miércoles, 23 de abril de 2014

Los franceses no existen – Víctor Roberto Carrancá

Víctor Roberto Carranca

Los franceses no existen es un cuento que forma parte del libro El espejo del solitario (Editorial Ficticia, 2014) de Víctor Roberto Carranca, cuya reseña publiqué en la entrada anterior en el blog.
Narra la historia fascinante de una pareja que, tras varios fracasos para tener un hijo, buscan la ayuda de un experto que hace realidad el deseo del que son cautivos desde varios años atrás.
Lo fantástico radica en sí en el origen inexistente de aquel prodigio, que denota su singularidad desde el aspecto físico hasta el lenguaje: un niño francés.
El protagonista, que es el padre, es la evidencia perfecta de la reacción humana a lo desconocido o a lo extraño, que fluctúa entre el miedo y la negación. Y es que, en realidad, son la paranoia y las alucinaciones las creadoras de una amenaza imaginaria y por tanto inofensiva pero colmada de  prejuicios que pesan cada vez más en la vida de aquellos que lo rodean, incluido, claro, su pequeño y único vástago.
Pueden leer el cuento directamente en donde fue publicado por primera vez, en el sitio web de la revista Vice.

 Sketch by Edward Gorey


Los franceses no existen
Permítaseme hablar acerca de mi esposa y del acto de traición que destruyó nuestro matrimonio. No importa que todo haya sucedido en otro plano de existencia, mi mujer me había sido infiel y el niño del que me suponía padre no era, en realidad, hijo mío. Esto es algo seguro, irrebatible y axiomático a pesar de que el engaño ocurrió en un espacio y tiempo distintos al que habitamos.
Han pasado muchos años desde que un doctor rescató nuestro linaje de las inclemencias del vientre de mi esposa. Pareciera ser que la vida confundió la barriga de mi consorte con una tumba de ilusiones paternas.
¿Cuántos niños perdimos allá adentro? No lo sé, pero debieron ser muchos puesto que cada vez que mi mujer se embarazaba, el feto desaparecía, de la noche a la mañana, sin dejar rastro.
He aquí que llega un médico resuelto a rescatar nuestra descendencia del pozo hambriento de la esterilidad. Aunque el estómago de mi querida estaba tan plano como la i de infértil y no redondo como la b del embarazo, el médico me aseguró que sacaría un niño de allá dentro. Tan pronto hizo esta declaración, el doctor le pidió a mi mujer que se recostara en el diván y abriera las piernas. Acto seguido, vistió su mano con un guante de plástico, se reclinó acucioso ante el arco creado por mi esposa, le levantó el vestido y… bueno, el caso es que esa misma tarde mi queridita logró dar luz a un niño que, por blanco y débil, me recordaba a una estatuilla de porcelana.
Para fortuna nuestra —corrijo, sería para nuestra desgracia—, la figura frágil que era mi hijo jamás se quebró bajo nuestro cuidado sino que creció, creció y creció para convertirse en un rapazuelo inteligente y peculiar, ay, tan inteligente y tan peculiar que no pude evitar cuestionarme sobre su origen.
Todo empezó una mañana en la que observé a mi hijo con detención y me percaté de las numerosas diferencias que existían entre nosotros. Me refiero a que él poseía una figura tan esbelta y seria como la de una botella de licor de albaseco, a pesar de que su madre y yo somos tan robustos y joviales como dos barriles del vino más corriente; o el hecho de que él siempre cuidara sus modales en la mesa mientras que mi mujer y yo nos alimentamos como dos marranos expuestos a varios días de inanición. Súmese a lo anterior, la razón más importante que habría de sembrar mi incertidumbre: el hecho de que mi hijo, a sus siete años, hablara un francés más elocuente y perfecto que el de cualquier francés que yo haya escuchado en mi existencia.
No me extrañaba que mi hijo, siendo tan pequeño, dominara un idioma en el cual nunca pudo haber sido instruido. Me extrañaba, eso sí, que la lengua que hablaba fuera justamente el francés, siendo que los franceses, al igual que los fantasmas, la felicidad o los conejos, no existen.
 He revisado cada mapa, enciclopedia y atlas y puedo asegurarlo, confirmarlo y reiterarlo: no existen los franceses. No existen, nunca han existido y tal vez nunca existirán. Aun así, mi hijo aseguraba hablar francés y yo no pude desmentirlo, pues a pesar de que nunca he visto, escuchado o imaginado a un francés, nada podía ser más afrancesado que esas palabras frías que mi niño sacaba de su boca como si su lengua fuera una cuchara para helado.
Tal vez esto hubiera pasado inadvertido. Tal vez su madre y yo hubiéramos creído que el hablar francés era parte de alguna fase conflictiva de la infancia. El problema, aquello que hizo brotar mi descontento y generó mis dudas sobre la fidelidad de mi pareja, el problema, repito, es que mi hijo hablaba muy bien el francés mientras que en nuestra lengua apenas pronunciaba una que otra palabra. Esto me llevó a una única, posible e irrebatible conclusión: mi hijo no era mi hijo sino el hijo de un francés. Sí, un francés hipotético, irreal e ilusorio, pero eso sí, con suficiente desidia para preñar a la esposa de un hombre honesto y cuya única falta fue considerar como inofensiva la inexistencia de los franceses. El hijo de un francés como aquellos en los que usted y yo nos negamos a creer.
Tonto no soy y sé reconocer a un francés cuando lo veo y, aunque me niego a creer en ellos, sí, con seguridad puedo decirles que mi supuesto hijo estaba emparentado con algún francés y no con este humilde hombre al que sólo le queda, como única riqueza, un relato aburrido aunque no exento de penas.
