, del dominio y de la posesión que ostenta la autoridad sobre el pueblo.
Existen diversos libros, documentales y películas que retratan la horrible historia de la tortura y sus distintos métodos a través de los siglos. Algunos de los más representativos son La Condesa Sangrienta(Libros del Zorro Rojo, 2012) de Alejandra Pizarnik, escrito en 1971. En este ensayo corto, la autora narra las crueldades que realizaba la noble húngara Erzsébet Bathory, «La Condesa Sangrienta», con sus jóvenes sirvientas durante el siglo XVI. Otra obra literaria representativa es Continuum (Paraíso Perdido, 2015), del escritor mexicano Edgar Adrián Mora, novela que relata la parte más oscura de la vida de uno de los tantos desaparecidos en la dictadura militar que se estableció en Argentina de 1976 a 1983: el guionista de cómics y escritor Héctor Germán Oesterheld.
La historia de la tortura sólo demuestra dos cosas: que la creatividad del ser humano es exageradamente productiva para destruir e infligir dolor y miedo, y que en realidad la humanidad no aprende de la historia, sino que incluso en ocasiones imita y revive acciones fatales y degradantes del pasado.
La ineficacia de la tortura es clara, no es más que una repulsiva acción de la que se obtienen declaraciones o confesiones dudosas y poco confiables que sólo sirven para complacer a quien la emplea, pues el cautivo está condicionado a dar cualquier información que logre liberarlo del suplicio. La tortura es utilizada por nuestra sociedad medievalista como una estrategia para entrar en la mente de la víctima; lo único que logra es la privación sensorial que puede derivar en psicosis. Es una clara señal de la decadencia y el abuso de una autoridad.
La tortura es una práctica vigente no por su eficacia, sino por su práctica milenaria que, a pesar de haber resultado una brutalidad durante la Edad Media, formaba parte de un sistema de justicia que, en la actualidad, se ejecuta clandestinamente por lo reprobable de sus actos.~
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