jueves, 19 de abril de 2018

Don Quijote de la Mancha - Miguel de Cervantes Saavedra






Veneración por la locura

La locura, a veces, no es otra cosa que la razón
presentada bajo diferente forma.
Goethe


Hablar desde la locura permite describirla, conocerla mejor. Para Don Quijote la vida no era suficiente, de ahí que fueran necesarias toda clase de invenciones. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, novela del escritor español Miguel de Cervantes Saavedra, fue publicada en 1605. Es una obra dialógica que refleja dos formas de ver la realidad y que coinciden en la fuga de la existencia. Fue escrita en un contexto histórico complejo y una época en que la locura, como concepto, aún no estaba definida, pero sí asociada completamente con la melancolía y diferenciada de la necedad y la idiotez. 
          Don Quijote transforma lo que ve con su mirada e imaginación. Realiza una mímesis de la realidad con historia, literatura y poesía.
Ésta es una gran obra de belleza lírica en la que Cervantes hace gala de un increíble manejo del lenguaje e ingenio: el registro idiomático caballeresco de Don Quijote, el vulgar o coloquial usado por Sancho y el culto, usado también por Don Quijote, pero en sus reflexivos discursos; la creación de topónimos y antropónimos.
Cervantes era consciente de que el lenguaje está vivo y en constante transformación e incluso explica, sobre el uso de la palabra erutar, que importa poco si algunos no entienden el término, «que el uso los irá introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan; y esto es enriquecer la lengua, sobre quien tiene poder el vulgo y el uso».
El autor confunde al lector, lo despista a través de una ambigüedad constante, muestra una capacidad discursiva impresionante, un arsenal retórico que reúne anacronías o juegos con la temporalidad que devienen en la fragmentación-interrupción del relato. La metaliteratura, metaficcionalidad e intertextualidad afloran junto con la riqueza verbal, el folclor y una variación de registros lingüísticos utilizada por primera vez, lo que da como resultado una comedia infinitamente profunda.






En la Segunda parte del ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha, publicada en 1615 tras la aparición del Quijote apócrifo de Avellaneda, Don Quijote ya no es valiente, sino temerario. Intercambia su papel con Sancho Panza y el engaño de Cervantes hacia el lector es claro desde los epígrafes. Es mucho más dialógica, y el discurso de Sancho se eleva. La crueldad y las humillaciones hacia don Quijote crecen, y esto es lo que probablemente lo sustrae de su ficción y lo orilla hacia la aciaga cordura, lo que también influye en aumentar su melancolía y discreción y disminuir su cólera.
Si bien el narrador afirma en el capítulo 44 que «Los sucesos de don Quijote o se han de celebrar con admiración o con risa», todo indica una comicidad a costa de la dignidad del personaje. Esta triste figura termina aceptando que estuvo en un error durante sus últimos años y abraza la áspera objetividad como despedida. 
En ambas obras, el narrador es un actante que crea vínculos infinitos, y los personajes tienen una profundidad psicológica que acusa grandes transformaciones, lo que contribuye a difuminar el límite entre cordura y locura. Esta polifonía presenta varios puntos de vista, reflexiones y juicios con fines anecdóticos.
El mal de don Quijote era «el más estraño género de locura que podía caber en pensamiento disparatado», y sus momentos de lucidez no son de cordura, a diferencia del caso de Cardenio, en quien la locura sí es «temporal», pero en ellos «discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo; de manera que como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento». El mejor ejemplo de lo anterior es su discurso sobre la poesía, tan placentero como elocuente. Disertaciones de otros personajes son igual de memorables, como el de Marcela sobre la libertad femenina respecto a los hombres y el matrimonio.






En esta obra, Cervantes muestra que el libro es un objeto preciadísimo que, sin embargo, termina en la hoguera (mientras otros dejan claro que los libros son un mero entretenimiento, algunos, como el ventero, prefieren ver arder a un hijo que a un libro), y algo similar ocurre con la gran inventiva y emotividad de don Quijote. A fuerza de hacerlo entrar en razón, sus compañeros reducen a bufonadas su capacidad inventiva.
Influenciado tanto por los libros de caballería como por el teatro y la lírica, Cervantes parodia, imita arbitrariamente a los clásicos y demuestra que sólo los lectores de novelas de caballería (o, en general, los amantes de la literatura) podrán comprender la «locura» de don Quijote. La vesania, la ficción y la rivalidad de la vida y el arte son los principales tópicos de las diversas tensiones narrativas de esta obra, germen de la novela moderna.

La versión digital de la edición dirigida por Francisco Rico está disponible en línea en la página del Instituto Cervantes.

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