Días después, cuando reuní el valor para interrogar a mi esposa, ella me aseguró que jamás había estado con un francés, que ni siquiera sabía lo que era uno y por el tono en el que yo se lo cuestionaba preferiría nunca saberlo. Yo confío en mi señora. Siempre lo he hecho. Pero las evidencias dictaban que aunque nunca estuvo con un francés, nunca lisonjeó ni conversó con uno, mi esposa tuvo el hijo de un francés y no el de un rodeniano como yo. Por ello no tuve más opción que confesarle a mi hijo que él no era hijo mío y que su vida se basaba en un engaño.
Resumiré este desagradable episodio con mi hijo llorando en el patio, preguntándose (en francés, por supuesto) por el sentido de su existencia. Y digo resumiré porque aunque mucho ocurrió después, ahora sólo he de hablar de lo que sucedió a partir de que el muchacho supo que él era en realidad un francés y no un rodeniano como todos pensábamos.
Sin duda mis palabras agravaron la enfermedad del niño, puesto que a las pocas semanas de hacerle saber su condición de francés, el pequeño comenzó a olvidar todo acerca de nuestra hermosa Roden.
Sucedía, por ejemplo, que si en la escuela se le cuestionaba sobre cualquier tema de historia —como, supongamos, el nombre de los 27 monarcas cégicos—, el niño excretaba una lista de incomprensibles nombres franceses. Lo mismo ocurría cuando debía cantar nuestro himno, recitar un poema tradicional, sumar, restar o jugar a la pelota. Todo le salía en francés y, al poco tiempo, mi hijo ya no sabía hacer nada en nuestro idioma.
¿A dónde, me pregunto, habían ido todas las historias que le contábamos por las noches? ¿Por dónde se escaparon los relatos de cuando Matías Papalote mató a su esposa y la enterró en una nube o aquellos acerca de José el Solitario y de cómo lo internaron en un asilo por escribir desvaríos como este?
Se quedaron, eso sí, miles de palabras francesas que se amontonaron en su boca al grado de hacerle nudos en la lengua y provocarle úlceras en las encías —unas pústulas blancas que el médico atribuyó a la falta de vitaminas aunque usted y yo, sabemos diferente.
Llegó el momento en que a mi hijo le cambió incluso el nombre y, de un día para otro, ya no se llamaba como mi mujer y yo decidimos nombrarle, sino que respondía algún nombre francés que nunca, nunca, pude pronunciar.
Al final, el muchacho ya no tenía nada de hijo mío. Cuando nos dirigíamos a él, sus ojos se transformaban en dos túneles que llevaban hacia un lugar extraño, abundante en viñedos, campesinas hermosas y muchos, muchos conejos —sí, amigo ¡conejos!
—Hijo mío —le decía yo al verlo abstraído en ese mundo interno—, soy tu padre, ¿acaso no me reconoces?
Él abría su boca y me decía algo que en su idioma debía significar:
—Señor, ¿hacía a dónde emigran las aves en invierno?
Después de mucho meditarlo, concluí que no quedaba más opción que pedirle que se fuera de la casa. Preparé una maleta en la que guardé algo de ropa, comida y lo que cupo de mi tristeza. Yo mismo llevé a mi hijo a la puerta. Una vez afuera, él agitó su pañuelo en señal de despedida y comenzó su camino hasta desvanecerse entre la niebla de nuestra querida ciudad de Roden.
Es el momento de poner un punto final a la vida de mi hijo, pero no puedo hacer lo mismo con lo que respecta a esta historia. Aún abunda el dolor y la desesperanza y, aunque le puedo contar muchas otras penas acerca de mi vida, creo conveniente seguir con la que iniciamos. Así que dispénseme por no contarle acerca del linchamiento de mi primo hermano o de cuando mis sobrinos perecieron en manos de un maniático. Ya habrá tiempo, estoy seguro de eso, sea aquí o en otro lado. Pero ahora, a lo que sigue.
Convencido de que estas desgracias fueron consecuencia de la intangible infidelidad de mi pareja, convencí a mi mujer para que se entregara, sin dilación alguna, a las autoridades. Acudimos juntos a la comisaría. Tomados de las manos y con lágrimas en los cuatro ojos le relatamos a un oficial lo sucedido.
Por fortuna en Roden la justicia ha quedado en brazos de hombres comprensivos. A pesar de la falta de pruebas y de lo irracional que sonaba nuestra historia, los oficiales consintieron el arresto inmediato de mi esposa.
Antes de que se la llevaran a las galeras, mi mujer y yo nos despedimos con un abrazo, más fuerte y amoroso que el que intercambiamos el día de nuestra boda. Ella se disculpó por haberme engañado, de manera tan misteriosa, con un francés inexistente. Yo le dije que eso ya no importaba.
Sin mujer e hijo. Así quedé por culpa de un francés irreal aunque, repito, muy insidioso.
A veces pienso, con cierta esperanza, si el haber tenido el hijo de un francés significa que alguien, en alguna parte, ha tenido un hijo mío. ¿Se trata, acaso, de una reflexión disparatada? ¿No es posible que alguien, un amigo, un vecino, un pariente lejano, haya concebido a quien debió ser mi hijo?
Piénselo. Tal vez, poniendo atención, usted mismo descubra que su hijo no es, como siempre ha creído, un hijo suyo.

De ser así, lo insto a presentármelo. Quizá su niño me mire y, al hacerlo, su corazón, tan solitario como el mío, gritará con un latido: “¡Mira pequeño, éste es tu padre!”

domingo, 13 de abril de 2014

El espejo del solitario – Víctor Roberto Carrancá




El espejo del solitario (Editorial Ficticia, 2014) es el primer libro de Víctor Roberto Carrancá (abogado y escritor mexicano, 1984) que reúne 19 relatos fantásticos (algunos a su vez formados por varias historias) y un glosario. Ha recibido varios premios literarios y en 2009 fue seleccionado por su cuento El organillero para aparecer en la antología Estación central bis de la misma editorial; es egresado de la Sogem. El libro se puede adquirir en Librerías Gandhi o directamente en la página de Ficticia.

