martes, 25 de junio de 2013

Salón de belleza - Mario Bellatin



Hay que salvarse para la muerte. Para que la muerte no llegue sin sentido, sino justa, exacta, limpiamente.”
José Revueltas


Reseña personal: Mario Bellatin (escritor peruano-mexicano, 1960), en su novela corta Salón de belleza (1994), habla sobre la comunidad homosexualidad y los inicios de una enfermedad mortal (no denominada pero que por sus características, podría ser el SIDA) entre sus miembros, en los tiempos en que la medicina no tenía avances significativos en el tratamiento para los pacientes infectados por este nuevo virus, que atacaba y fulminaba a los infortunados. El protagonista (sin nombre) es propietario de un salón de belleza que para el momento en que empieza a relatar la historia, ya está convertido en un “moridero”, donde sólo admite personas del sexo masculino, infectados y en etapa terminal. Tanto el lugar como el dueño ahora tienen un papel opuesto al que tenían hace tiempo y ahora ya no cuidan de la belleza física, sino de la espiritual: «No me conmovía la muerte en cuanto tal. Buscaba evitar que esas personas perecieran como perros en medio de la calle… En el Moridero contaban con una cama, un plato de sopa y la compañía». Esperan la muerte con decoro y como una bendición, como un visitante que ha de poner fin a un conteo de días incalculable.

Esta enfermedad es una sentencia que acorta la vida, una muerte que va avanzado hasta obtener el dominio completo de la persona, del lugar, del objeto. En realidad, la enfermedad incurable es la muerte, de la que todos estamos infectados desde el momento de nacer y a la que sólo podemos postergar mediante diversos métodos espirituales o religiosos, naturistas, físicos, psicológicos o lógicos e incluso artificiales, científicos y metafísicos. Una persona podría luchar de varias formas contra la muerte, pero nunca la vencerá. Lo que se puede modificar es la actitud hacia ella, práctica que el protagonista pone en marcha a partir de cierto momento específico que ya había planificado.

En Salón de belleza se aprecia una analogía de la condición humana y el lugar donde se desarrolla la novela: ese lugar cerrado, que tuvo su momento de esplendor y belleza, terminó convertido en algo completamente diferente y en decadencia, distante a la sociedad pero manteniendo ese halo de misticismo en torno a la enfermedad, entre vestigios de belleza y memorias que sostienen aún a los espíritus. Pareciera que los cuerpos enfermos infectaron al salón y el declive se volvió armonía, contrastando con los vívidos recuerdos de esplendor y divinidad que narra el protagonista, adornados de lentejuelas, tacones altos, maquillaje, pelucas y vestuarios maravillosos.

En lo referente a la homosexualidad, a pesar de estar presente desde la antigüedad, ha sido algo condenado por diversas culturas. Actulamente los homosexuales son satanizados por la sociedad purista. En la novela de Bellatin, se les otorga una enfermedad fatal, una especie de epidemia que ataca en su mayoría a “especímenes” de este grupo, estigmatizándolos de esta forma por sus gustos distintos. Así, se le está dando a la enfermedad un papel mucho más deplorable y fatídico de lo que ya representa en sí, algo más aterrador, agobiante, que se relaciona directamente con el alma y la médula de la humanidad, algo que toca las fibras invisibles del espíritu más allá de sólo afectar al cuerpo físico. Un posible motivo es que la sociedad pretende encontrar un método infalible para acabar con algo que altera su visión y anhelo de un mundo perfecto: los otros. Parece ficticio pensar que el origen de una enfermedad mortal haya sido creado para exterminar a un sector repudiado por la sociedad, pero no está más lejos de la realidad de los campos de concentración alemanes o la bomba nuclear que devastó a Hiroshima y Nagasaki, todos ellos inventos de la gran 'genialidad' humana.

Respecto a la diversidad, esto no es el problema, el verdadero problema es la ceguera mental que ataca a cientos de miles de personas, entre ellos los dueños del poder, y que los hacen querer desaparecer a toda costa a las personas que son diferentes a ellos en cualquier ámbito, dejándoles cabida sólo en la condena, el aislamiento y el sufrimiento hasta su extinción, al igual que en el moridero.

En pleno siglo XXI seguimos luchando por la supervivencia: el espacio es cada vez más reducido, los recursos naturales se extinguen rápidamente y los artefactos de destrucción individual o masiva son más prolíferos, abundantes y asequibles (si es que no son ya gratuitos). La posmodernidad, que apareció en la segunda mitad del siglo XX, se deja ver claramente en la obra de Bellatin. Él forma parte de la generación de la década de los 60’s, de personas que crecieron sin utopías, sumergidos en problemáticas sociales y económicas en constante transformación a través de los medios y la tecnología. La fría lógica racionalista del capitalismo ha diluido conceptos tales como fraternidad, solidaridad, compañerismo y colaboración entre seres humanos, transgrediendo los principios de la naturaleza y al ser humano en sí mismo. Bellatín crea una oposición a esto con su salón y posteriormente con su moridero.

Salón de belleza propone aceptar a la muerte como algo digno de cada persona, sin retrasarla ni adelantarla, simplemente esperando el momento exacto. La idea de Bellatin es la más lógica de todas: embellecer el cuerpo, durante nuestra existencia terrenal, es embellecer al mundo tanto para nosotros como para los demás. La felicidad es algo que cualquiera quiere en su vida, y en occidente belleza es sinónimo de felicidad. La felicidad, independientemente de su duración, es considerada la principal razón de nuestra existencia.

El salón de belleza es como el mundo, la muerte no es un misterio, es un hecho real y contundente al que todos llegaremos, Bellatin nos muestra entonces un fragmento del mundo que se ha curado de la ridícula idea de la vida eterna y que afronta la muerte como un paso más en el ciclo, como la consumación del sufrimiento que en veces puede representar la vida.

Para comprender mejor a Bellatin, es necesario buscar entre sus letras desde una perspectiva propia y siempre receptiva, pues podríamos encontrar interpretaciones incluso dentro de una pecera del Salón de belleza o en alguna frase críptica que a través de palabras específicas nos revelará una verdad oculta.

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