De una increíble narrativa descriptiva, un lenguaje estético y cuidado, abundante intertextualidad y un imaginativo privilegiado, Carrancá demuestra el valor literario de su obra, siendo, a mi parecer, uno de los mejores escritores contemporáneos y un nieto perdido de Borges. El espejo del solitario es un compendio de historias conectadas por vasos comunicantes que nos resumen las memorias de una civilización paralela a la nuestra; y he ahí donde reside la magia de Carrancá, en crear un cosmos (y su catálogo de términos) en poco más de 130 páginas, al que designa enigmática y atinadamente Enogea*.

'*De acuerdo al Solitario, la etimología procede del prefijo lívico “E” (sin) y la palabra “Noges” (sentido, comprensión).'

Enogea no se nos presenta como otro territorio o limitada realidad, sino como otro planeta, otro universo tan basto y desconocido como el propio, donde seres mitológicos cuentan con una existencia tangible y, como sucedería con un espejo, algunas situaciones ocurren en el sentido inverso. Quizá en realidad Enogea no es un universo tan distante como parecería: al igual que en algunos sitios de nuestra tierra, en aquel supuesto universo paralelo Elvis es considerado un dios, un género musical y un deporte son la religión y doctrina y el psicoanálisis y las obras literarias de ficción se consideran libros sagrados y sus fantasmas, al igual que los nuestros, son entes incorpóreos en búsqueda de la felicidad. Una de las temáticas recurrentes en la obra de Carrancá son los sueños, mostrados precisamente como espejos, como un plano perfecto para el desdoblamiento de la realidad.

A través de cuantiosas referencias literarias (como El Decamerón, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo), cinematográficas (The Truman Show), religiosas, musicales e incluso radiofónicas, Carrancá crea un sin fin de personajes, lugares y situaciones a las que se les concede vida mediante la lectura y aún después de ella, pues toda invención se vuelve eterna al ser interpretada.


Carrancá también nos otorga explicaciones fantásticas a hechos o situaciones comunes que convierten lo ordinario en asombroso; nos da la posibilidad de ver desde otro ángulo la vida misma y nuestra existencia. Adopta el papel de nigromante que ha de fascinar al lector y transformar su presente mostrando el engranaje que hace girar el mecanismo de lo ordinario y demostrando que todo lo establecido puede (y debe) ponerse en duda.

Varios son los cuentos que me parecieron maravillosos (en sí todos tienen una genialidad particular) y me sorprendió que el libro iniciara precisamente con el cuento por el que conocí al autor, Los franceses no existen, que presentaré en la siguiente entrada como cuento del mes. Debo decirles que contacté al autor gracias a esa lectura y en un gesto de lo más amable, aceptó que hiciéramos intercambio de nuestros primogénitos. Aquí está mi linda dedicatoria:



El hombre que bajó por la chimenea, Hoy llovió mujer sin piernas, Sobre un libro condenable, Las mujeres siempre mueren en las historias (drama criminal de realidad imposible), Un veloz comentario en torno a la obra de Josaeph Crinee y La paradójica condición de los gatos de Schrödinger son sólo algunos de los mejores cuentos del libro. Criminología, metaficción, paradoja, demencia y existencialismo (entre muchas otras cuestiones más) convergen en estas letras que logran crear el mejor pase para partir de este mundo.

En El instrumento de Woofer H Carrancá hace una alusión al programa de radio que se transmitió el 30 de octubre de 1938 en Estados Unidos, en el cual el actor y guionista Orson Welles dramatizó la novela La guerra de los mundos de H. G. Wells. Lo asombroso del caso está en que, en ese entonces, muchas personas que sintonizaron el radio ya empezada la emisión y que no habían escuchado que se trataba de una dramatización, entraron en pánico al creer real la invasión extraterrestre. Nueva York fue una de las ciudades víctimas de la histeria colectiva del programa que duró más de 50 minutos, del que añado el video con el audio completo.



En los cuentos Sobre un libro condenable y Botellas en el mar (este último dentro de Extractos del cuaderno de José el solitario) Carrancá hace uso de una técnica narrativa a través de las notas a pie de página como recurso de ficcionalización que me recordó a una de las minificciones que aparece en Relatos vertiginosos (Antología de cuentos mínimos, Alfaguara 2001) donde el texto está constituido en sí por los enormes pies de página, más que por los escasos fragmentos del relato, que en lo personal me gusta descifrar como una burla al academicismo.

En una de sus presentaciones, el autor afirmó que La paranoia de este estilo es que siempre van aumentado los temores. Al recurrir a instrumentos como la interpretación de los sueños uno empieza a comprender que existen numerosas realidades a las que trata de pertenecer y al adentrarse en ellas crean a su vez más laberintos.”

La eternidad reflejada por el espejo, la soledad multiplicada ad infinitum y todo lo incomprensible en esta vida encuentra algunas explicaciones y salidas opcionales de la mano de José el solitario. Lo lamentable es terminar el libro y dejar al Solitario donde fue encontrado, en esa sempiterna melancolía.

Carrancá suele publicar diversos textos creativos y agudos en la Revista Crítica y también pueden leer más comentarios sobre El espejo del solitario y sus presentaciones en este enlace.

Para cerrar la reseña, algunas de las frases memorables el libro:


“(...) los franceses, al igual que los fantasmas, la felicidad o los conejos, no existen.” P. 10

“Preparé una maleta en la que guardé algo de ropa, comida y lo que me cupo de tristeza.” P. 13

“(...) aunque le puedo contar muchas otras penas acerca de mi vida, creo conveniente seguir con la que iniciamos.” P. 13

Sobre un libro condenable

(pie de página) “7. Como se sabe, la religión lisberiana asegura que el infierno existe en una dimensión paralela que mantiene estrecha relación con al nuestra.” P. 39

(pie de página) “14. (...) el Compendio de Oniristas sí hace referencia a las sacerdotisas de la Secta Dual, quienes creían que la existencia se llevaba a través de dos vidas: la primera, la del cuerpo tangible y durmiente; y la segunda , la de un yo interno que viaja a otra dimensión cada vez que uno duerme.” P. 40-41.

Una historia sobre béisbol

“Palabras al fin, Yo no tenía por qué creerlas. Supongo que por eso él siempre me decía aquella frase que me duele tanto: -¿Tú no entiendes, verdad? No, no lo entiendes.” P. 58

Un caso llevado ante el ministerio

“Para este diplomático, el catolicismo consiste, simplemente, en un fraude religioso promovido con el objeto de impulsar ese estilo de música llamado corifeo.” P. 62

Máscaras

“Fue al inicio, sutil y silenciosa. Dama etérea de naturaleza invisible, perfumó los callejones con su aroma febril. Después de siete días de paciente incubación, incluso la lluvia murmuraba su nombre:
-La peste, la peste.” P. 73

“Unos se sentaban sobre la acera y, con la cabeza inclinada, se golpeaban una de las orejas con la esperanza de que algún trozo de memoria saliera por la otra. Otros simplemente se arrojaban al mar.” P. 76

Botellas en el mar

“Tanto había sido el ahínco y tanto el tiempo que le tomaba esta empresa, que el marinero Castre había olvidado envejecer.” P. 78

“(...) obras literarias que fueron escritas y debidamente embotelladas.” P. 79

“(...) los personajes de los sueños pesan lo mismo que cualquier otro pensamiento (...)” P. 85

La torre de Moeb

“(...) allá arriba había un Dios solitario que soñaba con crear un mundo lleno de hombres.” P. 92

Al hombre lo dicta el perro

“Yo escribiría, si lo mío fuera escribir, textos tan pretenciosos, tan vacíos y aburridos, que no exagero al aceptar que nunca habría alcanzado el más mínimo reconocimiento.” P. 96

La paradójica condición de los gatos de Schrödinger

“El mayor problema de adoptar un gato de Schrödinger, es la complejidad de habitar con un animal que está muerto y vivo al mismo tiempo.” P. 113


“Todo depende de la persona que se atreve a abrir la puerta y, tristemente, del humor que el lector tiene en ese momento.” P. 116

El milagro

“(...) coloca su silla frente al escritorio (...) una flama inspiradora le dice que aquello que va a verter sobre las hojas, creará algo sin precedentes. “Esto” piensa, “será importante en algún sitio”.” P. 133

Glosario de términos sobre un lugar llamado Enogea

“BERMEJA, ISLA: (...) la locura consiste en volverse prisionero de los lugares que uno recrea con la mente. se trate de sueños o alucinaciones, el más complejo de los universos es aquel que construimos a partir de nuestra falta de cordura.” P. 135-136

“CATOLICISMO: fraude religioso creado con el único objeto de promocionar el género musical conocido como Corifeo.” P. 136



“MAR DE LOS SARGAZOS: (...) Ahí llegan, entre otras cosas, (...) los globos que utilizan los niños para escribirle a las estrellas (a las que piden un deseo que se cumple sólo si estas se suicidan).”

sábado, 5 de abril de 2014

Reseña de Tusitala de óbitos en Yaconic



Este mes inicia con la segunda reseña escrita para mi libro "Tusitala de óbitos" por Pablo Anduaga para la revista Yaconic, que se publicó hace un par de días.

Leer estas líneas me han dejado con una gran sonrisa en el rostro y completamente halagada; la atinada descripción de mi narrativa y ciertas características que el autor del texto señala me encantaron, pues reflejan precisamente el resultado de una lectura profunda y meticulosa, así como sinceras reflexiones particulares.

Para leer el texto en el sitio original, pueden visitar este enlace, que los llevará directamente a la entrada en la página de la revista.


Por Pablo A. Anduaga

Un alma vieja. Eso es Lola Ancira. Una mente que pareciera haber viajado por diferentes épocas donde se desarrollan las más sorprendentes ficciones sin necesidad de lo estridente o explosivo. Queretana de nacimiento, esta alma del mundo tiene su bastión en la anécdota profunda de cada uno de los 15 relatos que conforman su primer compendio de cuentos.

Tusitala de Óbitos nunca deja de sorprender y a pesar de ser un libro aparentemente corto sus relatos calan hondo, la pluma de la nobel autora tiene una paleta creativa digna de quien ha vivido intensamente media vida. Las historias de Violeta, Felice & Soren, Jaubert, o la del cazador de monstruos son de lenta asimilación, aptas para cualquier mente más no para todo criterio. Ancira obliga a dar una ojeada dentro de lo que nos incomoda, jamás con el morbo descarado o el facilismo de lo explícito, tan sobreexplotado en la época reciente. Tampoco usa el lenguaje arrabal del chilango ni su violencia callejera tan gastada hoy día, lo suyo es más elegante y por ende, más perverso.


Lo que une estas quince historias es la profunda imaginación que las distingue, se agradece el buen juicio al darle su espacio a cada una, destaca de sobremanera lo mucho y profundo que cuenta en tan pocas páginas. En su debut Lola firma un libro que escapa al reduccionismo de lo bueno o malo para ubicarse en el juicio del gusto auténtico. Vaya manera de entrar en Grandes Ligas.

lunes, 31 de marzo de 2014

La desconocida del mar y otros textos recuperados – Francisco Tario



La desconocida del mar y otros textos recuperados de Francisco Tario (escritor mexicano, 1911-1977) publicado por Ficticia Editorial en 2013, es un libro que reúne, en tres partes y 162 páginas, siete cuentos fantásticos, algunas entradas del diario del autor en su juventud y unos párrafos que describen el trabajo de su hijo menor como pintor. Es, en su totalidad, un cofre que congrega algunas joyas literarias imperdibles de Tario para todo aquel dispuesto a entrar en su universo literario y, en especial, para sus lectores más devotos.

Desde el prólogo, donde Alejandro Toledo, a través de algunas alusiones a E. T. A. Hoffman menciona ciertos vínculos con las letras de Tario, surge una atmósfera propicia que sitúa a las historias y los personajes de Tario en la noche, ese territorio eternamente misterioso y conveniente para albergar a la fantasía y la imaginación, ese espacio que en su oscuridad vuelve reales y verosímiles las historias más extravagantes.

Dos guantes negros es uno de los cuentos más sobresalientes del libro, pues no solamente dota de vida a objetos insospechados y por completo triviales, sino que la finalidad de uno de ellos es más que maligna y perversa, homicida. El cuento completo lo pueden leer, en formato pdf, en la entrada posterior a esta publicación.

Las detalladas descripciones y tramas enigmáticas convierten a estas lecturas en maravillosos instantes de asombro y desconcierto, incluso en un anhelo por conocer lo inexistente, como Taón, ese país tan mencionado por el pequeño Jacinto Merengue en el cuento homónimo, un lugar que se vuelve familiar de tanto leer sus cariñosas descripciones y que crea un sentimiento de fraternidad que se instala junto a los recuerdos del hogar propio.

En Rosenda Monteros, el autor expone de forma elegíaca no la figura de una mujer, sino sus efectos fatídicos en los hombre, su afinidad de efigie y enigmático propósito.

En La desconocida del mar, más que describir un sentimiento de amor es el relato de un fuerte sentimiento de adoración y una fijación por lo desconocido enfocado en la silueta de una mujer que, a pesar de ser real, recrea una existencia fantasmal muy parecida a la creada en La invención de Morel, por Bioy Casares. También hay cierta connotación que recuerda la película de El ángel exterminador de Buñuel, una singular característica que comparte con el siguiente relato del libro, Contraluz.




Jud, el mediocre es un basto océano de referencias literarias y una oda a escritores, poetas y filósofos como Keats, Virginia Woolf o Valery, donde un escritor se debate entre la realidad y un trastorno previo a la muerte que contiene frases e ideas magníficas.

Por todo lo anterior (y más detalles que seguramente se me escaparon), este libro es un must have para todos los amantes de la literatura fantástica y el imaginario de Tario.

Para finalizar, transcribo mis frases favoritas del libro (de nuevo, bastantes) en las que pueden atisbar la fascinante creación de Tario.


Prólogo

“(…) entiendo por fantástico la exteriorización del conocimiento o del deseo que no se puede justificar por una causa racional, y por maravilloso aquello que es considerado imposible, inconcebible, que parece superar las fuerzas conocidas de la Naturaleza u oponerse a sus procesos habituales.” P. 9-10

“La nocturnidad, dice Juan Tébar (prologuista español de los cuentos de Hoffmann), es un estado de ánimo, un modo de entender la vida.” P. 11

”(…) en Tario la muerte es el comienzo y el fin de la historia, pues se camina del asesinato al olvido, que es visto como una segunda y definitiva muerte: el fantasma se desvanece cuando se pierde su recuerdo.” P.12


Rosenda Monteros

“Es una estatua precoz, enferma de la vieja soledad de las estatuas.” P. 89

“Es húmeda y olvidadiza, de oscilación muy precisa, temperatura malsana y pensamientos tristes.” P. 89

“Y guardad bien el secreto (…) Muchos han muerto y no lo saben.” P.90


Sobre la pintura de Julio Farell

“El misterio no entra por los ojos, como la luz de la mañana, sino que se filtra por sorpresa en la corriente sanguínea y se refugia en un rincón indeterminado de nuestro ser.” P. 91

“Eso que el hombre debió perder casi sin darse cuenta y que difícilmente recupere…” P. 92


La desconocida del mar

“(...) la sensación íntima del bienestar ajeno y el propio mar, luminoso y excesivo, no logran sino acentuar visiblemente su profunda melancolía. Sobresaltada por toda suerte de remordimientos y alucinaciones (...) “ P. 95

“(...) con qué poca cosa el corazón humano se conforma.” P. 96

“Está solo. Y aquel lugar tan luminoso y plácido, aquel mar tan ruidoso y azul, se transforma, en virtud de la súbita soledad, en el más lóbrego y aborrecible rincón.” P. 97

“Amaba, por consiguiente, a un fantasma y era amado a la recíproca por el fantasma desaparecido.” P. 98

“También busca. También fracasa. (…) Y no es el encuentro de dos personas extrañas y ajenas, sino de dos seres solitarios a quienes un grave y doloroso amor ha unido,” P. 99

“La felicidad -advierte- acude una sola vez, pero jamás vuelve. Y su felicidad se ha perdido.” P. 99

“Sabe que por aquél amor mentirá; y miente. Que por aquel amor traicionará; y traiciona. Y se ve obligada a recurrir a las más sucias mentiras, a los más innobles recursos para prolongar aquél amor un día más, uno solo. Entiende muy claramente que, perdido este amor, su vida se derrumbará definitivamente por segunda y última vez.” P. 100

“(...) hermosas y trágicas vidas tiran de ellos en dos direcciones contrarias (...)” P. 101

“Es un repentino y oscuro pánico el suyo que le anuncia que ha de morir.” P. 101

“Cada ruido le anuncia algo; cada silencio le previene un riesgo; cada palabra es un símbolo fatal.” P. 102

“(...) es preciso escapar, evadirse a cualquier precio de la tortura infinita, de la monstruosa e interminable espera.” P. 102

“La herencia definitiva de la soledad.” P. 103


Contraluz

“(...) se despeñaba fatal y vertiginosamente hacia un tenebroso abismo al cual los demás se asomaban con susto.” P. 106

“La noción de un mundo ajeno, incomprensible y malsano, a espaldas suyas, llenábala de un terror casi sagrado y, sin saber a qué atribuirlo, procuraba ahora que sus pasos sobre la alfombra no produjesen el menor ruido, como si temiera que ese mundo oculto y nefasto pudiera desperezarse de pronto e inundar con su horror la casa.” P. 110

“Su imaginación de había desbocado como un potro salvaje y ya no encontraba forma de serenar y ordenar sus pensamientos.” P. 111

“(...) esos incongruentes y amenazadores seres que son los locos.” P. 112

“Habían transcurrido dos meses desde mi última visita al infierno (...)” P. 118

“(...) no todo lo visible es solamente nuestra realidad, sino que la auténtica realidad se esconde detrás de esa formal apariencia que nosotros, precipitada y gratuitamente, llamamos única realidad.” P. 119

“(...) un ser de otro mundo que se presentaba alegremente, inconsciente de su terrible significado.” P. 124

“¡Vasto, insólito, abrumador mundo por el cual camina el hombre a tientas, inconsciente de su enigmática trascendencia!” P. 125

“(...) mi angustia iba en aumento y una sensación de soledad infinita, de minúscula pequeñez humana, me acompañó a partir de entonces.” P. 129


Jud, el mediocre

“Tampoco habitaba en la tierra. La tierra consta de tantas degradantes e insulsas cosas como son el amor, la amistad, la muerte, las verdolagas, el placer, la erisipela, la piedad y la alegría, y él habitaba un cuartito de 3x4 poblado de espejos invertidos donde muertos ilustres y otros ilustrísimos moribundos se asomaban a la superficie para guiñarle el ojo y conducirlo en silencio a lo largo de una aristocrática avenida. Keats, Bergson, Virginia Woolf, Eliot, con sus delantales blancos, lo conducían de la mano por unos encantadores macizos de crisantemos y le ofrecían compota de pera o le pellizcaban los carrillos.” P. 132

“Cuando el hombre acepta su catástrofe, ya obtuvo su diagnóstico: tiene la salvación a mano.” P. 133

“Su renuncia a existir, creo, no tiene ya remedio.” P. 133

“(...) en algún escritorio del mundo un hombre de verdadero talento se debatía con sus dóciles fantasmas.” P. 134

“Mas la soledad es fuego y las flamas de cualquier hornilla nos alcanzan, impidiéndonos aproximarnos.” P. 135

“Gira, manotea, saca la lengua, está aún pendiente de morirse.” P. 135

“Podría ser un bienaventurado. Mas ha dejado de pertenecernos, lo cual ya es más doloroso.” P. 136

“Su utilidad humana aún no ha sido descubierta.” P. 136

“(...) las palabras son cabalmente explícitas, genuinas, demoledoras. Las palabras son siempre responsables de su propio hechizo. Y no es posible burlarlas.” P. 138

“-Mi poder está en el método -en el alambre, quería decir; dialogaba-. ¡Crearé! P. 139

“(...) el mundo de los enfermos es un reino inesperado, misterioso e incomprensible, como el de los poetas.” P. 140


“(...) la vida es ardiente, insensata, rica o siniestra, pero incomprensible.” P. 142

lunes, 24 de marzo de 2014

Dos guantes negros – Francisco Tario

Francisco Tario

Francisco Pelaéz, conocido en el mundo literario como Francisco Tario (escritor mexicano, 1911-1977) fue poco conocido debido a que no se incorporó a corriente literaria alguna y carecía de interés en lo referente a las interacciones sociales en este ámbito. La mayoría de su obra no tuvo mucha difusión, a pesar de contar con seis libros publicados antes de morir, pero en los últimos años se ha reivindicado su obra a través de recientes publicaciones como Cuentos completos I y II (editorial Lectorum, 2004), la novela Aquí abajo (Conaculta, 2011) o las compilaciones Dos guantes negros (Instituto Nacional de Bellas Artes, 2011), La desconocida del mar (editorial Ficticia, 2013, increíble libro que actualmente estoy leyendo y del que pronto habrá una reseña en el blog y en el que descubrí este fascinante cuento) y La semana escarlata y otros relatos (coedición de Conaculta y editorial Lectorum, 2014).

La narrativa de Tario gira en torno a situaciones o acontecimientos inauditos e inexplicables, se refugia en el mundo oculto de los sueños y la muerte, de los fantasmas y el inconsciente, donde los delirios y lo fantástico recrean una realidad no mejor o peor, sino diferente. Se aleja de sus contemporáneos en cuanto a la temática y lo más probable es que por esto se recluyera. Precisamente hace dos semanas, en la presentación del libro La semana escarlata y otros relatos, Guillermo Samperio dijo:

En la década de los cuarenta, en México, pocos escritores exploraron los terrenos de la imaginación fantástica. Sin embargo, Francisco Tario escribió libros de corte macabro y fantástico, de ambiente nocturno, grotesco, disparado, sensual, que se acerca a la alucinación propia de lo maravilloso sombrío y el humor siniestro.

Descubrí el fascinante y desconcertante mundo literario de Tario a través de una entrada en el blog de Alberto Chimal, en la que publicó uno de los cuentos del autor: La noche de los cincuenta libros. Quedé encantada con aquella intrigante lectura e investigué más sobre el autor, compré uno de los dos volúmenes de Lectorum (que sigue esperando su lectura) y finalmente, en noviembre de 2013, el día de la presentación de mi libro en Zacatecas, Jaime Mesa tuvo la amabilidad de obsequiarme el libro de Tario publicado por Ficticia, La desconocida del mar.

Dos guantes negros es el primer cuento del libro y está dedicado a su hijo más pequeño, por lo que podría pensarse que el cuento es infantil, pero en realidad es una historia de misterio muy bien narrada, con una trama enigmática y  singular que convierten al cuento en un terror maravilloso enfocado a un objeto por completo inofensivo. La atmósfera turbia del cuento evoca las siniestras historias cortas de Edward Gorey, tanto por la temática tétrica como por su enfoque “infantil”.


Por desgracia, ahora no tengo el tiempo suficiente para transcribir el cuento completo, pero les dejo un enlace a esta revista digital de ISSU donde lo pueden leer directamente (junto con dos cuentos más de su autoría), gracias a la publicación de la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Espero que lo disfruten tanto como yo y que se interesen en este genial autor, si es que no lo conocían aún. Pueden leer también otro de sus cuentos, Música de Cabaret, en otra entrada del blog de Chimal.

En La desconocida del mar, Alejandro Toledo menciona en el prólogo:

En un mueble comprado décadas atrás en una iglesia por el escritor Francisco Tario (1911-1977), se han alojado álbumes con fotografías y recortes periodísticos, originales mecanográficos, una partitura de su autoría (“Fantasía del amor”), dibujos eróticos, grabaciones y objetos varios. Esa cómoda antigua emprendió a mediados del siglo XX el viaje de la familia Peláez Farell a España; fue heredada por uno de los hijos, Julio, artista plástico, quien en los años noventa la trajo de regreso a la ciudad de México y la ha llevado consigo en sus ya varias mudanzas por esta metrópoli.

Ese mueble, de frente barroco y laterales coloniales, parece un pozo sin fondo; de ahí salieron, tiempo atrás, las obras de teatro incluidas en el volumen El caballo asesinado (1988); la novela Jardín secreto (1993); y, en lo que se creyó un último hallazgo, apareció ahí hace unos años el cuento infantil “Jacinto Merengue”. En vísperas al centenario del nacimiento del escritor, la cómoda mágica nos descubre el poema/cuento “Una roca frente al mar” y el relato “Dos guantes negros”, textos de consumo casero en los que Tario trabajó como regalo para Sergio y Julio, sus hijos, y en donde no abandona su irremisible vocación hacia lo extraño.

Parte de la portada de Dos guantes negros

lunes, 17 de marzo de 2014

Musiquito del talón – Alfonso López Corral



Musiquito del talón (Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2013) de Alfonso López Corral (escritor mexicano, 1979) es un libro conformado por nueve cuentos que se desarrollan en la ciudad de Navojoa, Sonora.

Tuve el placer de leer este libro hace poco más de un mes, pero por cuestiones de tiempo no había tenido oportunidad de escribir la reseña. Les presumo la dedicatoria:




En estas páginas, López acerca a los lectores de latitudes distantes no sólo la violencia, sino el aspecto más humano de quienes la ejercen y sufren por ella, convirtiendo a la ferocidad actual que reina en ciertas partes de nuestro país en un sólo sentimiento, en historias palpables donde la comprensión de otras realidades se convierte en empatía.

Este musiquito es una especie de exposición para conocer las razones existentes de los movimientos del otro lado del tablero, son un puñado de explicaciones y piezas de rompecabezas en los que las historias más disímiles cobran sentido y donde la naturaleza humana y su ambición siguen siendo el principal misterio.

Pero incluso estas verdades cambiarán según la versión que estemos leyendo: la del vencedor o la del vencido; o según el ánimo de López para venerar o degradar a sus personajes, justo como pasa en el relato más corto del libro, El último hombre de pie.

Dos de mis cuentos preferidos fueron Treinta balazos y Diablos sin cruces. Treinta balazos narra de forma sardónica las travesías del Flaco Irene, un policía ineficaz al que le es asignado el urgente levantamiento de un cuerpo. Entre burlas de sus compañeros y contratiempos inesperados, el Flaco logra finalizar su misión de la mejor manera que le es posible y que, por supuesto, no era la esperada. En Diablos sin cruces se desarrolla la historia de dos hombres, Esquela y Martincillo, que intentan llegar a través del desierto a Sonora tras haber sido asaltados y golpeados brutalmente. Durante un tramo del camino y sus diálogos, se esclarece un poco lo sucedido, pero uno de ellos no logra resistir más y muere. El sobreviviente decide volver e indicar a la esposa del difunto el lugar donde deberá clavar una cruz para alejar a los diablos y, de paso, poder rescatar los restos del banquete que seguramente buitres y coyotes no tardarán en devorar.

Como el propio autor lo menciona en esta entrevista, las historias que conforman Musiquito del talón (titulo que surgió de un corrido de los Hermanos Vega y que pueden escuchar al final de la entrevista) favorecen la ficción sobre la crónica, lo que convierte a estos cuentos en posibles acontecimientos verdaderos pero únicos, con protagonistas particulares que quizá, en alguna realidad alterna, tuvieron precedentes o tendrán sucesores.

En esta otra entrevista, realizada por uno de sus amigos (lo que permite cierta cercanía con el autor) López nos habla, entre otras cosas, del significado del premio nacional que ganó con Musiquito del talón, de algunos autores imperdibles, del panorama que viven los escritores contemporáneos y, por supuesto, de su literatura.

¿Cómo se fue fraguando “Musiquito de talón”?

En un primer momento quise que “Musiquito del talón” fuera un homenaje a mi barrio, al barrio donde crecí, y su gente. También quería que se viera reflejado mi gusto por el corrido. Lo demás fue una amalgama entre cuentos leídos y admirados (el lector no batallará para notar las deudas de esas historias) y el exceso de realidad que tuve (por mi adicción a la lectura de los periódicos) a causa del desastre que ha sido este país a raíz de la llamada guerra contra el narco. Una palabra que enseguida se hizo frase fue la que detonó el libro: “Camposanto. Este país se convirtió en un camposanto. Este país se llenó de muertos“.

Pueden adquirir el libro a través de la página de novedades de Tierra Adentro o en las librerías EDUCAL.

Por último, transcribo algunas de mis frases favoritas dentro de los relatos:

“(...) cuando alguien dispensa a los muertos un trato distinto al que están acostumbrado, entonces sí se enojan, se sienten. (...) ya nomás se comunicaba con los muertos, con números, panegíricos o canciones. Eran los únicos que le importaban.” En Musiquito del talón.

“Yo ya tengo los años para empezar a olvidar (...)” En Héroes entre nosotros.

“(...) sabía que los muertos nunca llegan solos.” En Treinta balazos.

“Los jotos nunca deben ser viejos ni feos (...)” Ibídem

“(...) se fue al infierno, no cabía en otra parte.” En Diablos sin cruces.

“Nomás no cierres los ojos que así llegan las malas ideas.” Ibídem

“-Pues dicen -el dicen le amargó el hígado, palabra culona que usaban todos para no quedar fuera de algo, pero sin ser responsables-” En Derelicción.

“Es cierto que las cosas rara vez son como las cuentan, mucho menos como uno las imagina, si bien conservan la virtud de ser mejores o peores; pero cuando son inocuas, sin remedio ni ponzoña, entonces la expectativa cae al vacío, estéril, incapaz de hacer nuevos llamados al deseo, al miedo o a la esperanza.” Ibídem

“No es bueno que un hombre beba solo, porque corre el riesgo de que el diablo se acerque a hacerle compañía, pero todavía es peor no beber.” Ibídem

miércoles, 12 de marzo de 2014

Primer reseña de Tusitala de óbitos



Este mes inicia de lo mejor: con la tan esperada primer reseña escrita sobre mi libro Tusitala de óbitos para la revista digital de temas infinitos La hoja de arena (que cuenta con el Apoyo a la Edición de Revistas Independiente 2013 de CONACULTA) por Fernando Galicia en la sección La hoja del día, esta revista además cuenta con un blog y ambos sitios quedan, por supuesto, recomendados, pues como su misma leyenda lo dice sus temáticas culturales y artísticas son interminables. En La hoja de arena literatura, música, ciencia y teatro (entre varios más) conviven en una pluralidad que se retroalimenta y crece continuamente.

La reseña señala muchos puntos importantes e intertextuales de la obra, pero lo que me gustó, también, es el comentario final del autor, ese deseo por encontrar en mi narrativa una voz que se aleje un poco de toda su formación y construya un universo personal que, a mi parecer, sólo se reflejó en algunos de los cuentos, pues este libro está constituido por textos con años de antigüedad y los mencionados, que son mucho más recientes.

Como se lo comenté a Fernando, este aspecto es algo en lo que estoy trabajando ahora y espero mostrarlo en mi obra posterior. A continuación transcribo la reseña, que pueden leer directamente de la revista en este enlace.



           
En su ensayo Los subgéneros y la mirada fantástica Rafael Villegas escribe:

…No basta con llenar el cielo de nuestra ficción con dragones, ovnis o superhéroes para que la imaginación cimbre nuestras nociones sobre lo posible y lo imposible.

En estas líneas Villegas señala acaso el defecto más alarmante de la mayoría de la literatura fantástica producida estos días en nuestro país. Abundan las historias donde zombies, extraterrestres y brujas sufren una larga y detallada lista de aventuras en mundos extravagantes y muy muy lejanos. Sin embargo, poco hay en esos relatos de lo que Faulkner llamaba “the old verities and truths of the heart” sin los cuales cualquier historia es efímera y está condenada.

Por lo mismo es una grata sorpresa encontrarse con el primer libro de Lola Ancira (Querétaro, 1987), Tusitala de óbitos. Ya el título de este volumen de relatos anuncia el estilo de la autora (Tusitala es el nombre con el que la gente de Samoa se refería a Stevenson, quiere decir contador de historias): cuentos llenos de referencias literarias que revelan el amplio conocimiento de Ancira de la tradición de las cuales sus historias se alimentan.

El primer relato del libro, “Dédalo”, es la versión personal de la autora de la historia del habitante del laberinto sampleada con referencias a la obra de Edward Gorey. Siguiendo esta pauta, del resto del libro comienzan a fluir personajes, ambientes y realidades enteras que terminan por envolvernos en el personalísimo mundo de Ancira. Destacan además las historias “9192 631 720“, versión única del familiar sueño profético y “Cosmogonía de las parafilias“, donde se puede observar con mayor intensidad la mirada original de la autora para analizar la realidad cotidiana desde un ángulo fuera de lo común.

Es destacable que cada historia del libro recuerda otra famosa de los subgéneros fantásticos. “Paygame” recuerda “La secta del fénix” de Borges o la serie de “Instrucciones“ de Cortázar. Por su parte “Los infortunios de Vigilius Haufniensis” tiene el aura de “La casa de las celosías” de Amparo Dávila. Todo esto sin caer en el plagio o la imitación descarada, sino en el reconocimiento de la tradición fantástica. Por otro lado, es un gran acierto el estilo que Ancira ha escogido para contar sus relatos, ya que éste concuerda a la perfección con los contenidos de sus historias. Por breves momentos complicada y cultista (abundan adjetivos como agónico, ominoso, discrepante) la narración refleja un cuidadoso trabajo y una gran preocupación por el lenguaje.

Quizá el mayor defecto de tu Tusitala de óbitos sea también parte de uno de sus mayores aciertos. Lola Ancira refleja el gran conocimiento de los subgéneros en los que inserta sus historias, pero a la vez la autora parece dudar a la hora de tomar su propio camino y empezar a abrir senderos por sus propios territorios. En “La mujer volátil”, uno de los relatos más originales del libro, Ancira cuenta la historia de Violeta, quién fastidiada de la vida mundana en la tierra, se empieza a elevar hasta alcanzar el cielo. De la misma forma sería interesante ver los cielos que Lola Ancira puede alcanzar usando como materia prima sus amplias lecturas fantásticas y su buen manejo del lenguaje, pero alejándose un poco de sus terrenos conocidos.


Fernando Galicia, México, 2014.